Más apuntes sobre El Príncipe

  • Mario Ricciardi
Evitar ser aborrecido u odiado.

Una de las lecciones políticas más famosas escritas por Maquiavelo dice que, para un gobernante, puede ser mejor ser temido que querido. Ligada a esta recomendación, hay otra muy valiosa que se desprende de El Príncipe, quizá no tan conocida: evitar ser aborrecido u odiado. Nicolás Maquiavelo, otra vez, vuelve a venir a cuenta para analizar la política y su devenir local, nacional e internacional.

Más que dar consejos, lo que hace Maquiavelo en su póstuma y clásica obra es analizar una serie de variables que, en sí, se correlacionan con la gestión del gobierno y con la política, ésta entendida como un medio para hacerse del poder, mantenerlo e incrementarlo. Así, a lo largo de El Príncipe se enuncian y analizan los motivos por lo que los Estados pueden llegar al éxito o al fracaso, entre otras cosas. Unas de estas variables son el odio y el aborrecimiento de los gobernados hacia los gobernantes.  

Maquiavelo indica que: “… el príncipe que se hace temer debe obrar de modo que si no se hace amar al mismo tiempo, evite el ser aborrecido; porque uno puede muy bien ser temido sin ser odioso; y él lo experimentará siempre, si se abstiene de tomar la hacienda de sus gobernados y soldados, como también de robar sus mujeres o abusar de ellas” (121).

En el Capítulo XIX de El Príncipe (131), Maquiavelo explica con detalle por qué un príncipe debe evitar ser aborrecido u odiado. Principalmente, evitar ser odiado y hacer lo necesario para tal fin, se justifica como un medio para sostenerse en el poder. Dado que en todo grupo gobernante hay conspiraciones internas y externas, este debe evitar ser aborrecido por sus gobernados de manera tal que, aunque haya conspiradores que atenten con la estabilidad de la autoridad y el poder del príncipe, la población lo apoye en los malos tiempos, como cuando ciertos grupos lo quieren derrocar. Si el gobernante es odiado por sus gobernados, cualquier conspiración puede ser apoyada por estos.

Tal es la importancia de no ser un gobernante aborrecido. Asegurarse el apoyo de los gobernados, es una tarea ineludible de un gobierno con legitimidad. Pero no sólo eso: es importante para su propia seguridad y para la construcción de poder. Así que para Maquiavelo, en aras de “mantener la fe dada”, un príncipe puede ser temido pero no aborrecido. Este consejo –que debería ser atendido por cualquier gobernante–, es sustentado en El Príncipe con tres ejemplos históricos. En esta ocasión y por cuestiones de espacio de este artículo, no se va a desplegar un ejemplo empírico. Lo que se pretende aquí es, solamente, poner este consejo en cuestión y pensar en el caso de tantos políticos que no repararon al respecto.

La lista puede ser larga, abarcar diferentes latitudes y órdenes de gobierno. Asi, tanto en México con Luis Echeverría, en el propio Estado de Puebla con Mario Marín Torres, en Estados Unidos con Richard Nixon, Brasil con Color de Mello, Argentina con Cristina Fernández de Kirchner, como en Cuba con Fidel Castro, la lista de gobernantes que supieron hacerse aborrecer por sus gobernantes es larga. Sin profundizar en este momento en cada ejemplo, es preciso poner este tema en cuestión para, posteriormente, ahondar en diferentes casos de la historia. 

 

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