Nuevo ciclo escolar: pasado y presente para el futuro
- Juan Martín López Calva
La educación es, en muchos sentidos, un puente multidireccional. De hecho, no habría educación si no hubiese nada que transmitir de un tiempo a otro, de una cultura a otra, de una persona a otra. Y este carácter relacional de la educación -o de puente- implica siempre dos costados: pasado y presente, presente y futuro, docente y alumnos, familias y alumnos, familias y docentes, gente dentro de la escuela y gente de afuera.
Paola Delbosco. Reflexiones sobre lo viejo y lo nuevo en la educación.
Hoy inicia un nuevo ciclo escolar. El simple término para nombrarlo implica una paradoja porque se trata de algo nuevo, pero que se repite de manera cíclica cada año desde hace décadas y si lo vemos de manera más amplia sin enfocarnos en este tiempo del calendario -porque hubo otros calendarios distintos en el pasado lejano- desde hace siglos. De manera que este nuevo ciclo escolar mirado históricamente no es nada nuevo en realidad.
Sin embargo, como decía Heráclito hace ya muchos siglos, “nadie se baña dos veces en el mismo río”, porque la realidad es dinámica y cambiante, porque la naturaleza va mudando y mutando, porque cada generación de seres humanos es diferente a las anteriores, única, con características irrepetibles. O sea que, si no miramos hacia atrás, sino desde el presente hacia el futuro, sin duda se trata de un nuevo comienzo, de una auténtica novedad, de un misterio por descubrir.
Podemos decir entonces que el nuevo ciclo escolar que empieza este día es al mismo tiempo viejo y nuevo. Viejo porque repite la rutina del tiempo circular de la educación, con los mismos rituales, las mismas esperanzas, los mismos hábitos y los discursos de siempre, que aunque cambien de tono y de enfoque, en el fondo significan lo mismo. Nuevo, porque por más instalados que estén en su zona de confort, los docentes, directivos y todos los sujetos involucrados en la educación -prácticamente toda la tribu, como dice el proverbio africano- se enfrentan a la incertidumbre y no pueden predecir lo que les depararán los próximos meses.
Esta es parte de la magia de la educación, vista como parte del tiempo de la humanidad: quienes vivimos en su ecosistema encontramos al mismo tiempo, la seguridad que brinda la rutina y la impredecible novedad que aporta el encuentro con rostros nuevos, historias inéditas, vidas por escribirse, misterios que traen consigo nuevas preguntas que resultan iguales y a la vez, totalmente distintas.
Otro ángulo de esta magia lo aporta el hecho de que en la educación como en casi ninguna otra actividad humana se encuentran cotidianamente el pasado y el futuro en un presente concreto lleno de retos, posibilidades y problemas que hay que afrontar, analizar e intentar resolver en comunidad. Toda escuela es un laboratorio de futuro que tiene en su tiempo y espacio una infinita red de posibilidades que se juegan en la relación cara a cara entre la herencia cultural, representada por los profesores, orientadores, directores y padres de familia y el potencial de descubrimiento y cambio que se encarna en cada uno de los niños, adolescentes y jóvenes que llegan a las aulas más o menos libremente, más o menos motivados, más o menos dispuestos a aprender y a crecer.
Por ello, como lo afirma Paola Delbosco, la educación es un puente multidireccional puesto que no podría educarse si no hubiera nada que transmitir de un tiempo a otro, de una cultura a otra o de una persona a otra persona, por lo que resulta falaz pretender inventar el hilo negro, negando la tradición, renegando del pasado o juzgando los hechos, conocimientos y acciones de otros tiempos desde los significados, valores y categorías de este presente altamente diferenciado pero muy poco integrado que vivimos hoy.
Pero también es ilusorio y además muy riesgoso pretender congelar la realidad y hacer que la escuela se vuelva una especie de museo de antigüedades en el que todo está fijo, la verdad con mayúscula se posee ya y sólo hay que transmitirla como un cofre de tesoros que huelen a naftalina, los valores están predeterminados y solamente hay que vivir bajo una ética de la ley, aunque esa ley nos esclavice y el descubrimiento es algo intrínsecamente negativo y peligroso.
La educación es el puente del presente que une el pasado con el futuro, que tiene que ser el espacio gozosamente articulador entre la herencia viva y el descubrimiento regenerador, entre lo viejo y lo nuevo que distingue que no todo lo nuevo es bueno pero tampoco todo lo viejo es malo porque lo que somos hoy, el material con el que está hecho este puente, es la sabiduría acumulada de siglos de experiencia de la humanidad en el planeta, que sin duda tiene mucho polvo acumulado, pero también mucha solidez que nos sirve de cimiento para edificar nuestros sueños.
Ese puente es también el lugar de reunión, no sólo del pasado y el presente para mirar el futuro sino de los docentes y los alumnos, las familias y los educandos, los padres y madres de familia y los profesores, la comunidad interna de la escuela y el contexto externo al que debe servir la institución educativa.
En este México polarizado y en este ambiente polarizador, la escuela puede ser también el puente entre los distintos grupos y formas de pensar y de vivir que conforman el mosaico pluricultural que somos en lugar de ser parte del abismo que nos separa de los que piensan, sienten o viven diferente.
Hoy que inicia el nuevo ciclo escolar, cada educador tendría que pensar seriamente qué estrategias utilizar en su aula para crear un ecosistema de convivencia armónica y pacífica que politice a sus educandos creando en ellos y ellas un compromiso por la construcción conjunta, cooperativa y también plural del bien común de esta sociedad rota en lugar de contribuir a seguir polarizando y dividiendo al país en bandos contrarios, asumiendo que hay un solo lado correcto de la historia.
El inicio de un nuevo ciclo escolar, con lo viejo y lo nuevo que implica, es un buen momento también para una evaluación inicial en la que nos hagamos las preguntas de fondo que la autora del epígrafe plantea en su artículo: “¿Qué logros humanos vale la pena transmitir? ¿Qué errores humanos no debemos repetir? ¿Qué problemas irresueltos debemos enfrentar? Lo que está en juego, en este presente laborioso, es el futuro de cada persona, de la comunidad, del país, de la humanidad”.
Ojalá cada educador hoy dedique un rato a plantearse estas preguntas que le sirvan de horizonte para la planeación de fondo del sentido de su quehacer en este nuevo período en el que van a volver a la rutina, pero ojalá, con una mirada abierta al asombro de encontrarse con nuevos rostros que reflejan nuevos sueños, aspiraciones, utopías, historias, dolores, alegrías, esperanzas y frustraciones.
Bienvenidos, bienvenidas, docentes de todos los niveles, a este viejo nuevo ciclo escolar.
Opinion para Interiores:
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Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).