Educar para la vida y sus vaivenes

  • Juan Martín López Calva
La vida permite como educadores incidir en el corazón y mente de futuros miembros de la humanidad

De vez en cuando la vida nos besa en la boca
Y a colores se despliega como un atlas
Nos pasea por las calles en volandas
Y nos sentimos en buenas manos
Se hace de nuestra medida, toma nuestro paso
Y saca un conejo de la vieja chistera
Y uno es feliz como un niño
Cuando sale de la escuela
De vez en cuando la vida toma conmigo café
Y está tan bonita que da gusto verla
Se suelta el pelo y me invita
A salir con ella a escena
De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros
Y nos regala un sueño tan escurridizo
Que hay que andarlo de puntillas
Por no romper el hechizo
De vez en cuando la vida afina con el pincel
Se nos eriza la piel
Y faltan palabras para nombrar lo que ofrece
A los que saben usarla
De vez en cuando la vida nos gasta una broma
Y nos despertamos sin saber qué pasa
Chupando un palo sentados
Sobre una calabaza.

J.M. Serrat. De vez en cuando la vida.

Estoy de vuelta de una aventura familiar muy rica, llena de experiencias interesantes. Todo un mosaico multicolor, multiolor, multisabor de conocimientos, sensaciones, significados, cosmovisiones, comidas y bebidas distintas, modos de pensar y de vivir diferentes, pero en el fondo convergentes en el deseo común de ser felices, de acoger, desde el temperamento de cada raza, cultura, lengua, clima y nación a los que vienen de fuera y también, por qué no decirlo, de un viaje interior y nuclear con muchas luces, algunas sombras y mucho amor de fondo, de ese que genera y regenera vida, acepta los defectos y perdona.

Ya ando de regreso en esta patria herida, que recibió una puñalada más en mi ausencia y luego se puso a celebrar como cada año de su historia llena de abusos, engaños, injusticias, impunidad e imposiciones, como si no hubiera pasado nada, como si no fuera a pasarnos nada después de todo lo que ya nos ha pasado a lo largo de nuestra historia, como si diésemos por hecho que este país seguirá aguantando todo como ha venido aguantando en el pasado y algunos incluso soñando y alegrándose por creer en el nuevo engaño nacionalista y populista, porque no vivieron lo que yo padecí en mi infancia y adolescencia o porque habiéndolos vivido y luchado contra ellos, sueñan ingenuamente en que esta vez sí será diferente.

Diría la canción que “ya vine de donde andaba”, que “se me concedió volver” con gran parte de mi tribu al hogar y como en una especie de lección de humildad pasé de la aventura a la desventura -al menos así lo dramatizo yo y por momentos ha habido justificación-, del control al descontrol, del gozo al pozo, pues nos trajimos de regreso, oculto pero muy vivo, el tristemente célebre virus que se halló muy bien en estas tierras y en este clima y decidió entonces manifestarse con cierta fuerza, hasta ahora no grave pero sí molesta, frustrante, en un caso específico, desesperante y en general destructora de todo lo planeado para recuperar lo que uno deja en pausa cuando pone en receso.

Como si uno pudiera controlar la vida. Tal vez me faltan algunos cursos o asesorías de esos geniales “coaches existenciales”, a lo mejor no tengo suficiente “positivismo” -perdón por usar este término aberrante que muchos de ustedes saben que se refiere a todo menos a pensar positivamente- o puede ser que no he decretado con suficiente fuerza que todo tendría que ser miel sobre hojuelas antes, durante y después de este muy anhelado viaje celebratorio del término de un ciclo vital.

Pero hablando en serio todos sabemos que no es así, que nadie puede controlar la vida y que incluso desde una sana visión teológica, ni Dios va a andar interviniendo en este universo y en la vida que creó según determinadas leyes y reglas, que muchas veces no comprendemos ni aceptamos, pero que así son.

Todos sabemos que como dice esta bella y sabia canción del maestro del Poble Sec, la vida es voluble y está llena de contrastes. A veces nos da besos en la boca y nos acaricia todo el cuerpo y el alma, se nos presenta en technicolor y nos hace sentir amados, seguros, valiosos, felices. En ocasiones hasta nos brinda sorpresas como esos conejos que hacen salir los magos de sus enormes sombreros. De vez en cuando nos sentimos aquí en la vida felices como niños cuando salen de la escuela.

A veces también, de forma más reposada, la vida nos brinda momentos de reflexión, buena charla amistosa, como si tomáramos café con los amigos o conviviéramos en torno a una copa de lo que a cada quien le gusta más. La vida se nos empareja, se hace a nuestra escala y nos invita a salir con impetu a la escena del drama de la humanidad y de nuestro propio drama y en el caso de los educadores nos da la energía, la creatividad y el talento para incidir en el corazón y en la mente de los futuros miembros de la humanidad para que se autodescubran y autovaloren, para que asuman de forma responsablemente libre y amorosamente apasionada el reto de mejorarse y mejorar este mundo tan lleno de carencias y problemas.

Pero también es cierto y hay evidencias en nuestra propia experiencia en distinta medida, que de vez en cuando la vida nos gasta bromas muy pesadas y aún crueles, nos zarandea y llena de golpes, de los legales y también de los golpes bajos. Porque la vida también se ensaña a veces con nosotros y a muchos millones no los suelta desde que nacen hasta que mueren y durante todos los días en que logran sobrevivir porque a lo que padecen no puede llamarse vida.

De vez en cuando la vida también nos desconcierta, nos sorprende de formas no gratas y nos hace despertar sin saber qué pasa, sin entender los cómos, los por qués y los para qués, dejándonos como dice al final la canción: chupando un palo sentados sobre una calabaza, que tal vez hace unas horas fue una elegante carroza o tal vez siempre ha sido la misma calabaza.

Pues educar para la vida, eso que se dice con tanto énfasis es eso. Educar para aceptar que la vida es así con sus de vez en cuándos y que hay que apañárselas lo más inteligente, razonable, responsable y amorosamente que se pueda tanto en las altas como en las bajas.

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).