Cuando los perversos se juntan
- Juan Martín López Calva
Derechos como la inviolabilidad del domicilio, el habeas corpus, el feminismo o la no discriminación por razones biológicas, culturales o de cualquier otra índole, entre tantos, han surgido de la mano de personas con una pizca de bondad y sentido de lo común que tuvieron el coraje de no mirar hacia otro lado y hablar claro. O actuar con determinación, como por ejemplo, los casos de Irena Sendlerowa, Oskar Schindler y Ángel Sanz Briz, quienes ayudaron a miles de judíos a escapar de una muerte segura de la mano del régimen nazi en un desafío frontal a las leyes de su época y territorio. A nuestro alrededor seguimos teniendo retos cotidianos en los que participar como personas y como ciudadanos. No es la historia que se repite, sino que continúa hasta que la resolvamos o nos extingamos como especie.
David Lorenzo Cardiel. Cuando los buenos actúan. Ethic, 5 de julio de 2024.
Esta es mi última colaboración del año en e-consulta. Espero que nos veamos en estas páginas virtuales a partir del lunes 13 de enero. Son fechas especiales en las que creyentes y no creyentes hacen una pausa y toman un poco de aire después de un largo -o cortísimo, según se vea- año de actividades, compromisos, trabajo, alegrías, sufrimientos, logros y fracasos. Son semanas de desear el bien a los demás, aunque sea de dientes para afuera -ojalá la mayoría lo haga sinceramente- y de perdonar y pedir perdón por aquellas cosas en las que nuestra condición humana nos hizo afectar a otros con nuestras acciones.
Son tiempos también de reflexión y de arrepentimiento. Hacemos balances, recuperamos lo vivido, pasamos lista a nuestras pérdidas y recopilamos también aquellas cosas que aprendimos con alegría o muchas veces también con esfuerzo, dolor y cierta dosis de frustración. Analizamos también nuestro entorno y vemos lo bueno y lo malo que hay a nuestro alrededor, desde nuestra familia hasta el mundo y la humanidad que parece estar siempre en crisis y en este cambio de época parece estarlo con mayor profundidad y riesgo.
Es por ello que dedico estas líneas a plantear algunos elementos que nos puedan servir para esta evaluación y para el establecimiento de nuevos propósitos de vida que, se cumplan cabalmente o no, al menos nos ayudan a ver que hay otras posibilidades de vida y otro mundo posible por construir.
Si revisamos con detenimiento el entorno nacional e internacional marcado por la pobreza, la desigualdad, la violencia y la exclusión, todo ello en una situación cada vez más grave de deterioro ambiental que nos acerca cada día más a la autodestrucción como especie, podemos decir que estamos en una época de malestar, una época de desmoralización, de falta de deseos de vivir humana y fraternalmente en el mundo.
La causa o al menos una de las causas más determinantes en términos sistémicos y culturales parece estar en que como dice Cardiel en el artículo del que tomo el epígrafe de hoy, citando al filósofo Edmund Burke: los perversos se están juntando y están actuando de una manera muy bien organizada, causando este enorme deterioro del tejido social en el que hoy nos encontramos.
Pero como dice el mismo Burke: «Cuando los perversos se juntan, los buenos tienen el deber de asociarse. De lo contrario, caerán, uno por uno; un sacrificio implacable en una lucha despreciable». Se trata de un llamado urgente, dadas las circunstancias en que nos encontramos. Los perversos se han agrupado y están constituidos como toda una gran empresa transnacional que detenta el poder económico, político y cultural, con lo que nos está controlando a través del consumo inducido, del ejercicio de la autoridad sin ley y de la manipulación mediática que nos vende la idea de que la felicidad es una obligación que tiene que ver con verse bien, tener cosas y ser famoso.
Esta especie de zanahoria que nos ponen enfrente los perversos y tras la que de una u otra forma y en distinta medida todos vamos corriendo, se va volviendo la trampa hacia la caída, uno por uno, diez por diez, un millón por un millón, en ese sacrificio implacable producto de esta lucha despreciable por una hegemonía de la nada, un control del vacío, un triunfo del sin sentido.
Ante esta carrera inútil hacia una meta falsa tras la que millones y millones de personas se afanan en caminar de prisa, trabajando toda su vida y consumiendo todo lo que les venden, la solución está en la organización, en la asociación de los buenos.
Cuando digo los buenos -estoy interpretando la frase de Burke- no pienso en seres humanos especiales o sobredotados, no tengo en la mente a una especie de santos o super héroes de acción. Estoy pensando en seres humanos comunes y corrientes, gente bienintencionada, de buen corazón, personas que son, como decía Machado: “En el buen sentido de la palabra, buenos”.
Porque no se trata de sentirse en el lado correcto de la historia ni de asumir posturas de superioridad moral como la que manifiestan muchos de los que hoy se consideran revolucionarios y transformadores, pero simplemente siguen la corriente de una supuesta alternativa que no es futuro sino pasado. Se trata solamente de aceptar con humildad las propias limitaciones, pero valorar con seguridad los sueños y esperanzas en un mejor futuro, en una mejor humanidad.
Una vez aceptada esta condición frágil e indigente pero comprometida con la humanidad, se precisa dar el paso hacia la organización porque como bien decía Bernard Lonergan, los retos de la cultura claman por un esfuerzo colectivo, porque no es el individuo sino el grupo el que puede transformar la cultura.
Tal como dice el epígrafe de hoy, muchos avances de la humanidad se han producido a partir de la organización de personas con una pizca de bondad y un sentido de lo común, que se han organizado, han luchado y han invertido y arriesgado su vida por estas causas. Tres elementos destacan en esta cita respecto a esas buenas personas que lograron cambios sustanciales para la humanidad: primero que nada, no mirar para otro lado, enfrentar los problemas, mirar la realidad tal como es, sin edulcorarla. En segundo lugar, hablar claro, no guardarse las cosas que se ven como incorrectas y apuntar hacia las que se atisban como verdaderas. Finalmente, actuar con determinación -y añadiría yo, de forma organizada para tener la fuerza y la resistencia necesarias para enfrentar a los perversos.
Esta es la tarea de los educadores en tiempos en que los perversos se siguen juntando en el mundo: formar a las nuevas generaciones como personas buenas, capaces de no voltear hacia otro lado, de hablar claro y de actuar de forma comprometida, pero no individualmente sino de forma organizada. Nuestros tiempos no piden héroes aislados sino comunidades integradas y orientadas hacia un mismo fin común.
Como dice Cardiel: “No es la historia que se repite, sino que continúa hasta que la resolvamos o nos extingamos como especie”.
Ojalá reflexionemos sobre esto. Felices fiestas.
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Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).