La pobreza nuestra de cada día
- Xavier Gutiérrez
Las escenas son cotidianas. Se topa uno con ellas en multitud de esquinas y en los cruceros más transitados: los niños, o familias enteras vendiendo golosinas o baratijas.
El comercio sencillo, el velo de la humildad, la modesta dignidad que se resiste a ser mendicidad abierta.
Otros son los cirqueros ambulantes o contorsionistas acuciados por el hambre. (Algunos buenísimos, por cierto, con destrezas que bien les haría merecer una oportunidad en cualquier circo de paso por Puebla).
El arte callejero como disfraz eficaz de la miseria.
Lo grave del caso es que cada día son más, y más.
Algunas imágenes son verdaderas bofetadas a la conciencia.
En la esquina de la 22 Sur y San Francisco, en San Manuel, es medio día. Se acerca un chiquillo. El rostro moreno, los pelos parados, sudoroso, medio sonriente. Estira la mano frente a la portezuela con una cajita de mazapanes.
-¿Cómo te llamas?
-Silverio.
-¿Cuántos años tienes?
-Siete.
-¿Vas a la escuela más tarde?
-No…(Dice con gesto indescifrable, entre ingenuo, sonriente y triste)
No pide limosna, vende mazapanes.
Le doy unas monedas consciente de que esto es alivio transitorio.
Este chiquillo es uno de los 731 mil poblanos que le dan a esta ciudad el primer sitio por el número de pobres en todo el país.
Es también, Silverio, unos de los 261 mil nuevos pobres que se han sumado en Puebla los últimos dos años a las reprochantes estadísticas nacionales.
Con estos datos, brutales golpes a la responsabilidad social de las autoridades, de qué diablos sirve que nos atosiguen a cada rato con que llegan más turistas a Puebla, que creció más la economía que en otros estados, que registramos más inversión extranjera, y zarandajas similares.
Los funcionarios viven en otro mundo. No ven por las ventanillas de sus camionetas la miseria que ofrece mazapanes ni los cirqueros de esquina que brindan arte desarrapado a cambio de unas monedas para comer.
Ellos no se dan cuenta que los números de sus estadísticas no se comen, ni las declaraciones ufanas a los medios sirven para paliar el hambre de quienes viven bajo el manto de la miseria cotidiana.
A este rostro duro de la pobreza se añade la condición de Puebla como paso obligado de los centroamericanos y el espejismo de una ciudad deslumbrante y rica. También la escena se ha vuelto común. En calles y carreteras lo abordan a uno los jóvenes que vienen del ombligo de América con un sueño de subsistencia o prosperidad metido en la cabeza.
Es doloroso, conmovedor su reto personal. Una aventura, mezcla de calvario e ilusión. Miles de kilómetros en los pies desde la frontera con Guatemala y miles más enfrente hasta el Río Bravo.
Sólo cargan con su hambre de cada día, por equipaje una cobija, con incierto mañana, con la vida en un hilo.
Cuando le pidan unas monedas nunca los trate mal ni se las niegue si las tiene a mano.
Si unas monedas son su pan de hoy, no tenemos derecho a hacer más estrecha su ilusión.
Quitémosle una espina al pie desnudo en el siguiente paso. Es poco, ciertamente, pero es mejor que nada.
Lo deseable, lo exigible es que los gobiernos de todos los niveles del país les den un trato digno si no pueden hacer más por acortarles el acceso a una quimera.
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Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.