La benevolencia y la autoridad del docente

  • Juan Martín López Calva
Las sociedades están necesitadas de un viraje en el que no se responda a la violencia con violencia

…el docente precisa una virtud específica que las violencias y turbulencias debilitan: la benevolencia. La benvolencia es la virtud que Confucio requería de todos los que tenían autoridad. Por lo demás, la benevolencia se ve amenazada cuando la autoridad del docente se halla amenazada. La verdadera autoridad del docente es moral, se basa en la fuerza de una presencia, tiene un no sé qué de carismática, se impone sin imponer nada cuando sus propósitos suscitan la atención y el interés. Agreguemos que la conciencia de la complejidad humana nos invita a no fijarnos en los rasgos negativos de un individuo sino a ver todos sus aspectos, lo que tiende a eliminar la malevolencia. Sin duda, sería bueno ir más allá de la benevolencia y hacer el elogio de la bondad.
Edgar Morin. Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación, p. 66.

Escribo este artículo en el día que se conmemora en el mundo católico a San Juan Bosco, considerado el santo patrono de la juventud porque dedicó su vida a la educación de los jóvenes más pobres de la Italia de su tiempo, creando lo que llamó el método preventivo que consiste en centrar la formación en el acompañamiento sistemático y cercano del educando para crear una atmósfera constructiva de aceptación incondicional que evite los malos comportamientos que implican sanción o castigo.

Prevenir acompañando en lugar de disciplinar castigando es la base de esta educación que ha perdurado y sigue muy viva a través de un gran número de colegios y universidades fundadas y dirigidas por las congregaciones de sacerdotes y religiosas que fundó en su momento para continuar con la labor de formar buenos ciudadanos desde una mirada cristiana, propia de su peculiar manera de entender la fe como algo que implica estar siempre alegres, algo también disruptivo para la solemnidad, la seriedad y el énfasis en el sufrimiento que imperaba en la visión religiosa de su época.

Independientemente de que vivimos tiempos de sociedades secularizadas y que el lenguaje de Don Bosco, propio del mundo religioso del siglo XIX ya no sea el que se utiliza en la Pedagogía y en las Ciencias de la Educación contemporáneas, considero que el espíritu del método preventivo sigue siendo totalmente vigente y resulta hoy cada vez más necesario en tiempos en que la violencia, la cancelación, la polarización y el acoso han penetrado en el mundo escolar y universitario.

Estas violencias y turbulencias de la escuela actual debilitan, como dice Morin, una virtud fundamental relacionada con la necesidad urgente de comprensión humana que el padre del pensamiento complejo plantea entre los siete saberes que resultan imprescindibles para la educación de este cambio de época. Esta virtud es la benevolencia.

La benevolencia como dice la cita del epígrafe de hoy es la virtud que Confucio reclamaba en todos aquellos que tenían algún tipo de autoridad. La benevolencia es la virtud que la obispa episcopal Mariann Budde pidió al presidente de los Estados Unidos Donald Trump durante el oficio religioso con motivo de su inauguración como primer mandatario de ese país, mensaje que ha sido muy comentado alrededor del mundo y que generó indignación en el destinatario que es un líder arbitrario que basa sus acciones en el poder, en la fuerza y en la agresión y descalificación de todos los que no piensen, actúen o sean como él.

Traducido al ámbito educativo, podemos darnos cuenta de que la benevolencia no es una virtud que esté de moda entre los educadores que ante las crecientes amenazas de violencia verbal, jurídica, simbólica y hasta física por parte de los padres de familia, las autoridades y hasta los estudiantes, están optando por una actitud defensiva basada en una mezcla de imposición e indiferencia, sustentadas en el dicho popular de “piensa mal y acertarás” aplicado a sus estudiantes.

Como dice Morin en la cita, cuando la autoridad del docente se ve amenazada, la benevolencia se va eclipsando y cede su lugar a este tipo de disciplinamiento, de justicia entendida como ajusticiamiento y no como ajuste de lo que está desajustado en el aula o en la escuela y a una cautelosa contención -que no puede llamarse precisamente prudencia- que se resguarda hasta que ve la oportunidad de la venganza o la revancha. Así se va armando un círculo vicioso que se puede relacionar con todo menos con educación.

Porque siguiendo el epígrafe y lo que dicen muchos autores sobre el liderazgo y el liderazgo docente, la verdadera autoridad del profesor o profesora es moral. No se basa en la imposición a través del poder sino en la fuerza de una presencia que mueve consciencias a partir de una personalidad que manifiesta su carisma ante el educando, por lo que logra imponerse sin imponer nada porque convence, porque capta la atención y genera el interés de los educandos.

Desde esta perspectiva de complejidad, la benevolencia lleva a no fijarse prioritariamente en los rasgos negativos de un individuo, sino que lleva a ver todos los aspectos que conforman su personalidad y la profundidad de su persona. Con ello instaura un proceso de comprensión y elimina todo rasgo de malevolencia.

De hecho, si nos acercamos a esta visión de la autoridad del educador desde la ética profesional de principios, tendríamos que hablar de beneficencia -hacer bien la profesión, haciendo el bien a los alumnos con la profesión- y de no maleficencia -evitar todo riesgo de dañar a los estudiantes con nuestros discursos y acciones-.

Morin nos invita incluso a ir un paso más allá de la benevolencia y a “hacer el elogio de la bondad”. Esta exhortación suena hoy a ingenuidad o a tontería porque desafortunadamente se ha impuesto en nuestras sociedades la visión de la ley de la selva en la que como dirían Hobbes y Sartre, pensadores célebres multicitados “el hombre es el lobo del hombre” y “el infierno son los otros”.

Sin embargo, estas sociedades instaladas en la violencia y la agresión, en el cuestionamiento de toda autoridad y en el caso de la escuela, de la autoridad de los educadores -muchas veces empezando por los padres de familia- están urgentemente necesitadas de un viraje en el que no se responda a la violencia con violencia ni a la descalificación con descalificación, en la que a la malevolencia no se le combatía con malevolencia sino con benevolencia y bondad.

Volviendo al caso que plantee al inicio del método preventivo de Don Bosco, a este sacerdote italiano le tocó lidiar por vocación libremente elegida con jóvenes de sectores marginados que eran violentos, que se organizaban en pandillas y que cometían delitos para sobrevivir, por lo que concebían la vida como esta lucha en la que si no agredes tú, vas a ser agredido.

Sin embargo, este método ha demostrado por ya casi dos siglos la eficacia formativa que tiene responder con benevolencia y bondad a la violencia y al cuestionamiento de la autoridad, enfrentar la incomprensión y la exclusión con comprensión e inclusión, volverse significado personificado para los educandos para ganar por la buena, la autoridad moral que se imponga sin imponer nada.

 

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).