Preservar archivos generales, deber del Estado progresista

  • Humberto Sosa Argáez
Un archivo abandonado es una negligencia sin vigilancia, control de bajas y sin observancia pública

Transcurría el año de 1994 en la capital poblana. Su servidor colaboraba en la Subsecretaría “B” de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, en donde su titular era el exgobernador Mario Marín Torres, el secretario era Carlos Palafox Vázquez y el gobernador Manuel Bartlett Díaz. Nuestra labor de “aprendiz” de analista político dentro de la burocracia poblana era básicamente revisar cada mañana la prensa local y elaborar síntesis de todos los periódicos locales que pasaban de mano en mano hasta llegar a nuestro escritorio y, complementariamente vigilaba y daba seguimiento en la calle a los eventos políticos y/o ruedas de prensa, que a juicio de los “experimentados” del departamento, merecían la atención para escribir reporte de inteligencia oficial en libretas de taquigrafía.

Al paso de esa estadía profesional en esas oficinas ubicadas por la 11 Oriente, en casonas del Centro Histórico y siguiendo viejas prácticas del expartido hegemónico; un día me invitó mi jefe responsable del Departamento de Seguimiento Sociopolítico de la subsecretaría, a participar en la precampaña de una elección intermedia en las oficinas del PRI estatal, donde el candidato perdedor a la alcaldía fue un político cercano a Luis Echeverría Álvarez (según citaba editorial del Diario Cambio), German Sierra Sánchez. Sin embargo; por mis quehaceres como profesor por asignaturas en la Ibero Plantel Golfo Centro y mi desencanto por el gobierno tricolor por su política hostil con la derecha conservadora (como los estigmatizaban) que, a mi juicio tenía derecho a competir en equidad de circunstancias como cualquier organización política, ¡no me cuadraba!, y tomé la decisión de no aceptar la invitación; edea que reforcé aún más, cuando ese mismo año se dio el magnicidio a Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Cuál mi sorpresa que al poco tiempo me pidieron mi renuncia y para aburrirme “por decirlo de forma elegante”, me solicitaron organizar un viejo archivo abandonado que no tenía ni pies ni cabeza. No sabía cómo empezar, qué hacer con tantas copias, redacciones a máquina de escribir, hojas revolución con anotaciones a mano, pases de lista de organizaciones 28 de octubre ambulantes y taxistas, acuerdos sindicales, fotos de líderes de la época en discurso, declaraciones, notas periodísticas, folletos, convocatorias, panfletos, documentos firmados en original, grabaciones dañadas e incluso, notas confidenciales o denuncias como acusaciones de asesinatos. Todo acompañado de polvo, polilla y una que otra cucaracha.

Con toda ética y buena fe como egresan la mayoría de los universitarios poblanos en su primer trabajo, en donde se piensa la vida universitaria y la vida profesional es la misma cosa en el sentido de reconocer tu desempeño, inicié a leer cuidadosamente y separar esos papeles por temas, fechas, asuntos. Les puse pequeñas cejas/etiquetas de cartulina blanca, que recorte previamente con anotaciones de plumón negro y busqué la mejor forma para que mi jefe lo apreciara mejor y le fuera útil, sin tener una computadora o equipo digital ni mucho menos el conocimiento, ni guantes, mascarilla, lentes, ni lupa focal.

Nunca supe qué sucedió con tanto papel y mi trabajo de varias semanas, sin método, sin una instrucción precisa. Sólo para degradar mi labor en ese departamento, por no quererme alinear a esas viejas prácticas de acoso laboral; lo que sí creo es que nunca valoraron el trabajo artesanal que hice y seguramente ese archivo acabó en el basurero.

A más de 25 años de esa amarga experiencia me doy cuenta que tan importante es tener un archivo general en cualquier organización pública y no digamos privada, el cual debería estar en condiciones óptimas para cumplir su razón de ser y que permita ayudar, en todo caso, a operar la maquinaria gubernamental en los tres niveles de gobierno, dotarlo de inteligencia, con un marco normativo amplio, vigente y sobre todo con un equipo de personas especializadas que organice un acervo documental e histórico como tal, y que logré reeducarnos para el futuro donde se toman decisiones y se busque el progreso.

Los archivos no deben ser como muñecos feos olvidados en los rincones; son testigos fieles y huellas históricas de un pasado oculto que nunca se puede borrar y de gran utilidad política como legal. Sólo dos ejemplos recuerdo en estos tópicos: uno el de la época de la Reforma de Benito Juárez (1857) cuando sacó los archivos del Registro Civil de Palacio Nacional ante la invasión francesa para continuar la República itinerante en San Luis Potosí; o algo más próximo ante los conflictos universitarios por el control de la rectoría en la BUAP entre porros, maestros y alumnos (ver: conflictos Vélez Pliego y Rivera Terrazas.). Escuchaba en la radio que los candidatos a rector por ganar legalidad y legitimidad buscaban el control de los archivos del Edificio Carolino para seguir atendiendo los asuntos administrativos.

Hoy, tenemos claro que existe una Ley General de Archivos, una Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública y Leyes estatales de las cuales 22 están armonizadas y 11 estados incluyendo Puebla, detenidas por procesos legislativos locales; que nos obligan a los poblanos y campechanos (donde vivo) a poner énfasis en este tema.

Sabemos también, que es obligación impostergable de gobiernos municipales y estatales trabajar de forma coordinada con la Federación y sus instituciones como el Archivo General de la Nación para mejorar sus mecanismos de control archivístico y de gestión documental, contar con una estructura orgánica, recursos humanos especializados para estos fines y un archivo digital (según sus alcances).

Dar seguimiento al marco de indicadores de resultados, como parte del marco lógico que permita informar a la autoridad presupuestal, cuales son los avances en la actualización y cómo transitan sus archivos en la preservación y cuidado de la información pública. Así mismo; organizar un grupo interdisciplinario que permita dar valor documental a todos sus expedientes, desde la valoración primaria identificando el tipo de archivo administrativo, legal, fiscal y contable, hasta la secundaria que sería informativo, testimonial, evidencial o la misma depuración.

El complejo universo archivístico tiene un manejo simple que se desagrega en Fondo, en Sección y en Serie; y su variable tiempo dividida en tres tipos: el de trámite, el de concentración y el histórico con la práctica expurgo (término común en España). La clave de ello serán también las transferencias de los mismos y la estandarización hacia la calidad del manejo archivístico con sus ISOS.

Por citar algunas la ISO 13028 sobre Digitalización, ISO 15489 sobre Gestión Documental, ISO 23081 sobre Metadatos, ISO26122 sobre procesos de trabajo, ISO 27000 sobre Seguridad de la información, ISO 30300 sobre sistemas de gestión para los documentos, entre otras. A nivel internacional alinearse a las Normas de Descripción del Consejo Internacional de Archivos que implican Normas como la ISDIAH: sobre los registros de autoridad de archivos relativos a instituciones, personas y familias. La ISAD: sobre la descripción de instituciones que custodian Fondos de Archivos o la ISDF, para describir funciones archivísticas de producción y conservación entre otras.

Un archivo abandonado es una negligencia peor aún sin vigilancia, sin control de las bajas, sin observancia pública; es parte del problema de la impunidad que gozan los políticos corruptos, a quienes no se les puede juzgar por falta de pruebas fehacientes. Hay expertos en borrar información y peor aún en no respaldarla.

El precepto de que “sin presupuesto no hay archivos históricos”, es una falacia, es pretexto para su abandono. Tener archivos sustentables y sostenibles es la meta, no abusando de copias, digitalizando, depurando responsablemente y buscando donaciones como haciendo a los niños visitas guiadas es una opción de aprendizaje clave, eleva la cultura política, la identidad, garantiza un derecho a la transparencia, a la comunicación entre generaciones; recrear la historia de la ciudad. Es responsabilidad del servidor público documentar todo acto que derive en facultades, competencias o funciones.

Felicito a Puebla capital y al Estado por su orden; al menos se observa en su página web, que habré de visitar al menos el histórico, aunque no se encuentre armonizado con la Federación.

Los que amamos la Historia defendemos los acervos archivísticos, porque hay quienes desean borrar la memoria histórica. La tecnocracia se ha olvidado de ella o no le importa. ¡Ni política pragmática ni discursos sin historia!

La historia de la Humanidad se ha escrito y se ha leído mal porque los errores se siguen repitiendo, en pleno tercer milenio. No entendimos los hechos que marcaron un cambio de timón, pues rara vez analizamos y procesamos nuestro pasado. Los pueblos con memoria histórica entienden el rumbo en que transitan. Herodoto (Siglo V. A.C) decía en sus tradiciones antropológicas que los usos y las costumbres son señores del todo.

Hoy en día poco o nada importa entender nuestras costumbres; ello implicaría revisar nuestros acervos archivísticos locales y conocer más de nuestras identidades. El Padre de la Historia observaba de forma curiosa y tolerante el pasado griego con todas las creencias y culturas de sus pueblos, incluso de los extranjeros. Nosotros no. Por ello hoy vivimos en un mundo rápido e ignorante que no procesa nada, solo corre sin rumbo y peor aún sin identidad propia ni saber cómo se originó cada cosa.

Un Estado progresista no debe permitir más archivos en baños, en el piso con cajas rotas, húmedos, mojados, parchados perdidos.

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Humberto Sosa Argáez

Es licenciado en Ciencias Políticas por la UPAEP y maestro en Administración con especialidad en Ingeniería Financiera por la Universidad del Valle de México