Política: amarrar a los perros

  • Elmer Ancona Dorantes
La pertinente construcción de la unidad. Respeto e inclusión, sus elementos.

 

 

En el plano de la política y lo electoral frecuentemente vemos como se exaltan las pasiones entre partidos, facciones y bandos, que no dejan vivir en paz a la gente de bien.

 

Los candidatos derrotados y sus militantes, pese a haber sido superados “a la buena”, no cesan de injuriar a los políticos que triunfaron y obtuvieron su constancia de mayoría con el respaldo de los votantes, de los institutos y hasta de los tribunales.

 

Los ciudadanos pueden expresar sus emociones e inconformidades como se les pegue la gana (de forma pacífica, por supuesto) porque para eso es la libertad de expresión; sin embargo, los dirigentes partidistas y funcionarios públicos no pueden hacerlo porque dependen y viven del erario, de los impuestos de la sociedad.

 

Pongamos un caso reciente: Andrés Manuel López Obrador se reunió con José Antonio Meade Kuribreña, uno de sus principales contendientes electorales, como un gesto de acercamiento y de reconocimiento a la pluralidad.

 

En ese encuentro, el Presidente electo calificó al candidato de la coalición Todos por México como una persona “decente, buena y honorable”; además, llamó a todos los mexicanos a la unidad, a la reconciliación “para sacar adelante a nuestro querido México” y para llevar al cabo la cuarta transformación de la vida pública del país

 

¿Eso es malo? ¿Eso es perverso?

 

Las voces de la disidencia no pudieron esperar ni tantito para comenzar a despotricar contra los dos personajes públicos ¿Por qué? La respuesta es simple: lo llevan en su naturaleza ideológica.

 

Porque es gente que lleva el pleito callejero en su ADN; porque es gente que se altera, que se violenta, que se arrebata ante cualquier aspaviento, sin poner por delante la razón, la argumentación, la buena fe.

 

¿No se supone que los partidos perdedores deberían estar trabajando arduamente para reconstruir a sus propios institutos políticos, sumidos en la desgracia y en el desencanto social?

 

¿No se supone que deberían estar tejiendo fino para unir de nuevo a las diferentes facciones internas que hoy están conflictuadas, confrontadas por las traiciones, por las ambiciones personales y grupales, por las estrepitosas derrotas?

 

En lugar de mirar la paja en el ojo ajeno teniendo una viga en el propio, la disidencia política tiene la gran responsabilidad de ofrecer a sus simpatizantes una futura estructura electoral, para mantenerse vivos, para crecer. De no hacerlo estarán cavando su propia tumba.

 

Meade Kuribreña le deseó la mejor de la suerte al hoy Presidente electo, porque si la va bien a la principal figura pública de México le irá bien al país; esto es lo que debería hacer el resto de los políticos perdedores.

 

Aclaro y reitero: no significa que a López Obrador se le tolere todo, que se le aplauda todo, que se le admita todo. De ninguna manera. En México debe predominar la libertad de expresión y la crítica al poder (con una disidencia fuerte) por encima de todo.

 

Significa, simple y llanamente, que México debe ser la prioridad de todos los ciudadanos, por el bien propio, por el bien de nuestros hijos. Necesitamos un solo México, no dos ni tres. Uno solo.

 

La Arquidiócesis Primada de México, por ejemplo, convocó a los mexicanos a asumir nuevas dinámicas de encuentro en las que prevalezca el respeto y la dignidad del otro ante los cambios por venir en los distintos ámbitos de gobierno.

 

“Actualmente suena muy difícil un ensamble de posturas opuestas; sin embargo,  pese a las diferencias de opiniones, definitivamente se puede avanzar –mediante el factor ‘respeto’– por el camino del destrabe de esos nudos sociales que sólo abonan a las desarmonías de una nación”, se pronunció la Iglesia.

 

Aún más, las autoridades eclesiales agregaron que como miembros de una sociedad polarizada, seguramente la mayoría tiene un “catálogo de insultos” para quienes tienen opiniones enfrentadas, pero lo mexicanos, y particularmente los católicos, anhelan tener un país armónico.

 

“Sociedad, gobierno, bancadas políticas e Iglesia, debemos asumir nuevas dinámicas de encuentro en las que prevalezca el respeto y la dignidad del otro. Acerquemos posturas, desterremos la cultura del insulto y vivamos el espíritu del diálogo”.

 

Este mensaje también va para los políticos “ganadores” ya que, cosa curiosa, quienes integran a los equipos favorecidos con el triunfo insultan igual o de forma más violenta a los “perdedores”. Ven a su ganador como un “todopoderoso” que no merece ser tocado ni con el pétalo de una rosa. Cuidado con la intolerancia.

Y Puebla, por supuesto, no es la excepción.

 

En términos coloquiales, mundanos y de poder, lo que se trata de decir es que los políticos deben, ya, amarrar a sus perros para frenar una costosa lucha fraticida que no conducirá al país a nada bueno.

 

elmerancona@hotmail.com

@elmerando

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Elmer Ancona Dorantes

Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y maestro en Gobierno y Políticas Públicas por el Instituto de Administración Pública (IAP) y maestrante en Ciencias Políticas por la UNAM. Catedrático. Ha escrito en diversos medios como Reforma, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.