Recuerdo el final del verano, ese día antes de volver a clase en el que mil mariposas revoloteaban en nuestro estómago. ¿Qué nos espera mañana?, ¿Será un buen inicio?, ¿Estará todo bien? Eran preguntas que inevitablemente daban vueltas en nuestra cabeza y no nos dejaban conciliar el sueño. Pues bien, lo mismo pasa cuando hemos superado una relación. Nos sentamos en el borde de nuestra cama, vemos por la ventana como se asoma el sol y sabemos que estamos listos para comenzar un nuevo día.

            Volver a comenzar la búsqueda de una relación una vez que se ha perdido el amor no es nada fácil, pues existen demasiadas cosas que nos recuerdan a la persona y lamentablemente cualquier paso que damos, nos trae a la mente aquellos caminos recorridos. Estamos conscientes de que no podemos simplemente renunciar a la búsqueda, pero inevitablemente tememos el que se vuelva a repetir la historia. Todo este proceso debe permitirnos revalorar lo que hemos vivido, no solo lo bueno, sino también lo malo.

            Volver a empezar parece sonar muy fácil. Sin embargo, realmente jamás se puede volver a empezar. No es nada sencillo un reinicio, es más, es imposible, pues siempre comenzamos desde algún punto específico del camino. Recuerdo una analogía que me compartía un viejo amigo; cada relación es como un clavito que clavas en una tabla… tal vez después de un tiempo el clavo se quite, sin embargo siempre quedará esa marca que dependerá en gran medida de cómo se dio la relación y que será una muestra palpable y perceptible de que ahí había algo. Esa es la marca que queda cuando realmente se amó a alguien.

            En este proceso de volver a empezar, se da cabida a diferentes tipos de reacciones, pues existe un claro conflicto entre aquello vivido y aquello que se espera vivir. Una reacción normal es buscar lo contrario a aquello que perdimos, pues pensamos que tal vez de ese modo, aunque no es nada certero, esta vez sí funcionará. Así como puede ser que realmente lo diferente sea lo mejor para nuestro futuro, también pudiera ser que fuera lo contrario, pues al final de cuentas, por algo nos gustó la persona y claro está, por algo quisimos andar con ella.

            Otra situación que comúnmente rompe con nuestra tranquilidad al querer volver a empezar una relación, es el conflicto de que percibamos que la persona nueva es “demasiado buena para ser cierto”. Recuerdo que cuando una paciente terminó con su anterior pareja, pasó exactamente por este conflicto, pues cuando retomó nuevamente la búsqueda, no podía dejar de pensar que las personas que se encontraba en su camino tenían algo malo y ponía tanta insistencia en encontrar dicho aspecto negativo, que terminaba por encontrarlo.

            Después de un tiempo conoció a un joven arquitecto del que se enamoró perdidamente y aunque ya llevan saliendo juntos casi un año, aún sigue preguntándose si tendrá algo de malo. Menos mal no lo ha encontrado, lo cual no solamente le ayuda con su relación, sino también con su propia confianza.

            Todo mundo nos dice que cuando terminemos una relación debemos darnos un tiempo para pensar y disfrutar nuestra soledad antes de volver a empezar. Pues bien, el darse un tiempo, no solamente es tomarlo, sino también saber cuándo debemos regresar al juego, pues lo importante de caerse es levantarse, así que recuerda, cuando parece que las cosas se han puesto grises es porque probablemente va a llover, pero que al final del día siempre volverá a salir el sol.