Poblanos impulsores de la civilización maya en el mundo

  • Humberto Sosa Argáez
El esfuerzo y altruismo de Rómulo O’Farril y Roberto Casas Alatriste debe servir como ejemplo

Vale la pena recordar la historia de verdaderos liderazgos mayas en la península de Yucatán que, movidos por sus ideales de justicia y de progreso, han dejado un verdadero legado en el ámbito arqueológico y etnológico en la zona donde habitó la civilización maya.

Dando lectura al best seller Peregrina de Michael K. Schuesster y tras una visita al Gran Museo Maya en Mérida Yucatán, descubro la eminente participación de dos poblanos a mi juicio ejemplares para el sureste mexicano: uno, don Rómulo O’Farril que estuvo casado con doña Hilda Ávila Camacho, la hija mayor de Máximo Ávila Camacho, sobrina del expresidente de México; y el contador Roberto Casas Alatriste, cuya madre familiar de Aquiles Serdán y su padre descendiente del hermano de Fray Bartolomé de las Casas. Ambos seguramente de ideas políticas muy distantes, pero con una formidable preocupación e interés por México y la península de Yucatán en los años posrevolucionarios.

Don Rómulo fundó una cadena de periódicos Novedades en Guerrero, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. En 1950, lanzó The News, primer diario en inglés más distribuido en México. Contrató como articulista a nada menos que a la famosa defensora del patrimonio arqueológico de México, Alma Marie Reed llamada ‘Peregrina’ por el gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto. Ella escribía su “Alma M. Reed Reports” para la edición dominical de esa publicación, así como lo había hecho para The New York Times Magazine dedicados a la arqueología prehispánica y clásica.

Este poblano distinguido logró alianzas para impulsar con Adolph S. Ochs, dueño de The New York Times, el Instituto Carnegie de Washington D.C. y el Museo Peabody de la Universidad de Harvard, varias expediciones para estudiar a la cultura maya y sus misterios en el Cenote Sagrado cerca de Chichen Itzá. El resultado: se lograron grandes descubrimientos del doctor Sylvanus G. Morley y el arqueólogo norteamericano Edward H. Thompson, “propietario” de la Hacienda donde están dichos centros ceremoniales, gracias a estas visitas financiadas y promovidas en medio de la tensa calma que vivía la península de Yucatán con los movimientos posrevolucionarios de los años veinte, en especial la rebelión De la Huertista en contra de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.

Don Roberto, miembro de la Cámara de Diputados y presidente de la Comisión de Ajuste de la Deuda Mexicana que, en ese tiempo estaba en negociaciones con la Banca Internacional en Nueva York, conoció a la periodista en pleno viaje a los Estados Unidos y le desarrolla la visión política del México pasando por la Reforma, la Revolución y lo importante de nuestra Constitución; así como los acontecimientos trágicos y de grandes traiciones de nuestra historia entre Madero y Obregón; y le infunde la inquietud de la urgencia del reconocimiento oficial de los Estados Unidos al gobierno de Álvaro Obregón en México.

Como liderazgos disruptivos, que rompen paradigmas no importando su filiación ideológica, don Rómulo coadyuvó para que se conocieran los grandes avances de la civilización maya vía expediciones arqueológicas de la Universidad de Harvard e  impulsando sobre todo, el trabajo periodístico de la Señora Alma María Reed (condecorada con el Águila Azteca), una intrépida norteamericana que defendió con palabra y letra al pueblo maya y rescató tesoros arqueológicos de Chichen Itzá robados vía valija diplomática de Estados Unidos.

También ayudó a José Clemente Orozco y otros muralistas al reconocimiento de sus obras en el extranjero, así como describió las causas de la explotación de los hacendados del Henequén a los pueblos originarios; y nos detalló intimidades de su amor con el gran líder socialista del sureste el “Dragón Rojo de ojos de Jade”, Felipe Carrillo Puerto en su ‘República Socialista’ a favor de la educación, la emancipación del pueblo maya, los derechos políticos de la mujer, su defensa del precepto “Tierra y libertad” de Emiliano Zapata y de Thomas Jefferson, entre otros. Son un ejemplo de la filantropía que hoy en día está en extinción.

Qué decir del contador Casas Alatriste que, a pesar de la presión internacional por el pago de la deuda externa, supo sembrar en la periodista la urgencia de darle a México el reconocimiento político de su gobierno. Lo anterior se hizo noticia al darse a conocer el reconocimiento oficial de la deuda con ese país y el compromiso de pago. El potentado dueño del diario The New York Times, Adolph S. Ochs, en su artículo “Un indicador consistente respecto al progreso de México”, permitió o al menos ayudó a dar a nuestro país ese anhelo posrevolucionario.

La riqueza cultural precolombina de Mesoamérica, sin una difusión y estudio profundo, difícilmente hubieran alcanzado el reconocimiento intelectual en el mundo. El esfuerzo y la preocupación de estos poblanos con estudiosos extranjeros, debe servir como ejemplo a otros empresarios y políticos, que hoy en día están distraídos en otros asuntos. Creo que la difusión arqueológica de México está todavía en potencia, y podría alcanzar su plenitud cuando reconozcamos la grandeza que somos, entendamos nuestra historia y valoremos la civilización maya como la más respetada del mundo.

Del sureste mexicano se habla poco, y desafortunadamente es para vergüenza de muchos, como lo sucedido con el dirigente del Partido Revolucionario Institucional, que se ha olvidado de las causas, los fines y los medios por las que se lucha en este país, con grabaciones que deshonran a toda la clase política y que ha perdido los escrúpulos y la decencia en el trato a los comunicadores.

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Humberto Sosa Argáez

Es licenciado en Ciencias Políticas por la UPAEP y maestro en Administración con especialidad en Ingeniería Financiera por la Universidad del Valle de México