Esos que fueron mis amigos

  • Norma Angélica Cuéllar
Es como si el país se convirtiera en una gran discusión de sobremesa que nadie sabe cómo terminar

Seis años fueron suficientes para se rompieran amistades que yo pensé que iban a durar más que el pegamento industrial. Y es que, ¿quién iba a imaginar que lo que antes eran risas y bromas ahora serían peleas de lucha libre? AMLO no solo dividió al país, ¡también dividió el festejo del 15 de septiembre y las reuniones familiares!

Todas las pláticas y los encuentros de amigos y familia se convirtieron en pleitos entre "fifís" contra "chairos". Un día estábamos debatiendo si las tortillas eran mejor de maíz o de harina, y al siguiente, el pleito era quién estaba más equivocado AMLO o sus críticos. Y claro, cuando cada lado se siente dueño de la verdad absoluta, lo único que pasa es que la cosa se pone fea. Como cuando te peleas con tu pareja y terminas durmiendo en el sillón, pero aquí no hubo sillón que valiera, ¡todos terminamos bloqueados en WhatsApp!

Las reuniones ya no eran lo mismo. Desde la reforma educativa hasta la reforma del poder judicial. Todo se convirtió en campo de batalla.

El que traía la carne asada ya no hablaba con el que traía la ensalada. Y los de la cerveza, ni siquiera querían invitarle al otro grupo. ¡Un desastre! Los que defendían a AMLO lo hacían como si estuvieran vendiendo seguros: “Ningún presidente había defendido más a los pobres que AMLO”. Y los otros, los que no podían verlo ni en pintura, diciendo que el país se iba a hundir más rápido que el Titanic. ¿Y adivina qué? En medio de todo eso, nuestras amistades se fueron al caño.

Lo peor es que ya no se podía hablar de nada sin que saliera el tema. Era como la suegra incómoda: querías evitarla, pero ahí estaba. Y entonces, lo que antes era una conversación normal, se convertía en un ring de boxeo. Ya ni siquiera podías hacer una broma sin que alguien dijera: “Ah, claro, porque tú apoyas a AMLO” o “eso lo dice un fifí, seguro”. Hasta para escoger a qué hora ver un partido de futbol terminábamos peleados.

El drama llegó a tales niveles que hasta los chats familiares se volvieron arenas de batalla. La tía Lupita, que antes solo mandaba bendiciones y recetas de pastel de tres leches, ahora está enviando memes de AMLO como si fuera la nueva embajadora de las redes sociales del gobierno. El tío Toño, que no hablaba desde la boda del primo, regresó solo para decir que todo es culpa de la 4T. Y ahí vamos, mensaje tras mensaje, viendo cómo nuestras familias se fracturan más que la economía.

Y mira que yo pensé que, cuando pasara el tiempo, todo se iba a calmar. “Ya, hombre, nomás es política, no pasa nada”. ¡Ilusa! ¿Cómo no va a pasar nada si parece que nos estamos jugando la vida con cada comentario? De repente te das cuenta de que discutir de política en México es más peligroso que hablar de la ex con tu pareja. Es como si el país entero se convirtiera en una gran discusión de sobremesa que nadie sabe cómo terminar. ¿Y la cuenta? Esa la seguimos pagando en silencio.

Pero bueno, ya se va a acabar el sexenio. Y con un poco de suerte, a lo mejor con Claudia Sheinbaum se nos pasa el coraje, o al menos dejamos de gritarnos en Facebook. A ver si para el próximo asado ya podemos volver a invitar a los que borramos del grupo de WhatsApp. Aunque la verdad, conociéndonos, lo más seguro es que en lugar de reconciliarnos, ¡nos peleemos otros seis años más! Pero bueno, así es la política en México: si no acabas peleado, es que no la estás viviendo lo suficientemente intenso.

Y ahora, con el nuevo sexenio en puerta, queda la pregunta más importante: ¿podremos hacer las paces o nos va a durar el rencor hasta las próximas elecciones? Porque, la neta, ya no sé si prefiero la paz mundial o que el próximo presidente sea uno que no me haga perder otros diez amigos en el camino. Pero como está la cosa, a este paso, ni el nuevo gobierno, ni el siguiente, ni las carnitas del domingo van a ser capaces de resolver esta batalla épica.

Usted sabe que yo escribo de asuntos migratorios. Evito escribir sobre política porque siempre hay alguien que se siente ofendido. Sinceramente, creo que seis años no son nada y que no hay reconciliaciones a la vista. Pues así las cosas al final del polémico y siempre complejo sexenio de Andrés Manuel López Obrador, quien será recordado por su enorme polarización social. Curiosamente no encontré opiniones intermedias. Todo fue a favor o en contra.

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Norma Angélica Cuéllar

Periodista egresada de la UNAM, especializada en política, derechos humanos, religión y migración, con artículos publicados en revistas y diversos medios nacionales. Doctora en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP.

 
 

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