“Un llamado a la misericordia desde Washington”

  • Anabel Abarca Pliego
La obispa Budde pide compasión y justicia en un poderoso mensaje desde Washington

¿Para qué es el poder sino para ejercerlo? El martes 21 de enero de 2025, el presidente Trump, ya como presidente, acudió a la Catedral Nacional de Washington, una emblemática catedral neogótica perteneciente a la Iglesia Episcopal en los Estados Unidos de América. Inscrita como monumento en el Registro Nacional de Lugares Históricos, esta catedral es conocida como "La Casa Nacional de Oración".

Ese día, la obispa Mariann Edgar Budde, la primera mujer en liderar la Diócesis Episcopal de Washington D.C., utilizó su poder, su voz y su espacio para dirigirse al presidente sin miramientos, enviándole un mensaje contundente. Su intervención no solo marcó un precedente sobre la importancia de la congruencia y el discurso, sino que también subrayó el valor de actuar con valentía, incluso a riesgo de represalias personales.

El discurso que pronunció fue el siguiente:

“Señor presidente: millones han puesto su confianza en usted. Y como usted dijo ayer, ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En el nombre de Dios, le pido que tenga misericordia para la gente en nuestro país que tiene miedo ahora. Hay niños gays, lesbianas y transexuales, y familias demócratas y republicanas e independientes, algunas de las cuales temen por sus vidas. Gente que recoge las cosechas, que limpia nuestras oficinas. Que trabajan en granjas y en empacadoras de carne. Que lavan la loza luego de que comemos en restaurantes. Y que trabajan en turnos nocturnos en hospitales. Podrán no ser ciudadanos, o tener la documentación apropiada. Pero la vasta mayoría de los migrantes no son criminales. Ellos pagan impuestos, son nuestros vecinos, son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas y templos. Le pido que tenga clemencia con aquellos en nuestras comunidades cuyos niños temen que sus padres sean llevados lejos. Y que ayude a los que huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí”.

El mensaje de la obispa es potente y crítico, pues subraya la misericordia de Dios como un amor inclusivo que no discrimina por orientación sexual, lugar de origen o situación económica. Refuerza la idea de que no hay personas de primera o segunda categoría: todas son dignas de respeto y compasión simplemente por ser humanas.

El papel de las iglesias debe ser pregonar el ejemplo de Cristo ante cualquier persona, sin importar el miedo o las posibles consecuencias. La valentía de la obispa al hablar sobre estos temas es un recordatorio de que quienes representan a una institución también tienen el deber de alzar la voz por los más vulnerables. Pudo haberse quedado callada por temor al costo que podría implicar confrontar al nuevo presidente, pero eligió no hacerlo.

Más allá de su significado religioso, este discurso envía un poderoso mensaje político: las tribunas deben servir a los más necesitados. Las causas justas merecen ser defendidas, incluso en tiempos de incertidumbre, porque la verdadera compasión y la justicia trascienden los temores personales y las adversidades.

 X: @AnabelAbarcaP
Instagram: @AnabelAbarcaP
aabarcapliego@gmail.com

 

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Anabel Abarca Pliego

Abogada especializada en derecho corporativo y analista política. Su expertise en derecho corporativo incluye asesoría estratégica a empresas, diseño de estructuras legales eficientes y mitigación de riesgos jurídicos. En el ámbito político, ha destacado como asesora en vinculación estratégica y planeación gubernamental.