Las dos caras del Mundial

  • Felipe Flores Núñez

Lado A

La fiesta resultó perfecta, épica, inolvidable.

Y si a los brasileños les faltaron horas, playas, samba y litros de cerveza para festejar su sexto campeonato mundial, a los mexicanos les quedó muy corta la avenida Reforma y muy chiquito el Ángel de la Independencia, porque no era para menos, por primera vez en la historia su seleccionado nacional pudo llegar hasta el soñado e inédito quinto partido.

Más no se pudo, pero eso fue suficiente. Se había calificado a la siguiente ronda tras empatar con Camerún, caer con el campeón Brasil y ganarle a Croacia.

Ya envalentonados, aunque sea por 1-0 con golazo del “Chicharito”, el equipo azteca eliminó en reñida contienda nada menos que a España, todavía campeón. Fue entonces que afloraron las pasiones y se lavaron los perjuicios malinchistas. Para la historia.

Y aunque no pudieron avanzar más porque Italia y su “catenaccio” le hizo tanto daño como en el Mundial del ’70 (otra vez cayeron por goleada), el gran objetivo estaba ya cumplido.

Ya en la euforia colectiva, aunque eliminados como aquella remota vez, los mexicanos fueron solidarios y supieron compartir el logro brasileño; su triunfo lo hermanaron, lo hicieron suyo y también como hace 44 años, se sintieron campeones del mundo. Bien decía Juan Villoro, “los mexicanos somos brasileños pirata”.

En verdad que el jolgorio nacional no tuvo límite: mariachis por doquier, de norte a sur de nuestra extensa geografía y familias enteras inundando calles y avenidas para entonar el “canta y no llores…”  y rematar con un sonoro “…pero sigo siendo el Rey”.

Autos y claxonazos hasta el amanecer, caras pintadas con los colores nacionales y, claro, el tequila en mano para rubricar que sí podemos, que nada importa, que la crisis, el desempleo, la violencia y las reformas pueden esperar.

En redes sociales se multiplicaron los miles de “usted disculpe” a la lady pioja, la misma que en la víspera nos había dicho “estúpidos” por no confiar, por no creer en la escuadra azteca y en su padre, el técnico que ahora ya es “Don Piojo”. 

En tierras cariocas el guateque no tuvo parangón. El pueblo entero desbordado, gozoso al límite tras sus hiladas victorias frente a Croacia, México, Camerún, Holanda, Uruguay, Alemania y ya en la final, en un alarde de calidad y de jogo bonito, ante la poderosa Argentina.

El éxtasis.

Campeón invicto que enmudeció a miles o millones de agoreros que habían advertido fallas en la organización del magno evento; que habían previsto brotes de violencia y manifestaciones públicas y, lo peor, que se habían aventurado a pronosticar un fracaso de la verde-amarela.

Nada de eso.

Brasil hizo un gran Mundial, al fin pudo superar sus traumas y aliviar de tajo, para para siempre, las heridas sangrantes que le sofocaban desde hace décadas por el legendario y fatídico “Maracanazo”.

Así que México se cubrió de gloria, salvó su honor y Brasil se elevó a la cumbre, hasta tocar el cielo, la divinidad eterna.

Mejor, imposible.

LADO B

Brasil entero llora y se lamenta mientras que México se confunde entre el coraje y la decepción.

Se quedaron cortos los presagios de fallas en la organización, de paros laborales y violencia en las calles, mientras que en las canchas ocurrió lo peor.

Las protestas públicas se desbordaron en las sedes mundialistas.

El turismo futbolero se sintió acosado, no pudo disfrutar el magno evento.

A las huelgas en el sistema de transporte colectivo se sumaron otras en la prestación de servicios públicos y en áreas torales, como la que violentamente protagonizaron empleados de líneas aéreas, lo que produjo un caos de pasajeros jamás visto en el mundo entero.

Aquello fue caótico.

A diario se escucharon protestas por corrupción y sobreprecios en la construcción de estadios.

Otras manifestaciones reclamaron oportunidades de empleo y programas de asistencia social para sectores marginados.

Miles de jóvenes se dijeron desamparados, sin alternativas.

La policía intervino una y otra vez, también el Ejército.

Los enfrentamientos no pudieron evitarse.

Fueron muchas las refriegas, los heridos y los revoltosos detenidos.

A todo ello se sumó la propagación del dengue, enfermedad tropical transmitida por mosquitos que no tiene vacuna ni pronta cura y cuyo contagio afectó a miles de brasileños y visitantes.   

 

A la inconformidad social y al descontrol sanitario, se agregó además el infortunio deportivo.

El equipo brasileño, el favorito, el puntero en las apuestas, cayó abatido.

Tras vencer a Uruguay, en la etapa de cuartos de final, (se habló del mito sepultado) debió enfrentar a un perro de caza: Alemania.

Los germanos, con su mística y poderío, frenaron sus sueños.

Versión renovada y corregida de un Maracanazo que no se olvida, que se ahonda, que mata.

Brasil eliminado, frustración.

Suicidio.

Desde la óptica mexicana, la derrota brasileña dejó un dolor lacerante.

A Brasil le habíamos transferido nuestra utopía.

Habíamos mutado de la verde a la amarilla cuando nuestro equipo ni siquiera había podido superar la primera etapa.

Traspié ante Camerún  y nueva derrota frente Brasil. El empate con Croacia no sirvió de nada, fue inútil la limosna.

Las imágenes de “Chicharito” llorando al hombro del “Piojo” Herrera le dieron la vuelta al mundo.

Verde el césped, verde las camisetas, muy verde el equipo.

Corona y Ochoa se salvaron. Nerviosa y a destiempo la defensiva; media cancha inconsistente, pólvora mojada adelante. No bastó el coraje de Márquez, el talento de Herrera, o el pundonor de Peralta. Faltó coherencia, entendimiento, conexión. “El último toque”, dirían los expertos. “No hubo tiempo para acoplarnos”, se disculpó el “Piojo”.

Los mariachis callaron.

También los merolicos de la tele.

Así que México se hundió en el pozo de la vergüenza y Brasil se extravió en los bosques de la ignominia

Mundial para el olvido.

Peor, imposible.

Estoy en Facebook y mi Twitter es @FelipeFloresNu

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Felipe Flores Núñez

Con una trayectoria de 40 años en medios de comunicación, ha sido reportero y Director de Comunicación Social de la Confederación Deportiva Mexicana, H. Ayuntamiento de Puebla, H. Congreso del Estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Gobierno del Estado de Puebla y Universidad de las Américas-Puebla; en ésta última fue docente durante 16 años. Actualmente es Director General de la Agencia Doble Efe, Comunicación Integral, que ofrece servicios de publicidad, redes sociales y de asesoría en medios.