Platos rotos

  • Juan Díaz Carranza
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Con la aprobación de los diputados a la reforma fiscal se terminaron de mostrar en su auténtica realidad el tamaño y rol que desempeñan muchos de nuestros políticos. A propósito de la vecindad con la efeméride, del día de muertos y el consecuente uso de máscaras y disfraces, personajes de los tres principales partidos políticos nos han dejado ver, sin tapujos, la caracterización que están usando para enfrentar estos difíciles tiempos. Por ejemplo: los priistas, por su posición de partido en el gobierno y acostumbrados a esconder las garras, les acomoda montarse la piel de cordero para mandar el mensaje de indefensión y no despertar así viejos resabios. A los panistas, tripulado por políticos de la medianía y apocados en extremo les viene bien el uso de caretas como un mecanismo diseñado para usarlas en la escena de su conveniencia. Y para los perredistas, habitantes de un partido en ruinas y con las sobras que les dejó los partidos chicos de la ola lopezodradorista no les queda más que simularse los “chuchos rotos reloaed”, una especie de defensores valientes que luchan contra el monstruo priista que se reinstala, pero que al final siempre les gana por el apetito pecuniario y los acaba seduciendo hasta hacerlos cómplices, quedando como los simples chuchos (Zambrano y Ortega). Pero lo que ellos no alcanzan a distinguir, es que esas posturas convenencieras han quedado desbaratadas por la afectación tan grande que causará esta reforma (de aprobarse en estos términos).

Todo empezó como una reforma hacendaría y terminó siendo una mediocre reforma que lastimó a los de siempre y recaudará menos de lo que se esperaba. Si bien es cierto que su atributo inicial fue el ser menos peligrosa que lo que se esperaba, porque no gravaba con IVA los alimentos y las medicinas; también es cierto que, se dejo puesta la alfombra para cubrir el hueco petrolero una vez que se consume la estrategia que viene atada a la aprobación de la reforma energética. Sin embrago, los errores de cálculo, la mala negociación, la cerrazón y la soberbia de los funcionarios de hacienda y la medianía de sus promotores terminaron por trastornar la iniciativa presidencial con tal de aligerarla, pero sólo lograron echarse encima a los principales involucrados: el ciudadano cautivo y el empresariado.

Ni las cuatro semanas que se invirtieron en analizarla y discutirla les sirvieron. Al final no satisfizo a nadie y el pragmatismo de los legisladores que pastorean la cámara de diputados prohijaron un portento que apenas descartó los aspectos de mayor polémica como eliminar el IVA en colegiaturas, en la venta y alquiler de casas, en los intereses reales de los créditos hipotecarios (salvo cuando excedan los 750 mil udis), en los espectáculos públicos, y en la venta de joyería al mayoreo. Y si prosperó el IVA para los chicles, mascotas y alimentos para éstas, y en el transporte foráneo terrestre de pasajeros, además de gravar las importaciones temporales de la maquiladoras, con lo que a partir del 2014 en las zonas fronterizas del país tributarán con la tasa general del 16% (y ya no del 11%), lo que traerá como consecuencia la pérdida para el fisco de cerca de 16 mil millones de pesos al año, y lo más grave todavía es la amenaza de un severo desempleo en esas zonas por el eventual éxodo de empresas maquiladoras.

La irritación también alcanzó a las compañías refresqueras y de comida chatarra. Los primeros no se libraron del impuesto de un peso por litro en las bebidas azucaradas, y los segundos fueron agregados con el 5% de impuesto.

RETRATADOS.

De los dos bandos quedaron marcados, unos por soberbios y otros por mercenarios. La soberbia habitó en los funcionarios de hacienda que se montaron en su macho. Bajo la irrealidad de minimizar la complejidad de negociar en San Lázaro, ligereza que le costó caro al gobierno y que el PRD le sacó provecho. Precisamente éstos, la dirigencia perredista, los mercenarios, colaboracionistas con el gobierno en turno (ayer el PAN hoy el PRI) terminaron por darle la espalda a sus principales postulados al avalar el alza de impuestos. Esta maniobra de los chuchos les dejó un laurel: que el gobierno del Distrito Federal se incluyera en el Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social. El acento en el error lo puso Marcelo Ebrard al destacar la descarada coalición con el gobierno federal, traducida en subordinación extravío de la posición que un partido de oposición debe ocupar. Esta declaración fue contrariada por el Cuauhtémoc Cárdenas quien dijo que fue correcto el sentido del voto a favor de los legisladores perredistas. No nos equivoquemos, el ingeniero se ha caracterizado por acompañar las propuestas tibias e incongruentes de esta izquierda domesticada (los chuchos), el ex candidato presidencial ha ido degradando su papel de líder moral hasta convertirse en comparsa de la derecha.    

Esta reforma quedo muy lejos de ser una reforma hacendaria y más lejos aún de ser estructural. No alcanzó a materializar los ofrecimientos presidenciales: no habrá impulso y reactivación a la economía, ni ampliará la base tributaria, ni tampoco logró acabar con la dependencia de las finanzas públicas a los ingresos petroleros.

Sería jugar al engañabobos pensar que los senadores puedan hacer  correcciones sustantivas a su colegisladora. Desafortunadamente la representación de ellos está muy lejos de la autonomía de decisiones y de ser popular, ellos están condicionados al interés de grupos políticos y se mueven bajo las instrucciones e interés del gobierno. Mientas que los ciudadanos seguirán pagando los platos rotos.

juandiazcarranza@hotmail.com

Twitter: @juandiazcarr

Abogado, economista y periodista.

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