Un balón rebotado en el poste salvó a una selección y quizá también al país entero.

Brasil se conmocionó por segundos, pero en el umbral de la muerte pudo renacer.

El tiro penal errado por el chileno Jara no sólo significó para Brasil su pase a la siguiente ronda, sino también la prórroga de un posible estallido social.

La euforia futbolística ha podido contener, hasta ahora, a muy amplios sectores que han cuestionado seriamente las políticas sociales y económicas del actual gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff.

Las quejas se extienden  por desatenciones a muy amplios sectores marginados y fallidos programas en materia de salud y educación, así como por un caduco sistema de transporte colectivo, mientras que miles de jóvenes reclaman oportunidades de empleo.

A todo ello se suman las sospechas fundadas de corrupción por muy malos manejos en el proceso de construcción de estadios y mejoramiento de la infraestructura urbana, con motivo precisamente del evento deportivo ahora en marcha.

Todo ello en coctel,  propició en la víspera decenas de marchas y manifestaciones públicas, que en algunos casos fueron violentamente reprimidas por la policía y el ejército brasileño.

En un carril paralelo transita ahora la actuación del equipo brasileño, en la que se ha puesto la esperanza de ganar el título continental para mitigar las inconformidades y, de paso, borrar para siempre los traumas del “Maracanazo”, penosamente arrastradas desde hace 64 años.

Son muchas las expectativas.

Toda una bomba de tiempo, que estuvo a punto de detonar este sábado por una exhibición futbolística pobre y deprimente del equipo brasileño, que apenas le alcanzó para un empate frente a Chile en angustiosos 120 minutos.

A lo largo del cotejo los verde-amarella jamás fueron capaces de mostrar sus virtudes históricas, su fútbol de toque, alegre, dinámico y ofensivo, e incluso se vieron dominados en largos espacios por un equipo chileno combativo que jugó con el alma por delante y que, sin duda, mereció mejor final.

Final cardiaco que se decide en tiros penales, un volado que Neymar rubricó con categoría y que Jara sentenció al enviar su disparo al poste.

Gana Brasil y está en cuartos de final.

Salvada la selección y salvada también una eventual explosión social.

Al menos por ahora.