Atorón

  • Juan Díaz Carranza
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Son tiempos de balances y de buscar salidas. Así como ayer se cumplió el primer año de la administración del presidente Peña Nieto, y con ello, una de las valoraciones de estos primeros meses se centra en el ánimo reformista y el papel del Congreso de la Unión en vísperas de asestar la reforma constitucional más lesiva para la Nación. De la misma manera, para entender el atorón en el que se halla nuestro estado, tenemos que valorar el rol desempeñó  el Congreso local y las tareas que deberá abordar la LXII entrante.

La LXII Legislatura local encuentra una institución hecha añicos. Hace tres años, con la llegada de la alternancia política, Oaxaca tuvo un ingrediente adicional: la composición del Congreso local que ponía fin a las mayorías absolutas. Con el cierre del ciclo de la hegemonía priista, también se acabaron los “carros completos”, y en consecuencia, desapareció la supuesta y denostada figura de la Gran Comisión. Entonces, se presumía un avance para los bríos democráticos de la entidad que entraba a una etapa de equilibrio y apertura, circunstancia que prometía independencia con respecto al Poder Ejecutivo estatal. Estas expectativas cobraban sentido porque el distintivo principal de aquella legislatura fue la pluralidad en términos político-ideológicos que auguraba cambios sustanciales en la dinámica política del estado. Sin embrago, hoy a la luz de la conclusión de esa legislatura histórica, constatamos que muchos de nuestros políticos no estaban listos para tanta independencia y que dilapidaron esa valiosa coyuntura. Ocasión con un clima propicio para la introducción de una agenda hacia la transición a la democracia y la apertura a discutir los grandes temas que al ciudadano de a pie le preocupaban, pero que terminaron por desperdiciarla en sus agendas personales que orientaron a muchos a saltar a otros cargos públicos. La estrechez de miras de estos legisladores impidió que Oaxaca pudiera encontrar hoy avances sustanciales. La gran mayoría de los integrantes de la LXI legislatura dejaron intocados los viejos métodos y las mayorías se siguieron construyendo con chantajes y presiones. Las votaciones unánimes fueron el resultado del reparto oportuno del dinero y canonjías. Es lamentable que la oposición al “gobierno del cambio” osciló entre la improvisación y el apetito de comercializar su apoyo, y que los temas de la palestra –muchas veces- fueron necedades privadas de argumentos de dogmática constitucional. En síntesis, el legado de este trienio es de desaliento, corrupción e ingratitud a Oaxaca. No entendieron su papel histórico. Unos, los más, beneficiarios del voto de castigo al PRI, en vez de enjuiciar a los abusadores y los malos funcionarios se convirtieron en avales de sus tropelías. Y los otros, utilizaron la curul como mero trampolín político. Ambos bandos, dilapidaron la paciencia ciudadana en la reinstalación de los vicios que la ciudadanía reprobó en las urnas hace tres años.

Lo anterior, explica la mala fama pública de la que gozan. El porqué hoy es habitual hablar mal de los legisladores. Esa es la causa de que algunos medios de información se encarguen de delinearles una de las peores famas públicas que hay.

No obstante, los justificados cuestionamientos, yo disiento de esas críticas coléricas sin obviar las limitaciones y notables deficiencias en muchos de ellos. La improvisación y la falta de compromiso creo que son los principales defectos de nuestro parlamento local. Sacar de la chistera a políticos e instalarlos en una curul como inicio de una carrera política, como si legislar fuera una tarea menor, o tolerar que lo más rancio de nuestra clase política se siga sirviendo del Congreso local para mantenerse “vigentes” como una especie de bolsa de desempleados políticos. Sin duda, se trata de una de las peores situaciones que mantienen anclada a esta institución clave para la estabilidad de la entidad.  

DESEO. Para los nuevos diputados, asumir como uno de sus principales desafíos es demostrar que nos son políticos guisados al vapor o al tenor del acomodo político, es el primer paso rumbo al adecuado desempeño de su prestigiosa responsabilidad. Comprender el porqué de la desconfianza y aversión creciente de la ciudadanía hacia ellos pasa por dimensionar la utilidad de nuestra historia política, tal vez no al grado de ser maestra de vidas, pero sí como el mejor referente y respuesta a los problemas que enfrentamos. Los integrantes de esta legislatura no pueden soslayar el fiasco en que terminó la legislatura anterior: desde la parálisis por falta de acuerdos, la falta de definición ideológica de los partidos políticos, el arribismo de muchos de ellos que solo utilizaron la posición, el sometimiento al mecanismo de la “línea” como autorización de voto, hasta la estrechez de miras que puso en permanentemente riego a la entidad.

Oaxaca hoy más que nunca requiere de sus servidores públicos, responsabilidad humildad y absoluta sinceridad para entender sin cortapisas ni medias verdades que nuestro estado se halla en franca regresión. Que si bien hubo un momento que pareció ser una excepción: el fin de la hegemonía priista y el arribo de la alternancia como modelo que confeccionaría un nuevo estilo de gobernar, con un gobernador que inició con un fuerte respaldo popular (superior al 80%, Mitofsky 2010). Hoy nada de eso existe. Los recientes resultados de la encuesta levantada Oaxaca: Evaluando  a su gobierno de la misma empresa encuestadora -Consulta Motofsky de Roy Campos- reprueba al gobernador Gabino Cué con un 54 por ciento de aprobación a su administración. Mientras que el promedio nacional de calificación a los gobernadores en sus respectivas entidades es del 62%. Este dato no debe ser analizado en aislado, porque representa apenas un atisbo del descontento de la población para todos aquellos que no han sabido conducir al estado en los últimos tres años.

A los que nos apasiona la política y creemos aún en ella como medio para resolver injusticias y adversidades no podemos dejarnos vencer por el pesimismo. Me inclino por creer que los integrantes de la LXII legislatura sabrán entender el momento por el que atraviesa Oaxaca, y que se asumirán con recato y seriedad su rol de diseñadores de las reglas del juego de nuestro estado. En ese entendido, uno de sus principales quehaceres será el ponerle limites a los que gobiernan y definir el compromiso de esta soberanía con México (ante la eventual aprobación de la Reforma Energética). Se trata de erigirse como contrapeso y obstáculo institucional “responsable”, y a la vez, como el catalizador social que tanta falta nos hace. De no entenderlo así y dejarse convencer por las veleidades de la partidocracia, serán corresponsables de no sacar del atorón en el que se encuentra Oaxaca.  

juandiazcarranza@hotmail.com

Twitter: @juandiazcarr

Abogado, economista y periodista.

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