Recuerdo del futuro
- Ignacio Esquivel Valdez
“Amazingstore.com” era un sitio de internet famoso por vender artículos de uso cotidiano con diseño novedoso y objetos inusuales que difícilmente alguien compraría. Entre este tipo de mercancías había espulgadores para monos tití, cepillos para bruñir metales preciosos incrustados en madera o gomas para las patas de sillas hechas a escala. Fue en este sitio donde Rodrigo vio anunciada la cápsula para viajar en el tiempo. En la página de la descripción y detalle del producto contenía una amplia colección de fotografías históricas y futuristas proporcionadas por los satisfechos clientes. Había imágenes de la toma de la Alhóndiga de Granaditas con un sonriente Pípila , Pancho Villa con un celular tomándose una selfie o la ceremonia de inauguración de las olimpiadas del año 2028.
A Rodrigo le fascinó la idea de adquirir el artefacto. Sería interesante, se dijo, conocer lo que pasaría en los años posteriores de su propia vida. Verificó el saldo de su cuenta y confirmó el depósito hecho por su padre para la compra de un auto. El importe era el justo. Hizo el pedido y sin perder tiempo lo comentó con sus amigos mediante las redes sociales. Acordaron se reunirse el día de la entrega para ver funcionar el artefacto. Mientras el pedido era entregado, recibió todo tipo de comentarios en su cuenta, desde un lacónico “Cool!” hasta un “Te chamaquearon”. Ante tal afirmación y un “¿Por qué?” de su parte, la respuesta del “aplicado” fue: “Según Einstein el viaje en el tiempo sólo es posible al futuro y no al pasado, por lo que un testimonio de cualquier dirección sería imposible”. El argumento era convincente, por lo que sintió haber quedado en calidad de tonto.
Transcurrida una semana el pedido llegó a las siete de la mañana en punto, como fue programado por la empresa de mensajería. Embalada en una caja de madera, la cápsula fue colocada en la sala del departamento de Rodrigo, donde apenas cupo. Firmó de recibido, obsequió una propina a los mensajeros y cuando éstos se retiraron, abrió con rapidez el paquete, sacó la cápsula donde venía un breve manual que decía:
1. Introdúzcase en la cápsula
2. Cierre y asegure la puerta
3. Digite en el panel la fecha destino,
4. Pulse el botón rojo
5. Disfrute su viaje
6. Para volver, introdúzcase en la cápsula
7. Cierre y asegure la puerta
8. Pulse el botón rojo (el sistema guarda la fecha de partida)
Nota: Solamente sirve para un viaje de ida y otro de vuelta. No se reuse. Al terminar el viaje deshágase de la cápsula, es desechable y biodegradable.”
Recostó la cápsula en el sofá, se metió en ella y vio el panel donde sin dudarlo digitó la misma fecha de ese día , pero del año 2038. Con la puerta abierta esperó a que sus amigos llegaran. Después de un rato un “toc, toc” dicho por alguien que se encontraba afuera indicó que algún conocido había llegado. Rodrigo respondió “Adelante” y sus amigos hicieron acto de presencia, menos uno. Al preguntar por el ausente, le dijeron “se quedó comprando cafés para todos, a estas horas de la madrugada aún no hemos desayunado”. Todos veían el artefacto con curiosidad e intriga. El anfitrión les platicó de sus planes de viajar al futuro veintidós años después. Uno de ellos dijo “qué bueno que dejamos a Samuel en la cafetería, para que no nos eche a perder el momento con sus cuentos relativistas”. Después de decir esto la puerta de la entrada se abrió abruptamente producto de la patada que el referido Samuel había propinado por traer las manos ocupadas con los cafés. La puerta del departamento pegó en la puerta de la cápsula y ésta a su vez dio un contundente golpe en la cara de Rodrigo que le hizo recostarse y perder irremediablemente el conocimiento.
Al momento de recuperar la conciencia, Rodrigo se encontraba fuera de la cápsula, su visión era borrosa y solamente escuchaba las voces de sus amigos con dificultad. Se incorporó poco a poco y al aclarase la vista no pudo dar crédito a lo que veía: sus amigos lucían diferentes, de ser unos muchachos universitarios, ahora estaban fuera de forma y a algunos ya les hacía falta un poco de pelo o tenían canas. No los reconoció de inmediato así que preguntó: “¿quiénes son ustedes?”. Samuel tomó la palabra diciendo: “Rodri, somos tus amigos de la facultad, la última vez que nos vimos dijiste llegar este día y aquí te esperamos”. Rodrigo quedó pasmado. Después de incorporarse, los colegas lo llevaron de paseo por la ciudad que se miraba, como era de esperarse, cambiada. Para su sorpresa había manzanas enteras sin casas y con árboles en su lugar. Le explicaron que la gente vivía en departamentos de construcciones subterráneas e interconectadas y la superficie se dejaba para transportarse, trabajar o pasear. Se contaba con infinidad de plazas públicas donde la gente se congregaba a cualquier tipo de evento. Uno de los amigos le dijo: “Mira, vamos ahí, se va a transmitir la final del mundial de futbol que se celebra en Canadá “. A punto de comenzar el último de los cuatro tiempos del partido, en una pantalla cóncava de unos 20 metros de diámetro se mostraban las imágenes en tercera dimensión del evento con un sonido ambiental envolvente que daba la impresión de estar dentro del estadio. Una hoja de maple con ojos, brazos y piernas dominando un balón era la mascota del evento y se mostraba como indicador de que las hostilidades deportivas se reiniciaban. El partido terminó con el triunfo del equipo sudamerticano compuesto por la alianza de países Argentina-Brasil-Chile sobre el combinado europeo Italia-Alemania-España. Al final de la transmisión, la muchedumbre se trasladó a los puestos cercanos de comida y souvenires. Los amigos comieron “hot dog-tacos”, una salchicha envuelta en una tortilla de maíz frita. Al terminar de comer Samuel compró una mascota del mundial para Rodrigo quien la puso en el bolsillo de su pantalón. Caminaron regreso a la parada del tren interurbano, descendieron en la última estación de baja velocidad apurando a Rodrigo, pues después de ahí, el tren aceleraría hasta la siguiente ciudad.
Llegando al departamento comentaron con Rodrigo que tendría que hacer el viaje de regreso al punto de partida ya que a lo largo de los años se demostró que las cápsulas que no regresaban provocaban problemas en la continuidad espacio-tiempo. Resignado, se introdujo en la máquina y mirando a través de la ventanilla se despidió de sus amigos. Al pulsar el botón de arranque sintió que se mareaba y un torbellino le giraba en la mente hasta que se desmayó. Al despertar volvió a escuchar el murmullo de la plática de sus amigos a quienes encontró nuevamente jóvenes. Uno de ellos le dijo: “Caray qué susto nos diste, pensamos que nunca despertarías”. Rodrigo todavía un poco aturdido les contestó: “Viajé al futuro, amigos, vengo de 38 años adelante”. Todos lo miraron desconcertados y Samuel dijo “Vienes del país de los sueños, te quedaste noqueado por el golpe de la puerta de esta píldora gigante”. “No es posible estoy seguro que los vi en el futuro”. Samuel increpó: “Ya déjate de payasadas, tu mamá nos va a reclamar ahora que te vea con los vendoletes que te puse en la frente, vámonos a desayunar y tira ese fraude a la basura”, Rodrigo respondió con desconcierto “Pero, pero invertí todo mi dinero en la máquina”. Samuel contestó con fastidio: “En todo caso el manual dice que es desechable, así que en caso de que hubiera funcionado la tendrías que tirar de todas formas”. Rodrigo comprendió finalmente y contrariado sacó el artefacto junto al contenedor de basura.
A las once de la noche de un camión recolector de basura bajó un fornido hombre. Vació el contenido de los botes y sin imaginar qué era, tomó la cápsula del tiempo para arrojarla dentro del camión donde cayó sobre una montaña de desechos. Al detenerse, la puerta de la cápsula se abrió y dejó sobre la basura una figura con forma de hoja de maple con ojos, extremidades y una pequeña pelota de futbol.
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Ingeniero en computación UNAM. Aficionado a la naturaleza, el campo, la observación del cielo nocturno y la música. Escribe relatos cortos de ciencia ficción, insólitos, infantiles y tradicionalistas