Peña Nieto se va por la puerta trasera

  • Norma Angélica Cuéllar
Su gestión estuvo marcada por la frivolidad y la indolencia.

Después de ver el VI Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, sólo hay una cosa que me queda absolutamente clara, que el hombre nunca comprendió al país que gobernó durante seis años. Nunca comprendió que los mexicanos teníamos sed de paz social, sed de justicia, sed de austeridad, sed de gobernantes justos, sed de combate a la pobreza y de dar un futuro cierto para nuestros niños y jóvenes. Nunca comprendió nada.

Su gestión estuvo marcada por la frivolidad y la indolencia.

En este último informe, el mandatario volvió a hacer gala de banalidad, con esas pantallas gigantes y la decoración fastuosa que debió costar una fortuna. Usó, además, un formato acartonado, complementado con videos de un falso triunfalismo.

No sé si las lágrimas de su esposa e hijas fueron espontáneas o tan falsas como cuando Angélica Rivera “La Gaviota” salió a argumentar que la compra de la Casa Blanca ubicada en la calle Sierra Leona, en Lomas de Chapultepec,  fue pagada con el salario que obtenía como empleada de Televisa y desmentida de inmediato por sus propios compañeros.

Según datos oficiales, en sus seis años, la Presidencia erogó al menos 8 mil millones de pesos en los gastos de la familia presidencial, que no dejó de mostrarse como realeza política. Con grandes espacios en las páginas de sociales, donde mostraban sus viajes al extranjero comprando en tiendas exclusivas de Miami. Muchas veces, las hijas acompañadas por sus amigos y siempre usando aeronaves oficiales y protegidas por el Estado Mayor presidencial.

Durante sus seis años, la esposa y los hijos no dejaron de protagonizar escándalos y dolores de cabeza. Justo hace una semana, las hijas, Sofía Castro y Paulina Peña Pretelini, llevaron a la residencia Oficial de Los Pinos al famosos tatuador estadunidense Jonathan Valena, mejor conocido como Jon Boy.

Y nos enteramos porque fue el propio cotizado artista de la piel de Hollywood, que tiene entre sus clientes a Rihanna, Justin Bieber y Miley Cyrus, entre otras estrellas, el que dio a conocer el trabajo que vino a hacer a México al publicar en su cuenta de Instagram fotografías de su viaje relámpago a Los Pinos, a invitación de Paulina Peña, para tatuar a las hijas del mandatario mexicano.

Según medios angelinos, el estudio donde tatúa Jon Boy cobra cerca de 400 dólares la hora. Por trabajos a domicilio, el costo se eleva a no menos de mil dólares.

Y aunque las hijas trataron de disculparse diciendo que el artista no cobró nada, lo cierto es que sus excesos fueron demasiado lejos. Y lo peor, quedarán en la impunidad.

 

En estos 6 años, Enrique Peña Nieto tomó el ejercicio público como un negocio patrimonialista, aderezado con abuso de poder, excesos en el ejercicio del erario público y sobre todo incapacidad para enfrentar la problemática nacional.

Lo bueno es que ya se va, y se irá por la puerta trasera porque sus acciones sólo fueron un insulto para un país en crisis económica, con millones de desempleados, jóvenes sin oportunidad de educación, y miles de familias sin acceso a la salud, vivienda, seguridad y justicia.

Fue un presidente que permitió que los gobernadores actuaran, también como virreyes aliados al narcotráfico, con familias reales, como la esposa del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, Karime Macías, quien llenó planas enteras diciendo “sí merezco la abundancia”. Familias que se enriquecieron de la manera más miserable al usar el dinero de hospitales y dar tratamiento de agua a niños enfermos de cáncer.

Familias que dejaron hospitales a medio terminar y sin medicamentos, escuelas sin bancas, baños e infraestructura digna, servicios con aumentos sostenidos y sobre todo un país sumido en la más absoluta y completa impunidad. Donde, según un estudio de la UDLA, se castiga uno de cada 100 delitos. El país más peligroso para ejercer el periodismo y donde el feminicidio es la nota roja de todos los días.

Peña Nieto se va con una estela de incompetencia. No importa las cifras alegres que nos quiso dar, el país que deja está en peores condiciones que el país que recibió en 2012. El descaro no para ahí, en seis años creció su patrimonio y el de sus más cercanos colaboradores.

Lo bueno es que ya se va.

Si tiene algún comentario, queja o malestar qué comentarme, escríbame. Me interesa escucharlos norcudi@gmail.com

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Norma Angélica Cuéllar

Periodista egresada de la UNAM, especializada en política, derechos humanos, religión y migración, con artículos publicados en revistas y diversos medios nacionales. Doctora en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP.

 
 

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