Cada vez que Donald Trump está en la boleta de la elección estadounidense, aparece el mismo fantasma: la amenaza de una persecución masiva contra millones de migrantes. ¿Y qué tanto cumplió la última vez? Pues, nada. Tras ganar en 2016 prometió deportar a entre 2 y 3 millones de indocumentados, expandir el muro y cerrar la frontera. Lo cierto es que se quedó en puras palabras. Para sorpresa de todos, Barack Obama, el presidente que iba “a favor” de los migrantes, en realidad deportó a 2.7 millones, mientras que Trump deportó a millón y medio. Al parecer, lo suyo fue mucho ruido y pocas nueces.

Pero, aunque la idea ya forme parte de las propuestas de la plataforma electoral de Trump bajo el lema Deportaciones masivas, ahora, los especialistas en el tema aseguran que expulsar del país a tantas personas implicaría una serie de desafíos legales, logísticos y prácticos.

Para empezar, el plan es impráctico y el panorama logístico es una verdadera pesadilla. Para empezar, hoy se estima que hay alrededor de 11 millones de migrantes indocumentados en Estados Unidos. Muchos llevan más de una década viviendo allí. Así que, antes de cualquier cosa, cada uno tiene derecho a una audiencia judicial. Y considerando que el sistema de tribunales de inmigración está saturado hasta el cansancio, expandirlo no sería solo costoso, sino prácticamente imposible.

En el último año, apenas se deportaron 140 mil personas, así que, para alcanzar la meta de millones, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) necesitaría multiplicar no solo a sus 20 mil agentes, sino casi a toda su infraestructura.

Hoy en día, incluso las ciudades santuario –esas que protegen a migrantes de operativos del ICE– representan un dolor de cabeza adicional. El mismísimo Alguacil de Broward, en Florida, ya dijo que no va a poner un dedo en el plan de Trump.

Además, el ICE necesitaría un ejército de vuelos, no solo en número, sino también en cooperación internacional para deportar migrantes a sus países. ¿Y quién va a pagar todo esto? De acuerdo con expertos como Aaron Reichlin-Melnick, el costo de tan solo un cambio menor en operatividad implicaría millones y millones de dólares. De hecho, los cálculos apuntan a que Trump necesitaría unos 100 mil millones de dólares.

El presupuesto del ICE en 2023 fue de $327 millones para deportaciones, y expulsaron 140 mil personas; sacar a millones de un solo tirón simplemente es inviable e irreal.

Y si de problemas legales hablamos, la situación no pinta mejor. Cada incremento en deportaciones masivas va a atraer montones de demandas de organizaciones de derechos humanos. Aunque en 2022 la Corte Suprema limitó los mandatos judiciales contra las políticas migratorias, las impugnaciones no se van a detener.

Y luego estarían las posibles “espantosas imágenes” que, según expertos, acabarán en las pantallas de cada hogar. Escenas de autobuses llenos de personas queridas en sus comunidades, de niños llorando, o familias partidas en dos: malas noticias para Trump, en términos mediáticos y propagandísticos.

Ni el uso de la Guardia Nacional salvaría la situación.

Aunque Trump sugiere incluir fuerzas militares y hasta incentivos para quienes colaboren en el plan, aún no hay un solo indicio de cómo pretende implementarlo en todo el país. Dicen que quiere levantar “campamentos” para los miles de personas en espera de sus audiencias, pero lo cierto es que todo el asunto suena como un mal guion.

Así que, mientras Trump agita la bandera de la “Operación espaldas mojadas” de 1954 –cuando EE.UU. deportó, según se dice, a 1.3 millones de personas, aunque hasta eso está en duda–, los expertos señalan que hoy ese programa sería irrealizable. Al final del día, su lema “Deportaciones masivas, ahora” no parece tener mucho más detrás que una simple (y ruidosa) estrategia de campaña.

Estaremos pendientes a los resultados de la elección presidencial en EE.UU.