Transformando el daño colateral
- Ximena Constantino
Cuando se menciona la frase daño colateral inmediatamente viene a mi mente imágenes terribles: polvo, humo, armas, tristeza y hambruna. Increíble ver todo eso desde el imaginario, una realidad que, por fortuna, jamás me ha tocado vivir, y que sin embargo sí es real; existe y se da en otras latitudes del mundo en este preciso momento, mientras lees este texto.
A lo largo de la historia hemos podido ver varios tipos de daño colateral que un hecho preciso, o una decisión gubernamental pueden llevar, incluso hasta la destrucción de una población. No necesito ni tres segundos para que vengan a mi mente algunas grandes desgracias de la humanidad: Vietnam, el Holocausto, la bomba de Hiroshima.
Si lo vemos con perspectiva de temporalidad y si no dejo que mi optimismo por la humanidad decaiga, me gusta pensar que esos terribles hechos históricos, con el tiempo también pudieron llevar a grandes y positivas cosas. Creo que incluso no nos detenemos a pensar que todas nuestras acciones, incluso personales, tienen un reflejo tarde o temprano en otras circunstancias, como un efecto dominó, como un efecto mariposa, tanto en nuestra vida personal como en nuestro rol dentro de la sociedad, en el momento que ocupamos en el universo en este momento. Todo lleva una acción, una consecuencia.
Creo que la magia de los efectos colaterales para que se conviertan en positivos en vez de negativos, podría radicar en la honestidad desde donde se hacen las cosas, desde la convicción personal, y que entonces, por añadidura podría traer cosas positivas. He podido ser testigo de que eso es real, y que también existe el beneficio colateral.
La música funciona de esa forma. Son vibraciones que viajan y que por más misticismo que tengamos alrededor de este arte, existe una realidad física y acústica, en donde esas vibraciones que emitimos desde un instrumento llegan directamente a alguien, las cuales viajan como la mariposa que se mueve en el viento y que afecta en todo su entorno. Esas ondas, esas vibraciones, viajan y vuelan hasta que se posan en algún lugar y cambian, evolucionan en algo que forma parte de un todo. De ahí que en ocasiones escuchar música nos pueda llevar a la gloria o al infierno: de ahí que cuando vamos a un concierto, sea capaz de sacarnos las lágrimas más profundas, sin saber siquiera por qué lloramos. De ahí que también cantemos a todo pulmón y sintamos una conexión profunda con los músicos y artistas que nos regalan esos momentos, y, que, por otro lado, no sería completada la misión si no estuviera nuestra audiencia.
Volviendo al tema de transformar el daño colateral a un beneficio, me gusta pensar también en como una cuestión comercial, o de algo que tiene que ver con dinero o la economía, también puede tener diferentes aristas, en donde si llega la gente correcta a puestos en donde se toman decisiones importantes, pueden crear acciones para que ese beneficio colateral llegue a donde nunca te lo imaginaste. He sido testigo de que es posible hacerlo, ir desde una cuestión comercial a una comunidad rural y que esto derive en poder llevar clases de música gratis a niños. Creo que a veces lo tomamos a la ligera, pero este hecho puede cambiarle la vida a un niño, quien a su vez podrá cambiar la vida de alguien más por su música o la calidad personal que la disciplina musical pueda darle, tarde o temprano.
Creo que todas las niñas y niños de nuestro país deberían de tener el acceso a la educación musical, es un derecho que como personas merecemos, el derecho a la cultura, el derecho a compartir, y a que eso derive más tarde en mejorar nuestro entorno y nuestras vidas. Dicen que a veces el fin justifica los medios, y a título personal, si puedo encontrar en el sector privado (aún más que en el gobierno) ese apoyo para llevar acciones culturales, lo seguiré haciendo.
Como músicos y artistas creo que debemos de ser arriesgados, salirnos de nuestra zona de confort e intentar buscar las formas para llevar un beneficio más allá que el que de por sí, la música ya produce. Ponernos la camisa de gestores, productores para que seamos cada vez “más los buenos”. Vale la pena hacerlo para que también, a su vez, nuestra labor sea más valorada y tomemos la rienda de la cultura de nuestro país en vez de dejársela a burócratas, que en su mayoría, solo buscan un bien personal. Busquemos aliados que tengan quizás otros fines, pero que no estén peleados con nuestros ideales. Quitémonos el miedo de tocar las puertas, que, después de todo, y como siempre dice mi mamá, de todos modos, el no ya lo tienes, se puede ganar más de lo que puedes perder.
Opinion para Interiores:
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Saxofonista y comunicóloga. Ha ganado premios y estímulos tanto en música clásica como popular. Es gestora de eventos para promover la equidad de género. Su formación musical y su asociación con marcas reconocidas como Yamaha, Veerkamp, BGFrance y Daddario, demuestran su influencia en la escena internacional.