La esperanza se abre camino
- Araceli Molina Diz
A poco tiempo de que comience la gestión de la primera mujer Presidenta en México, Claudia Sheinbaum en la integración del gabinete para su gobierno, ha creado la primera Secretaría de la Mujer a nivel federal, nombrando al frente de la misma a Citlalli Hernández, quienes en sus discursos han prometido que las primeras en recibir las ayudas del sistema de cuidados para poder desempeñarse en su trabajo sin contratiempos serán las jornaleras del campo y las maquiladoras. Esto no puede más que abrir el camino a la esperanza entre tanta división, incertidumbre, polarización y adversidad.
Este es un gran paso en la agenda del movimiento feminista, que por largo tiempo ha pedido que las políticas de igualdad sean prioritarias y se incluyan en los temas de gabinete con sus pares del Ejecutivo, para que cuenten con presupuesto y no se vean como temas de secundarios.
Claudia Sheinbaum ya hizo historia siendo electa como presidenta de un país machista como es el nuestro, pero al llegar al gobierno se enfrentará con los verdaderos retos y barreras que el propio sistema nos impone en la política por el simple hecho de ser mujeres.
Una de las grandes dudas del movimiento feminista era que si teniendo a una mujer presidenta, se tendría el interés de implementar y fortalecer políticas públicas que promuevan la igualdad de género, no solo en términos de legislación, sino también en la práctica, en áreas como educación, empleo, salud, y participación política. La creación de la Secretaría de las Mujeres, es un paso muy esperanzador que indica que vamos por buen camino; sin embargo, aún se enfrenta a la resistencia tanto dentro como lo hizo durante su sexenio el presidente Andrés Manuel, como fuera del gobierno por parte de grupos que ven las políticas de igualdad de género como una amenaza a las normas tradicionales.
Como primera mujer en la presidencia, Claudia Sheinbaum tendrá que enfrentarse a estereotipos de género arraigados en la sociedad, seguramente, como ya lo hacen constantemente los medios de comunicación al afirmar que será la empleada del actual presidente, se cuestionará constantemente su capacidad de liderazgo simplemente por su género, lo que demandará un esfuerzo adicional para demostrar su competencia y autoridad. Como casi todas las mujeres que llegan a posiciones de alta dirección a liderazgo, será juzgada con estándares más estrictos que sus homólogos masculinos, lo que significa que cada decisión podría ser evaluada no solo por sus méritos, sino también por cómo se ajusta o desafía las expectativas de género.
Otro de sus principales desafíos será abordar de manera efectiva la violencia de género en un país donde los feminicidios y otros tipos de violencia contra las mujeres son un problema persistente.
La presidenta debe construir y mantener alianzas políticas sólidas en un entorno que podría ser particularmente desafiante para una mujer, tendrá que crear un estilo propio de liderazgo para ser firme y decisiva a fin de ganar y mantener el apoyo de diversas facciones políticas, todo mientras navegan las dinámicas de poder y la posible desconfianza en su liderazgo por ser mujer; sumando a esto los desafíos económicos típicos de cualquier presidente en México, como la pobreza, el desempleo, y la desigualdad. Tendrá retos como la relación con Estados Unidos, la crisis migratoria, o la participación en organismos internacionales, con la necesidad de proyectar una imagen de competencia.
Ser la primera mujer presidenta implica una presión adicional para tener éxito, ya que su desempeño no solo será evaluado como el de cualquier otro presidente, sino también como un reflejo de las capacidades de las mujeres en general en roles de liderazgo, con la responsabilidad de abrir nuevas posibilidades para las futuras generaciones de mujeres en la política.