El desprestigio del trabajo político en México

  • Humberto Sosa Argáez
Cambiar el pensamiento de la clase política es el reto para los profesionales en esta disciplina

El 22 de junio pasado celebramos el Día del Politólogo, pero casi nadie lo festeja por obvias razones: la política es una actividad en desprestigio y una ciencia joven que no logra convencer (entre estadística descriptiva y filosofía política), ni cambiar a la clase política a pesar del esfuerzo de los profesionales en el trabajo político.

Inicio mi reflexión a partir del viejo ensayo del politólogo Cesar Cansino denominado Adiós a la ciencia política; Crónica de una muerte anunciada, en donde expone el macro argumento de Giovanni Sartori en cita textual:

En un ensayo reciente titulado Where is Political Science Going? el politólogo más famoso del mundo, Giovanni Sartori, estableció de manera tajante que la disciplina que él contribuyó a crear y desarrollar, la ciencia política, perdió el rumbo, hoy camina con pies de barro, y al abrazar con rigor los métodos cuantitativos y lógico-deductivos para demostrar hipótesis cada vez más irrelevantes para entender lo político, terminó alejándose del pensamiento y la reflexión, hasta hacer de esta ciencia un elefante blanco gigantesco, repleto de datos, pero sin ideas, ni sustancia, atrapada en saberes inútiles para aproximarse a la complejidad del mundo.” Hasta aquí la cita.

César Cansino describe al final que la Ciencia política sigue con sus intentos cientificistas discutiendo ahora otro concepto: la ‘calidad de la democracia’, pero que en realidad su estudio aporta muy poco para entender los problemas de fondo de las democracias modernas y quedará tan sólo como un ideal (ver Colección Archivo Carlos Ramírez. Indicador Político: Ensayos Escogidos de Cesar Cansino y ver también Leonardo Morlino, Calidad de la Democracia: Notas para su discusión; 2005).

Aunado a ello, sostiene Cansino, que existe una crisis de los partidos que lleva a la apatía política y la despolitización y hasta ha hecho prosperar a actores y partidos supuestamente antipolíticos que empiezan a capturar mayor atención de los electores que los políticos tradicionales. (Ensayo César Cansino: Entre la democracia real y la democracia ideal. 2005 Metapolítica).

En resumidas cuentas, mientras los politólogos defensores del dato duro (Ciencia de Datos) confrontan otras escuelas de pensamiento político más orientado a lo reflexivo como filosófico; ellos discuten métodos, medios, fines y trabajo empírico de la política; entre tantos temas de la ciencia política, pero sin llegar a verdades universales. En la cotidianidad la ciencia como su práctica se niega a sí misma, con los pavorosos ejemplos de líderes y partidos políticos.

En nuestros días creo que no es tanto estudiar la ‘calidad de la democracia’ ni el método de la Ciencia Política -como dirían los expertos-, sino enfatizar el grave problema de la ‘calidad e integridad de los políticos’, que es una pandemia en los gobiernos.

Los politólogos, quienes nos encontramos en esa encrucijada en nuestro desempeño profesional, hemos sido afectados por los desalentadores y vergonzosos desempeños de nuestros políticos en la esfera nacional, no digamos local.

Esa crisis que menciona el autor anteriormente citado, nos afecta y nos deja al margen de una consultoría profesional, que busca en el mejor de los casos, que los políticos rindan frutos a sus electores. Ellos sólo buscan intereses económicos, al margen de la ley aunado a un pragmatismo que aborrezco.

Es más, los grandes pensadores como el humanista cristiano Tomás Moro en su utopía a favor del estado justo y Nicolás Maquiavelo con su práctica del egoísmo universal; estarían asombrados de los disparates que se dicen y que se hacen, en el laberinto e involución en que han caído los políticos y su política.  Los politólogos somos profesionales del pensamiento político y podríamos contribuir en mucho a ese abismo y desdén de la práctica política.

Si Platón decía, que un gobernante en la República debería ser un verdadero filósofo porque conoce de justicia y demás valores, no entiendo porque es difícil trasmitir este precepto a nuestros políticos desde la profesión política.

El descrédito que vivimos en la profesión política como de la práctica política, se han desbordado. El dirigente del PRI es el mejor ejemplo para desaprender el oficio político. Sus grabaciones es la punta del iceberg en Campeche, su gestión como gobernador dejó obras y hospitales inconclusos, recursos públicos a campañas políticas continuas del PRI dirigido por su primo, orgulloso del padrinazgo salinista; sus asesorías millonarias del ITAM, la secrecía y opacidad su norma, las buenas pachangas para sus amigos, el infierno para sus detractores.

Ese seudo líder del discurso a gritos y sin contenido, ese gobernador de maquetas, cuidadoso de su cutis y que promueve la huelga legislativa como armar a las familias, no debe continuar. Me entristece que la cúpula de ese partido en Puebla lo defienda, gente que creía profesional, pero ahora entiendo también mezquina. ¡Ellos porque no lo han padecido aquí en Ciudad del Carmen, Campeche! donde radica este humilde colaborador; en donde todos los medios irresponsables callan y sólo la Gobernadora en su Martes del Jaguar expone las tácticas de ese bribón de la política.

Cambiar el pensamiento de la clase política es un mega reto para los profesionales en esta disciplina. Hacer que la izquierda logre encauzar a las minorías empresarias poderosas a su proyecto de transformación, o dejar su chauvinismo exagerado, es una tarea. Así también, lograr que la derecha conservadora deje su pensamiento medieval de privilegios, selectivo y logre tener un pensamiento menos egoísta, más tolerante con los que menos tienen o los LGBTIQ+ es otra tarea del pensamiento político.

La función politológica es coadyuvar a que los políticos entiendan lo que es y lo que implica la supremacía de la ley en su actuar, esto es, la legum servi sumus ciceroniana y no contribuir al panem et circenses de los romanos.

Me permito finalmente dar un análisis breve de la sucesión en México. Me queda claro, Morena ganará la próxima elección presidencial, pero construyo amable lector un escaneo a los aspirantes firmes con breves palabras: Marcelo E., el dialéctico progresista; Claudia S., la feminista y más; Adán A., el pueblo. Los perdedores:  Santiago C., celoso del statu quo, Ricardo A., neoliberal puro; Claudia Ruiz, la salinista, Luis Donaldo sin oficio de renombre y Córdova sin INE.

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Humberto Sosa Argáez

Es licenciado en Ciencias Políticas por la UPAEP y maestro en Administración con especialidad en Ingeniería Financiera por la Universidad del Valle de México