La Constitución ya es prescindible

  • Ociel Mora
¿Ante quién hacer efectivos sus preceptos? Cuando la incertidumbre fue criterio de competencia libre

Lo que se dice en la cabeza de este apresurado comentario puede pasar como un arrebato de excentricidad, pero no.

Es el grado de desarrollo político y de libertades plenas alcanzadas en este gobierno, y refrendadas por la mayoría de la población el domingo.

Pero no falta el prietito en el arroz, y ya se dice (las minorías rapaces, entre ellas los intelectuales de derecha) que los resultados de la elección se mueven peligrosamente entre la certeza y el temor.

Repito, peligrosamente entre la certeza y el temor. Certeza porque el mandato de las urnas es irreprochable; temor: por su significado en términos de concentración política en una sola mano: el Presidente de la República.

El mandato del domingo anula la división de poderes y la independencia del Poder Judicial, y suprime el control sobre los excesos presidenciales a través de los llamados órganos constitucionales autónomos.

Poder cuasi absoluto al presidente y mayor vulnerabilidad y desamparo para el hombre común y corriente.

Con la nueva legitimidad, las elecciones serán organizadas y calificadas a través de una nueva institución cuyos consejeros serán nombrados por el voto popular.

Para efectos prácticos, serán desganados por el partido gobernante, Morena. El federalismo territorial será una ficción. Los gobernadores quedan supeditados al centralismo presidencial; los alcaldes al gobernador en turno, y los diputados y senadores en esa misma tesitura.

Es una lectura puntual del mandato supremo de las urnas del domingo. La población quiere la radicalización de la transformación y la ejecución ya del Plan C.

¿Para qué una Constitución, entonces?

Por ejemplo, en el primer nivel de análisis, el mandato de las urnas es incuestionable, y hasta ahora no hay razones fundadas como para ponerlo en duda.

La ventaja entre el primer y segundo lugar en la Presidencia de la República es de una relación de dos a uno.

En el caso de la gubernatura en Puebla, la brecha nacional se abre y favorece a Alejandro Armenta, al punto de colocarlo como el candidato más votado de la historia moderna de la entidad.

Se trata de una expresión de democracia químicamente pura. Una fiesta cívica; lo deseable incluso en las llamadas democracias viejas.

La gente sale de su casa en familia y se dirige al centro de votación y, de entre un abanico de opciones, elige libremente a quien será su gobernante en el próximo periodo (recordemos que es la elección más grande de la historia; se eligen más de 20 mil cargos).

En la jornada reinó la paz, la tranquilidad y la concordia. Los actos y amagos de violencia registrados no empañaron el proceso general. No obstante, los rumores regados en los días previos. ¿Atemorizar? No lo sé.

La votación fue copiosa, por lo menos en el paisaje de las casillas. Grupos de familias, resistiendo frente a la inclemencia del sol ardiente, en espera de pasar.

Lo cierto es que lo del domingo no se trató de nada nuevo. Estamos ante el triunfo más anunciado posterior al breve periodo de democracia electoral. Cifrado por los historiadores de la política entre 1997 y 2018. Cuando la incertidumbre fue criterio de competencia electoral libre.

Las encuestas calificadas de progubernamentales lo adelantaron hasta con dos años de anticipación.

Pero los malpensando y enemigos del pueblo, omitieron su clamor, y lo negaron sistemáticamente.

Adujeron que sus resultados eran parte de la propaganda del gobierno para inocular en el hombre de mollera débil el dato de que la elección estaba decidida a favor de Morena y que no había nada que se pudiera hacer para cambiar los resultados. Como en efecto fue.

El presidente mismo lo anunció una y otra vez en las mañaneras, ese espacio de intercambio circular, de tú-a-tú, en el que la gente se presenta y de viva voz enaltece los magnos avances alcanzados en este gobierno.

Al grado que, en los últimos días previo a las votaciones, de plano el presidente aclaró que la elección en curso sería un plebiscito sobre su desempeño y persona. Aunque no lo puso en esos términos, pero los traslució.

“Más que una elección, lo del domingo es un referéndum, un plebiscito, una consulta. No es nada más elegir a las autoridades, elegir al partido, es elegir el proyecto de nación que queremos” (27 de mayo).

Los moneros, hay que reconocerlo en todo lo que vale, y vaya que valen esos muchachos, pusieron al servicio del pueblo bueno y sabio su pedagogía progresista.

En más de una ocasión hasta el INE se fue con la finta de la derecha intelectual y cometió la torpeza de emitir medidas para reconvenir al presidente de la República por supuestos dichos violatorios de la legalidad electoral, pero sabio como es, las omitió y mantuvo enhiesta la transformación.

¿Para qué la Constitución? El presidente ha dicho con claridad meridiana que, en su calidad de mandatario, al único tribunal que le teme y atiende es al de su conciencia. Con la que se encuentra en paz, ha declarado con el puño al vuelo.

Con un Congreso sometido a los designios de Palacio Nacional. Con un partido con mayoría calificada. Sin división de poderes. Con una oposición cada vez menos representativa y precarizada, ¿Para qué la Constitución? ¿Ante quién hacer efectivos sus preceptos?

Al grado que el presidente López Obrador nunca se ha reunido con la oposición representada en el Congreso. Porque no le merece ningún respeto.

¿Para qué reunirse con los diputados y senadores del PAN, PRI y PRD si son la oposición a su proyecto de transformación? Además nadie como él representa el verdadero interés del pueblo.

¿Para qué la Constitución?, si el Poder Judicial será una extensión del partido oficial gobernante, con ministros y jueces surgidos de sus filas; designados con criterios partidistas.

¿Para qué la rendición de cuentas y el Estado de derecho, cuando no hay deliberación política entre fuerzas políticas pares? Queda demostrado lo que ha proclamado el propio presidente. Se trata de invenciones del neoliberalismo para mantener privilegios.

Chayo News

En el municipio de Honey, ante el declarado manoseo electoral del PRIAN para robarse la elección, Morena y el PT ya se unieron a la petición de Movimiento Ciudadano en la defensa de la legalidad del proceso electoral, y que se abran las casillas, en particular las correspondientes a la localidad de Tonalixco, en la que se alteraron las boletas colocando una “paloma” para que se anularan y favorecer al PAN y a su vez perjudicar al candidato Alberto Ordaz.

@ocielmora

 

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Ociel Mora

Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.