Brujas, robots y belleza: lecciones del cine de 2024
- Eduardo Tovilla
¡Ah!, la primera columna del año. Muchas gracias a los lectores que, semana a semana, me acompañan, espero contar con ustedes este año nuevo. Aprovechando que una vez más están aquí, ¿se han dado cuenta de que influencers, podcasters y youtubers toman estas fechas para hacer tops de lo mejor del año? Quizá debería hacer lo mismo: un recuento de los mejores libros que hemos reseñado en este espacio o de las veces que he mencionado mi nombre, Eduardo Tovilla, en esta columna.
Pero hoy quiero proponerles centrarnos en tres películas que me impactaron durante el 2024, que fueron éxitos de taquilla y de las cuales podemos aprender algunas cosas: Wicked, Robot Salvaje y La Sustancia. ¿Esperaban un arranque de columna con un melodramático “la industria se sacude con estas cintas”? Pues no, aquí buscamos más: giros inesperados, brujas verdes, robots en islas remotas y tratamientos de belleza que perforan nuestra concepción de lo que significa envejecer. Así que tomen su asiento—o recuéstense en el sillón—, afinen su curiosidad y prepárense para un viaje que, como diría Zygmunt Bauman, nos invita a cuestionar la solidez de nuestras certezas y a aprender a fluir en un mundo en constante cambio.
Wicked: la magia de cambiar la mirada
Wicked nos ha deslumbrado con sus 635 millones de dólares recaudados, pero también ha revitalizado la historia de la “Bruja Malvada” desde un punto de vista menos ortodoxo. Si Bauman señala en Modernidad líquida que vivimos en una época donde las identidades se redefinen casi a diario, este musical convertido en éxito cinematográfico es un gran ejemplo de ello. Elphaba, la “bruja verde”, es concebida como un personaje cambiante e incomprendido, víctima de un contexto que la empuja a verse a sí misma y a ser vista por los demás de formas muy distintas.
La película también nos enseña la importancia de la fidelidad a nuestros valores: la bruja permanece firme en sus convicciones a pesar de ser malinterpretada. Y sí, parte del éxito de Wicked radica en la conexión casi devocional con su público, era un musical de Broadway con hordas de fanáticos ansiosos por ver la adaptación, pero no podemos negar que el talento de sus protagonistas brilla con luz propia.
Para nuestra vida diaria, la lección es clara: si tienes una base de seguidores (o amigos, o colegas) que cree en lo que haces, cuídalos y cultiva esa comunidad. Además, la anécdota de Cynthia Erivo y su forma un tanto ruda de contestar a un fan nos recuerda que en esta era líquida, cada palabra que soltamos, sobre todo en redes, puede encumbrarnos o hundirnos. Moderar las reacciones y mantener el humor es casi un superpoder.
Robot Salvaje: adaptarse para sobrevivir
Mientras Wicked nos habla de cambiar la mirada, Robot Salvaje nos habla de cambiar por completo el entorno: Roz, un robot defectuoso, termina varado en una isla deshabitada y debe aprender a convivir con la fauna local. Imposible no mencionar aquí a Bruno Latour, quien en su obra Nunca fuimos modernos propone que las fronteras entre lo humano y lo no humano son permeables y dinámicas. Roz encarna esta idea al romper los límites de su programación para conectarse con seres que, en principio, podrían parecerle ajenos, pero que terminan siendo su familia adoptiva—¡incluso se convierte en madre de un gansito!
La adaptación y la empatía son el corazón de esta historia: aunque Robot Salvaje parezca una aventura infantil, nos revela la fortaleza que se halla al cooperar y al aceptar que no siempre entendemos el entorno, pero podemos aprender de él si estamos dispuestos a observar. DreamWorks aprovechó la animación para adentrarnos en un universo visualmente rico y, a la vez, accesible para todo público, recordándonos que no se necesita un tono solemne para ser filosóficamente profundo. Y, tal cual me he dicho alguna vez a mí mismo, “Eduardo Tovilla, de nada sirve tener la mejor tecnología si no existe una verdadera conexión humana” (o animal, en este caso). Adaptarte sin perder tu esencia te convierte en un ser evolutivo en medio de un mundo en constante movimiento.
La Sustancia: el deseo de control y sus consecuencias
Si Wicked nos enseña a romper estereotipos y Robot Salvaje nos habla de adaptación, La Sustancia pone el foco en la obsesión por no cambiar, por permanecer siempre joven. Esta película, que recaudó 42 millones de dólares, se centra en Elisabeth Sparkle y su lucha por manejar las presiones sociales de la belleza y el envejecimiento. Para explorarlo, vale la pena mencionar a Michel Foucault, quien, en obras como Historia de la sexualidad, advierte que la obsesión por controlar el cuerpo es en realidad un ejercicio de poder y, al mismo tiempo, de sumisión a las normas que dicta la sociedad.
La cinta retrata la deformación psicológica que surge cuando intentamos aferrarnos a una versión perfecta de nosotros mismos y, al hacerlo, nos alejamos de nuestra identidad. Elisabeth acaba atrapada en una espiral donde el cuerpo y la apariencia se convierten en su única razón de ser, llevándola a perder de vista lo que la hace única y genuina. Aquí, como en la teoría foucaultiana, la cultura se convierte en un ente que vigila y dicta la norma: si la sociedad exige una piel tersa, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra salud mental y autenticidad para “encajar”?
En cuanto a la industria, La Sustancia encontró en Mubi—plataforma de streaming poco convencional—el nicho perfecto para su lanzamiento, demostrando que apostar por lo independiente puede dar resultados sorprendentes. Y hablemos de Demi Moore, quien sorprendió con un rol que le exigió transformaciones físicas y emocionales, y que le brindó la oportunidad de replantear su carrera. Reinventarse es la palabra clave y, en una época líquida, hacerlo ya no es un lujo, sino una necesidad.
Al revisar estas tres historias, confirmamos que el cine sigue siendo un espejo que nos devuelve nuestras propias contradicciones, miedos y esperanzas. Wicked nos habla de la importancia de entender la historia personal que subyace bajo cada “etiqueta” social; Robot Salvaje nos enseña que la cooperación y la curiosidad pueden salvarnos del aislamiento; y La Sustancia pone el dedo en la llaga sobre cuánto poder le damos a lo externo para definir quiénes somos.
¿La propuesta disruptiva? Atrevámonos a reescribir nuestro día a día como si fuera una obra en constante revisión. Al igual que Bauman, Latour y Foucault, cuestionemos sin miedo. Si te encuentras en una situación que te hace sentir como la “bruja” incomprendida, el robot fuera de lugar o la estrella que debe permanecer eternamente joven, detente y pregúntate: “¿Qué tan real es la presión y hasta qué punto puedo moldear mi propia narrativa?” Tal vez descubrirás que hay más finales posibles de los que imaginabas. Y si todos te miran raro por atreverte a pensar distinto, ¡enhorabuena! Eso significa que has dejado de ser un espectador para convertirte en el guionista de tu propia historia.
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Economista egresado del ITAM y maestro en Administración de Negocios por la Universidad de las Américas Puebla. De 1995 a 2019 se desempeñó como funcionario público. Su conexión con el pádel se fusiona con una exitosa carrera empresarial y su compromiso filantrópico.