Primero los Pobres

  • Elmer Ancona Dorantes
Más de 240 mil personas en pobreza extrema necesitan de la autoridad municipal y de los poblanos.

Abogar por lo pobres y salir en su defensa es la cosa más fácil de mundo, cualquiera puede hacerlo; de hecho, muchos políticos lo proponen en sus campañas para ganarse el corazón del electorado, pero en los hechos les gana la flojera o la ignorancia.

 

Quienes viven en la pobreza carecen de muchas cosas, pero quienes están en la pobreza extrema –en la miseria- carecen de todo: educación, servicios de salud, vivienda y alimentación. De todo tipo de bienestar. No les alcanza ni para una canasta básica.

 

Son quienes viven en condiciones paupérrimas los que deben estar en nuestro centro de atención permanente; no se les puede ignorar, ni obviar, ni olvidar y mucho menos estigmatizar. Merecen todo nuestro esmero y cuidado.

 

Protegerlos es nuestra máxima obligación -compromiso y deber-; no es algo que dependa de lo que hoy se quiera o no; no es algo anclado a nuestros caprichos; es menester tenderles la mano y, principalmente, rescatarlos de las condiciones en las que viven.

 

En la ciudad de Puebla, por ejemplo, hay 124 colonias y juntas auxiliares referenciadas como “polígonos de pobreza”; por lo menos 878 mil personas son pobres, de las cuales 241 mil son considerados como “miserables”.

Lo ideal sería que en ninguna ciudad del país, incluyendo la nuestra, vivan seres humanos en circunstancias lamentables; no obstante, si algunos ciudadanos y gobernantes no pueden o no saben qué hacer con toda esa gente, sería bueno apartarlos para dar paso a quienes sí quieren trabajar por ellos.

¿Es tan complicado abogar por esa gente? ¿Es tan difícil ir a su rescate y ofrecerle los bienes y servicios que tanto requieren? ¿Somos tan inútiles e incapaces para salvarlos de esos deplorables círculos de necesidades extremas?

Quienes profesamos la fe católica estamos llamados a ser misericordiosos hasta el extremo, sin miramientos, sin titubeos, sin pena, sin flojera ni modorra, sin presunciones.

Los gobernantes católicos o cristianos están doblemente obligados a calmar el dolor de los “miserables”, de los que sufren, de los que claman ayuda, de los que ya no pueden más. Las Obras de Misericordia deben regir su vida política.

Y los gobernantes de izquierda que tomarán las riendas del poder en poco tiempo (en esta ciudad y a nivel federal) deberán entender que la clásica estrategia de “quitar a los ricos para dar a los pobres” (al estilo Robin Hood) no es la panacea para remediar estos males.

Más allá de las recomendaciones que los instrumentos internacionales ofrecen para abatir la pobreza (incremento moderado de impuestos, protección de zonas indígenas y rurales, construcción de clínicas y escuelas), es mucho más sugerible accionar los siguientes mecanismos:

1. Hacer a todos los ciudadanos copartícipes de esta enorme responsabilidad, de levantar del dolor y las carencias a nuestros hermanos más pobres; la coparticipación voluntaria comienza con el ejemplo de los gobernantes.

Hacernos menos consumistas; reorganizar nuestros recursos; enseñar a la gente a dar más y mejor; aplicar el “Uno por Uno” en materia de rescate humano (hoy por ti); generar conciencia en escuelas y empresas; movilizar a los profesionistas y universitarios a las causas nobles, entre otros aspectos, da excelentes resultados.

 2. Destinar los recursos públicos -de manera prioritaria-, a aquellas zonas marginadas que históricamente han carecido de los servicios más elementales; voltear a ver, por ejemplo, a San José Xaxamay, San José del Rincón, La Margarita, Santa María Guadalupe Tecola, Clavijero, Mateo de Regil, Unidad Habitacional Agua Santa, San Baltazar Campeche, Barrio de Xanenetla, Coyopotrero, entre otras.

Esto es, olvidarnos un poco del hermoso Primer Cuadro de la Ciudad (que ya tiene suficiente) para dar agua, luz, calles pavimentadas o clínicas a las comunidades pobres; la vida misma lo va a agradecer a todos. Hay cosas que pueden esperar un poco.

3. Y el mecanismo más importante: generar riqueza local, esto es, impulsar a los pequeños y medianos comerciantes (de manera ordenada) que son los que generan capital y riqueza “micro”, además de fuentes de trabajo.

“Primero los pobres” ha sido una consigna de campaña que ahora los nuevos gobernantes tendrán que aplicar y detonar. Aquí la duda de muchos ciudadanos es si sabrán hacerlo.

No importa, construyendo se aprende; metodologías y modelos urbanos a nivel nacional e internacional abundan. Lo importante es que todos los ciudadanos participen, al menos todos los buenos, todos los bondadosos de corazón, que son muchos.

@elmerando

elmerancona@hotmail.com

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Elmer Ancona Dorantes

Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y maestro en Gobierno y Políticas Públicas por el Instituto de Administración Pública (IAP) y maestrante en Ciencias Políticas por la UNAM. Catedrático. Ha escrito en diversos medios como Reforma, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.