Elise Hall, la dama y guerrera del saxofón

  • Ximena Constantino
Su espíritu cambió el rumbo de la historia del saxofón de concierto y de las mujeres saxofonistas

Cuando estoy por subir al escenario cierro los ojos y respiro profundamente. Son aquellos dos minutos de suma concentración en donde las manos te sudan, el corazón te palpita fuerte y las piernas tiemblan un poco; ese el momento en donde casi puedo sentir una mano en mi hombro derecho de aquella mujer estadounidense de tez blanca.

No siento temor al sentir su presencia, por el contrario, como si de un espíritu bondadoso se tratase, que me llena de fuerza y seguridad. Así siento su visita, son minutos en donde el tiempo transcurre volando, antes de poder caminar sobre el escenario y actuar como si los nervios no existieran. Luego me imagino esa misma mujer, escuchándome, observándome desde la última butaca del gran teatro con ese enorme sombrero de finales del siglo XIX, con el que aparece en todas sus icónicas fotografías.  Esa mujer del fondo de las butacas es Elizabeth Swett Coolidge-Hall mejor conocida como Elise Hall.

De cierta manera extraña puedo sentir la conexión con ella luego de cien años de su existencia en este plano terrenal.  Sin ella, quizás el saxofón no tendría un lugar solista en la música de concierto, sin ella, no existirían obras para saxofón de los compositores: Charles Loeffler, Georges Longy, Paul Wilson, Claude Debussy, André Caplet, Vicent d’Indy, Georges Sporck, Jules Mouquet, Henry Woollett, Paul Dupin, León Moreau, Philippe Gaubert, jean Huré, Gabriel Grovlez, François Combelle y Florent Schmitt. Obras las cuales ahora representan parte del repertorio más importante para el saxofón clásico o de música académica.

¿Habrá sentido ella nervio al ser la primera persona en tocar como solista con una orquesta? ¿Le habrán sudado las manos igual que a mí? ¿Habrá recibido una ovación del público?

A veces casi puedo sentir e imaginar cómo sería ella, su carácter, su manera de vestir y hasta de maquillarse y se vuelve para mí un estandarte. Elise fue madre de dos hijas y quedó viuda cuando tenía 44 años.  A decir verdad, siempre queda un sentimiento de culpabilidad por “dejar” a los hijos para llevar a cabo tus metas, o “preferir” pasar tiempo con ese instrumento de metal en vez de jugar con tus hijas o al futbol con tus hijos. Puedo imaginar tal vez como ella se habrá sentido porque yo en ocasiones me he sentido igual, llena de culpabilidad, culpabilidad heredada por la sociedad y los roles de la mujer en ella, por saber que estás fuera de la caja, que eres una oveja que se salió del redil. Ese sentimiento está quizás en nuestro subconsciente femenino y es muy complicado sacarlo, así como así, aunque por fuera seas una gran profesionista o artista, en el fondo del corazón siempre queda esa mancha de tristeza, de culpa, de remordimiento.

En aquella época, finales del siglo XIX y principios del siglo XX, puedo imaginar que Elise era una mujer no muy bien vista por la sociedad. Estadounidense de nacimiento migró durante gran parte de su vida a París, donde se identificaría en varios aspectos de la modernidad y del arte, sin embargo, y por motivos del esposo, más tarde regresaría a Boston, en donde realizaría grandes aportes al mundo del arte, de la música y sobre todo al saxofón. Cambiarse, mudarse, estar en movimiento siempre es parte de la vida, pero la realidad es que cuando se decide tener una familia siempre se vuelve más complicado. La dama del saxofón, como le apodaron, quedó viuda cuando sus hijas aun eran pequeñas y ella muy joven, y a pesar de no tener problemas monetarios puedo imaginar la soledad, el pesar y la tristeza que nos arrastra la muerte. A veces porque así sucede, y otras porque decidimos enterrar a aquellos que en algún momento amamos y que hoy ya no están más con nosotros.

Richard Hall, esposo de Elise, era un médico de renombre, sin embargo, cuentan algunos historiadores, que era adicto a la cocaína. Así la vida de la millonaria, culta, inteligente y madre Elise Hall, quizás se hallaba en una especie de cárcel, hasta que su esposo falleció. Solo los giros y golpes drásticos en la vida son los que nos hacen en ocasiones recordar que el tiempo que tenemos es corto, y que a pesar de la presión social que puede haber a nuestro rededor, y más aún como mujeres, tenemos que ahora, hoy, hacer las cosas que siempre quisimos, en el caso de ella y mío: tocar saxofón.

El fracaso a veces se disfraza y entra a nuestra casa como un gran intruso; lo dejamos pasar tanto tiempo que nos acostumbramos a vivir constantemente con él dándonos vuelta y miedo en nuestra cabeza. La sociedad dictaba que Elise, tenía que encajar. Ser una mujer burguesa, viuda de un doctor de renombre, madre de dos hijas, dedicarse al hogar y nunca, pero nunca, entrar a un mundo liderado por hombres. En algunos sentidos a mí también eso me dictaba la sociedad, pero decidí salir de mis cuatro paredes, y hoy no me arrepiento en absoluto.

Elise se enfrentó muchas veces a burlas, chiflidos y faltas de respeto inclusive de compositores de alto renombre como Claude Debussy, a quien encargó La Rapsodia para Saxofón y Orquesta y él, de mala gana y constante burlas entre sus colegas, la escribió. Cabe recalcar que tanto era el hartazgo de Debussy con la obra y con Hall, que recibió en 1901 los honorarios derivados del encargo de la saxofonista y del editor Jacques Durand en 1903, pero él prefirió no entregar la partitura de la Rapsodia y la conservó hasta el día de su muerte en marzo de 1918.

Un año después de su muerte Elise, estrenó la obra en 1919 en París, hecho histórico que no solo cambiaría el rumbo de su vida sino de todos los que ahora nos dedicamos al saxofón.

Enfrentarse a burlas nunca es agradable, pero al igual que ella, pienso que abrir caminos siempre será doloroso; innovar traerá un torrente de sabotajes y todo ello representará el precio de la soledad sumamente alto.

En este texto no quise mencionar términos feministas, ni mostrar un discurso morado. Por el contrario, quiero hacerle saber a quien está leyendo, que mi lado sensible y femenino están a flor de piel siempre en cada paso que doy, y agradezco al universo por haber sido mujer.  Que no es fácil ser madre, no es fácil emerger en un ámbito que ha sido encabezado por hombres durante más de cien años; tampoco fue fácil ser la primera mujer en terminar la Licenciatura de Saxofón en el Conservatorio Nacional de Música. Y para Elise, pienso que tampoco lo fue.

Ese para mí es el verdadero empoderamiento femenino. Armarse de valor, recibir los golpes por abrir veredas, caerse y levantarse, ser criticada de manera más fuerte que el resto de los colegas y aun así, seguir de pie, creyendo en la causa por mí, por las demás mujeres saxofonistas, como estoy segura, alguna vez lo pensó ella, la dama del saxofón.

#8M

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Ximena Constantino

Saxofonista y comunicóloga. Ha ganado premios y estímulos tanto en música clásica como popular. Es gestora de eventos para promover la equidad de género. Su formación musical y su asociación con marcas reconocidas como Yamaha, Veerkamp, BGFrance y Daddario, demuestran su influencia en la escena internacional.