Digno de celebración

  • Ociel Mora
Tarde o temprano, la presidenta acabará tomando control del gobierno e impondrá su estilo personal

Guste o no, el que se vive es un momento axial digno de ponderación. Por primera vez hay una mujer presidenta. Tuvieron que pasar doscientos años del México independiente y soberano para que una mujer subiera a la primera magistratura. Tampoco tuvimos una virreina a la cabeza en los tres siglos de Colonia. Las razones son entendibles. En aquel largo y oscuro periodo la mujer estaba destinada a cumplir otro género de tareas, pero nunca las de gobierno debidamente reservadas a los hombres. Las mujeres estaban para obedecer y callar. En ese contexto, estaban obligadas a subir al cadalso, pero no a la tribuna.

Si hay cosa (me niego a decir mérito) que se le debe reconocer al presidente que se va, es justamente eso: romper la tradición de hombres gobernantes y elegir una candidata mujer para el puesto más importante de la República. La declaración requiere de inmediata precisión. López Obrador optó por ella no por principios de igualdad y equidad de género. Lo hizo por cálculos personales, que tienen que ver con su afán de seguir influyendo en las decisiones del país. En esa línea debe entenderse la imposición de familiares e incondicionales en puestos vitales en el nuevo gobierno desde donde ejercerán el papel de comisarios. Es el intento de Maximato del que se viene hablando con sobrada eficiencia entre los que saben del tema. Es importante decir que la designación se hizo con base a los usos más pedestres del pasado ominoso: en el que el gobernante en turno se arroga el derecho de elegir a su sucesor.

Hay coincidencia entre especialistas. El expresidente manipuló la legalidad constitucional a conveniencia, y puso en marcha reformas constitucionales que cambian el régimen de gobierno. Pero no con el fin de cambiar el país para bien, en un proceso de mejora progresiva, en lo tocante a bienestar y libertades. Lo hizo para concentrar el poder en un solo puño. Retornar a la hegemonía de un solo partido. Aniquilar la pluralidad política con la idea declarada de retornar al unipartidismo. Un peligroso retroceso que no se había visto. Y sobre ese control totalitario, sembrar una especie de monarquía hereditaria, por línea directa. Esto lo dicen los que han estudiado los populismos y cómo socaban desde dentro la democracia, y sobre sus cenizas establece regímenes iliberales.

Eso explica que haya entregado a uno de sus vástagos el control de las elecciones en el oficialista partido Morena, y que desde ahora se hable del seguro candidato presidencial en el 2030, sin que nadie ose contradecir esa versión, como nadie nunca osó contradecir a Obrador en sus actos de demencia. El mismo López Beltrán, en la ceremonia de protesta, anunció que está ahí (en Morena) para cuidar el legado de su padre.

El tema de fondo no es la siembra de funcionarios cuya lealtad obedece más a quien se va, en despecho y deslealtad de quien llega. Sin embargo, por la tradición presidencialista, todo hace pensar que esas lealtades serán transitorias. Presidenta y expresidente acabaron en pleito ruidoso. Y más temprano que tarde, la presidenta acabará tomando el control del gobierno e impondrá su estilo personal, y los funcionarios sembrados tendrán dos opciones: o sujetarse a las nuevas reglas o tomar la puerta de salida.

Aún así, el problema toral, visto desde la ciudadanía democrática (si vale el adjetivo) no son los problemas domésticos del partido gobernante, a pesar de sus implicaciones en el desempeño del gobierno. El problema de fondo es si la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum respeta la división de poderes o mantiene el avasallamiento de ahora. Si gobierna en obediencia a las formas jurídicas, esto es, la Constitución, protestada ayer solemnemente, o toma el carril de la desobediencia y desacato que siguió López Obrador. Sobre el eufemismo de que son mayoría, y la mayoría les otorga derechos de subyugar a la oposición, a las minorías, a la comunidad intelectual, a los que disienten del dicho oficial, y desobedecen el marco constitucional, y los fallos de sus representantes, jueces y ministros. Si pone en marcha una política de reconciliación nacional o mantiene el formato de crispación de las mañaneras, que tanto le redituó al presidente saliente, aunque con grandes costos para la salud nacional.

@ocielmora

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Ociel Mora

Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.