Curriculum y humanismo: ¿Qué cultura se defiende?
- Juan Martín López Calva
El currículum, su implementación, ha condicionado nuestras prácticas. Es un componente instituyente, pues, de la realidad educativa que vivimos; podría decirse que la conforma. Si bien, las prácticas dominantes en un momento dado también lo condicionan a él; es decir, que el currículum es a la vez instituido en su realización…Toda institución educativa trabaja y defiende una cultura, —un currículum— que transmite de múltiples maneras; lo cual es un hecho consustancial a la existencia de la institución escolar. El contenido cultural es condición lógica de la enseñanza y el currículum es la estructuración de esa cultura bajo claves psicopedagógicas.
José Gimeno Sacristán. Saberes e incertidumbres sobre el curriculum. Introducción, p. 12.
La visión tradicional en el campo educativo entiende el término curriculum como equivalente a plan de estudios, es decir, lo reduce a lo que técnicamente se llama Mapa curricular: la matriz en la que se coloca una tira de asignaturas que tiene una articulación horizontal en cuanto a progresión del nivel, complejidad y profundidad de contenidos y por otra parte, una vinculación vertical que indica la simultaneidad en la que se presentan las asignaturas en cada período académico que conforma un programa de cualquier nivel educativo.
Sin embargo, incluso si nos restringimos a la etimología de la palabra curriculum o currículo como se traduce correctamente al castellano, este concepto es mucho más que un simple listado de materias organizadas espacio-temporalmente. La palabra curriculum proviene del latín “currere” que en español significa “carrera, caminata, jornada” o “recorrer un camino”; es decir el direccionamiento del camino con la finalidad de lograr una meta.
Entendido así, el curriculum define el trayecto formativo que va a recorrer el educando durante su carrera o jornada para alcanzar una meta, pero si se trata de un trayecto que conduce a una meta, el curriculum tiene también implícita o explícitamente -idealmente debería ser explícitamente- definida cuál es esa meta hacia la que se busca orientar al estudiante.
Esta visión de curriculum como carrera o caminata que incluye la definición del punto de partida, de la meta y del trayecto o el recorrido que habrá de transitar el estudiante tiene una lógica lineal y homogeneizante que conlleva ya una cosmovisión y una cierta cultura que está sustentada en la mentalidad moderna que prioriza la racionalidad sistemática, ordenada y de alguna forma, científicamente planificable y evaluable.
Sin embargo, en la vida real este camino no es transitado de manera regular y ordenada según lo que está planeado en el papel, porque su operativización con sujetos humanos que son diversos, no lineales y abiertos por naturaleza, sufre siempre modificaciones, desviaciones, irregularidades, sesgos, omisiones, interpretaciones, rebeldías y muchas otras cuestiones que rompen ese orden rígido que está detrás de la mirada prescriptiva y rígida con la que se diseña y se concibe.
Es por ello que Posner, un autor clásico en el campo curricular, habla de diversos tipos de curriculum que inician obviamente con el oficial o establecido, que es el que se diseña, se pone en documentos, se somete a revisiones y aprobaciones y se asume como la propuesta oficial de recorrido o trayecto formativo en los distintos niveles, programas e instituciones.
Pero además del curriculum oficial, existe el curriculum operativo que es el recorrido real que se va haciendo vida en la relación pedagógica y en las prácticas de los docentes durante la vida cotidiana en las aulas. Está también el curriculum adicional, porque siempre hay actividades planificadas fuera del marco del curriculum formal, que se diseñan y se proponen como complementarias para la formación.
Estos tres tipos de curriculum son visibles y evaluables, pero además existen dos tipos de curriculum que no son evidentes. Se trata por un lado del curriculum nulo, constituido por los materiales y contenidos que no se enseñan, que se omiten durante el proceso educativo. Por otra parte, encontramos el muy mencionado curriculum oculto, que está constituido por muchas cosas -conocimientos, habilidades, actitudes, valores, saberes, etc.- que se aprenden en la vida real de las escuelas y universidades, pero no por estar planificados sino por lo que se vive de forma subyacente en los procesos y estilos de enseñanza y aprendizaje y de convivencia escolar.
Esta diversidad de tipos de curriculum sería ya suficiente para entender que es algo mucho más amplio, profundo y complejo que un simple listado de materias a cursar en determinado orden y progresión. Pero existe además la visión social o socio-política del curriculum que ha sido postulada, teorizada e investigada de forma bastante profusa durante las décadas recientes.
En la visión socio-política, el curriculum se entiende de maneras que pueden ilustrarse con la formulación de Gimeno Sacristán que cito en el epígrafe de hoy. Porque en el fondo el curriculum es una cultura -un conjunto de significados y valores que determinan modos concretos de vivir- que se defiende y se trabaja en todas las escuelas y universidades. Es una cosmovisión cargada de orientaciones cognitivas, emocionales y sociales con la que los grupos hegemónicos de una sociedad en un momento histórico determinado quieren modelar a las nuevas generaciones.
En ese sentido, como afirma el autor del texto del que tomo el párrafo citado, el curriculum es instituyente porque es el documento normativo que conforma y regula la realidad educativa que se vive. Pero al mismo tiempo, como podemos ver en la dialéctica entre el curriculum oficial y el operativo -así como en alguna proporción el adicional, el oculto y hasta el nulo-, las prácticas educativas cotidianas que parten de la comprensión, interpretación, grado de aceptación y modos de traducción del curriculum formal, también van modelando e instituyendo al curriculum, por lo que se puede decir que se trata también de un elemento instituido.
La reforma educativa del 2018 que se ha decidido continuar operativizando en este sexenio, que postula el modelo de la llamada Nueva Escuela Mexicana (NEM), ha implicado la construcción -polémica y también apresurada- de un nuevo curriculum para la educación básica, media superior y normal en nuestro país. Desde los documentos y discursos rectores se ha declarado que se trata de un curriculum humanista.
Si entendemos el curriculum como una cultura que se defiende y se trabaja, podemos decir que el curriculum es una mediación entre la concepción de ser humano, la idea de sociedad, la visión social y la perspectiva ética que postula y defiende la autoridad educativa y los grupos que hoy inciden en la definición de la meta y la carrera o camino educativo para alcanzarla y las concepciones que tiene cada sujeto educador o educando y cada familia en estas dimensiones fundamentales. Por ello resulta necesario revisar la consistencia entre la declaración de humanismo que se postula en lo general y las concreciones curriculares que están planteadas en el nivel oficial.
Sería útil para hacer esta revisión de consistencia plantearnos esta pregunta general:
¿Qué concepción de ser humano, de conocimiento, de sociedad y de buena vida humana (ética) hay detrás del diseño del currículo de la NEM y qué tanto es una visión humanista compleja que responde a los desafíos del mundo en crisis civilizatoria?
Opinion para Interiores:
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Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).