Invocaciones fugitivas

  • Ociel Mora
Para los indios que las habitan, las montañas son entidades anímicas con conflictos sociales

Son las ocho y media de la mañana. Al fondo los cerros y su metafísica impenetrable para los blancos de razón. La civilización occidental se nutre bajo otros parámetros de entendimiento.

Para los indios que las habitan, las montañas son entidades anímicas con tareas y conflictos sociales como los que aquejan a los humanos. La estructura social de desigualdades reproducida en la naturaleza.

Los dueños de los cerros, sus Dioses, cada que es menester se reúnen en asamblea y deliberan sobre el futuro que les depara a las comunidades que acogen en sus faldas y barrancos, y en general sobre el destino de la humanidad. Unos cerros interceden por el Bien y otros por el Mal. Es la lucha de los contarios: frío-caliente. Modernidad-tradición. Muerte-vida. La dualidad vital, pues.

En eso pienso cuando reparo que afuera de la presidencia municipal hay uno que espera sentado sobre una banca de fierro maltrecha. Con el nombre de presidencia se conoce el edificio que alberga las actividades administrativas del ayuntamiento. Su sola presencia es motivo de disputas enconadas.

Se trata de un inmueble de principios del siglo pasado de estilo neoclásico, de dos cuerpos, de techos altos. Originalmente fue levantado para servir de escuela. Como es bonito lo tomaron para asiento del gobierno.

Me temo que fue la primera escuela digna de ese nombre en la demarcación, pues reúne todas las características que definieron aquella época de furor patrio.El edificio lo remata o corona un reloj que en otro tiempo debió de ser un relieve en la que pudo estar el águila devorando la serpiente (allí sigue la cartelita que pudo acogerlo). El símbolo por antonomasia de la república triunfante del  siglo XIX.

La narrativa patriotera de los viejos del pueblito afirma que aquí se venció al feroz e indómito imperio francés. La que enseguida sirviera de identidad trepadora de los blancos del pueblo. En la papelería oficial de hasta hace no mucho aparecía en la cabeza del texto la fórmula: “Cuando las armas de Pahuatlán se cubrieron de gloria”.

Siglo y medio después todavía los hay aquellos que añoran esa vieja cosmovisión-patraña como peldaño seguro para hurtar los bienes patrimoniales. Así tenga que ser invocando una cultura-pegote.

A esta hora de la mañana la zozobra flota en el ambiente y se apodera de los pocos empleados-burócratas que de a puñito van apareciendo, aquí, allá, acullá. Los automóviles particulares no dejan de trajinar, subiendo y bajando escolares y mercancías. Todos cruzan atados al celular. Señas inconfundibles de aspiración citadina.

El alcalde Romero retoma hoy sus actividades de gobierno al cabo de una licencia de varios meses que aprovechó para irse de campaña en pos de la reelección municipal. La cosecha electoral lo desbordó, si atendemos los pronósticos previos que hacían una contienda cerrada, de apenas unas cuantas decenas de votos de diferencia entre el primer y segundo lugar.

La correspondencia o las “manos vueltas” es un imperativo social en la identidad de los pueblos indios. Símbolo y membresía de pertenencia en su cultura.

Así que, en consonancia, el nuevo alcalde ha mandado que su retorno coincida con la organización de una mega faena: esto es trabajo comunitario a favor de la comunidad. En esta ocasión consiste en limpiar las cunetas de la carretera principal que comunica al pueblo con el exterior.

No, no. El núcleo duro de la fuerza de trabajo no lo integran los indios campesinos, sino la burocracia entumecida del ayuntamiento que por primera vez se topa con la vida inclemente del campo.

El trabajo comunitario, ya lo sabemos, es una costumbre de los pueblos indios, mediante el cual retribuyen a su comunidad lo mucho o poco recibido durante el año. Es una herencia del trabajo forzado impuesto a los nativos por los encomenderos españoles durante los tres siglos de Colonia. En la literatura especializada es conocido con el nombre de “la repartición”.

Como antropólogo guarachudo de los de antes, celebro y rechazo el trabajo comunitario de los indios. No de los mestizos blancos. La distribución de bienes públicos es muy desigual entre un grupo y otro.

A la tarea de chapeo y desazolve se suman personas de los pueblos aledaños. De haberlo visto, el presidente López Obrador se habría puesto de pie. Él es partidario de que la gente resuelva por su cuenta sus problemas públicos.

El ayuntamiento en funciones corresponde distribuyendo herramienta de trabajo entre los voluntarios. Carretillas, picos, palas, mazos. Una señora ya mayor se esfuerza en su español y pide una pala. Explica que recoge la tierra de su patio con las manos y las muestra.

El dependiente le dice con cierto fastidio mal disimulado que hay que esperar a que llegue la herramienta.

A esta hora se han formado dos grupos. El de los peones y el de los empleados. Los primeros son los que sacan el trabajo duro. Los segundos son los que hacen la chamba intelectual de la administración y la política.

Las clases sociales se manifiestan en grupos. Sobre el costado de la presidencia están los intelectuales administrativos; del otro lado de la calle, los peones. Las vestimentas los define.

De este lado la conversación es animada, a veces trepidante. El baile de anteanoche amenizado por grupos de cartel nacional, que movilizó a muchachos y muchachas de los pueblos comarcados. Dos jovencitas que no rebasan los veinte comentan que esa noche se pusieron “pedas”. La resaca del día siguiente no es razón para arredrarse la próxima vez.

Enfrente están los peones. Los divide la calle. Ellos también conversan aunque con ánimo menos estrepitoso.

Unos y otros están a la espera del transporte que los llevará al punto de arranque de la faena. De pronto las fauces de una camioneta asoman. Las voces se apagan de golpe. Unos se levantan y otros se quedan tiesos.

La escena es presidida por los edificios de la iglesia y presidencia municipal. Figuras añosas que con su actitud a ratos complaciente y a ratos hosca resumen la historia tintineante del pueblito.

Chayo News
Alberto Ordaz comunica que como presidente electo de Honey siguen firmes sus promesas de campaña.

Favorecer a los maiceros con programas focalizados para que mantengan viva la producción agrícola, toda vez que las familias de Tonalixco y La Magdalena no tiene otra actividad que ayude a solventar las necesidades básicas del hogar.

El problema hídrico es otra de las prioridades de su administración, pues el municipio que presume de contar con las cascadas más bonitas de la Sierra Norte sufre de escasez de agua en los hogares.

La comunicación instantánea es otra de sus prioridades, pues es de los pocos municipios de la región que no tiene señal satelital ni siquiera en la cabecera.

Un servicio indispensable no solo para el chismorreo de las redes sociales, sino básico para la educación y el comercio. No es tarea de inversión, sino de gestión ante la empresa de TELCEL y la propia Secretaría de Comunicaciones del gobierno federal.

La juventud es otro tema pendiente de atender. Hacen falta programas que induzcan a los jóvenes por los mejores caminos, para lo cual es fundamental promover acciones deportivas, culturales, artísticas y de música. Por ejemplo, se sabe que hasta ahora el municipio no tiene ligas de nada.

Pero también es importante vincularse con los responsables de los servicios de educación y salud y coadyuvar en su fortalecimiento y focalizar las acciones en los puntos detectados como más vulnerables.

Chayo News II
La mejor definición de lo ocurrido en la elección pasada domingo parece ser la de Raúl Trejo Delarbre.

La decisión del 2 de junio mostró el talante autoritario de la sociedad mexicana. La concentración de poder, el rechazo a los contrapesos, la afición por el militarismo, o la intolerancia a favor de un pensamiento único, son rasgos que no quisimos advertir en las convicciones de esa mayoría. (Incluso se podría agregar cierta pasión oculta o gusto por la violencia, esto no lo dice el autor, lo digo yo)

Chayo News III
(In)Condolencia de las autoridades de salud. No sólo los padres y familiares están muy atentos y consternados por la pachorra de médicos y autoridades de salud del Hospital de Traumatología, Rafael Moreno Valle, también lo estamos los amigos y conocidos de la paciente Aurora Martínez Mote, quien ingresó el sábado a ese centro hospitalario con un diagnóstico de alto riesgo, pues presenta fracturas en el cráneo. Sin embargo, cuatro días después de su ingreso ni los médicos que la atienden ni los directivos han ofrecido una respuesta satisfactoria, más que el “ya puede irse a su casa”. Tanto el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, como el gobernador de la entidad Sergio Salomón Céspedes Peregrina insisten en que la salud es un derecho ciudadano y sus servicios deben ser de la mejor calidad. Estamos seguros que ambos ejecutivos honran su palabra con hechos, y no palabras.

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Ociel Mora

Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.