¡Queremos más escuelas, no más telenovelas!
- Fernando Rojas Cristerna
Lema que enarbolan los jóvenes que se oponen a las reformas secundarias en materia de Telecomunicaciones, las cuales llevan la aberrante intención de poner bozal a las disidencias que hacen de las redes sociales un espacio fresco, libre y crítico a las políticas de gobierno que pretenden afectar los intereses nacionales.
Fuera de la justificada movilización en contra de estas medidas, por cierto propuestas por el tristemente célebre y nefasto Javier Lozano, lo que nos llama a reflexionar acerca del contenido de este lema se encuentra en la razón que la genera y que es el cansancio que la opinión pública más letrada de este país tiene del duopolio televisivo y de su expresión más notable que es el género de las telenovelas y los programas basura.
Para nadie es extraño referirse a la televisión privada como la verdadera Secretaría de Educación Pública, de donde emergen programas que, en función del consumo, solo mantienen a la mayoría de la población en un estado de adormecimiento y enajenación, dependientes de la opinión de locutores, pseudoperiodistas y artistas de poca monta producto del marketing más que del talento.
Es a través de la televisión donde poco a poco se han ido minando la identidad nacional, los valores familiares y la ética pública, con los tristes resultados que hoy son evidentes en las generaciones de infantes y jóvenes, quienes se encuentran muy lejos de las convicciones que hacen del hombre un ser socialmente responsable.
Males como la sexualidad desviada, la violencia, la desintegración familiar y la falta de respeto por todo lo que significa buen orden se encuentran directamente relacionados con la saturación de mensajes a través de los programas de "entretenimiento" los cuales son producidos en función del mercado, y del monetarismo, nunca para generar una sana conciencia.
Mientras esto sucede, la dependencia oficial mal llamada Secretaría de Educación Pública se encuentra en una severa crisis, preocupada más en sostener la vieja estructura de poder antes que la procuración de educadores con alto sentido de la ética social, con programas verdaderamente educativos y no meramente informativos, permitiendo así que los educandos formen su criterio en el caminar de las experiencias que da la vida y no de las convicciones generadas durante su formación.
Sin duda estamos ciertos de que en caso de aprobarse estas leyes, se continuará dejando el control de los medios de comunicación masiva en manos de quienes han sido los principales deformadores de la conciencia nacional y a lo más que podremos aspirar es a continuar siendo una sociedad interesada en lo banal y superfluo quedando muy lejos de ser capaces para decidir bien por nuestro destino futuro.
Por todo esto, yo me uno al grito: ¡queremos más escuelas, menos telenovelas!