Se acabó

  • Ociel Mora
Las campañas llegan a su fin con la sensación de que los grandes problemas no se discutieron

Las campañas llegaron a su fin. El domingo será la elección, y entonces sabremos qué le depara al país, a la entidad y, con sus limitaciones, a sus municipios, pues habrá relevo en los 217 ayuntamientos. Amén de que también será renovado el Congreso del Estado, la representación federal, y el Senado de la República.

Cargos importantes para el equilibrio de la vida democrática, pero precarizados por el mal desempeño de sus sucesivos titulares.

Muy pocas personas saben qué hace un diputado y tampoco tienen conocimiento qué representan o mal representan en los parlamentos, local y federal.

El mal diseño institucional hace de los diputados súbditos del gobernador en turno, y omisos de su responsabilidad parlamentaria.

Recuerdo al respecto que una vez un grupo de señoras se acercó al gobernador del estado, que se encontraba en gira, para pedirle que “cambiara al diputado” porque las molestaba. El gobernador tomó nota. Enseguida citó al representante popular en su despacho y allí en privado lo reprendió, y ordenó que se ausentara por un periodo del pueblo; lo que hizo sin chistar.

En aquel episodio ominoso para la vida republicana, nadie osó hacer referencia a la división de poderes, aclarando que el Legislativo es un poder independiente del Ejecutivo.

En el caso de la gubernatura la disputa se ha cerrado en dos coaliciones de partidos. La dirigida por Morena y la del PAN. Encabezadas por Alejandro Armenta y Eduardo Rivera. Ambas remolcan varios membretes que, más que sumar, parecen restarles.

Lo digo por el PSI, un partido local que en los últimos meses se le encontró trasegando sobre relaciones peligrosas, por decirlo con suavidad. El PSI es una hechura de Javier López Zavala.

Ese partido no encontró mejor candidato para un distrito que acusa pobreza y pobreza extrema, cruzado además por la violencia, que a una familia caracterizada por el lujo y el dispendio súbitos.

El otro, en la alianza contraria, es el partido Verde, el de peor fama nacional. No dicho por mí, sino por los historiadores y observadores de los partidos. Lo creó Carlos Salinas para contrarrestar a la izquierda cardenista.

En el caso de la Sierra Norte los gobernantes del Verde se han caracterizado por ser los más depredadores de recursos naturales.

La presencia de MC en la disputa estatal es meramente testimonial. Los críticos lo acusan de alinearse gachamente con el partido oficial (lo que en el pasado hacia el PARM). Eso es hacer política; ninguna ley prohíbe los acuerdos partidistas de facto.

La fuerza de MC –que la tiene– está en los ayuntamientos pequeños, en los que predomina la persona por encima de las organizaciones. Cito al azar: Ocoyucan en la zona conurbada de Puebla, Huauchinango y Honey, en la Sierra Norte. Municipios en los que puede ganar.

El PRI es un partido cáscara. Una de las grandes virtudes del candidato del partido gobernante es que logró vaciarlo. Sus mejores cuadros, los más experimentados, que los tuvo, ahora se les encuentra despachando en Morena.

Me parece que de su incorporación a tareas de gobierno depende que el de Armenta sea un gobierno eficaz, o medianamente eficaz, en caso de que gane la elección.

El mal desempeño de los gobiernos de Morena, y su mala fama de incompetentes, tiene que ver con la falta de cuadros técnicamente capacitados para regir una población con la complejidad de la entidad.

Si habremos de creer en la tendencia de todas las encuestas, Alejandro Armenta ganará la elección el próximo domingo. En todas aparece con una ventaja entre 15 y 19 puntos arriba de su contrincante.

Podría decirse, siguiendo lo acuñado por Héctor Aguilar Camín, que el arroz de la gubernatura ya se coció, salvo sorpresas. Persiste un voto oculto por decisión soberana de sus protagonistas que hace tic-tac; y también por las dificultades que enfrentan las encuestadoras para identificarlo y registrarlo.

Con esto quiero ponderar que no todo está resuelto; no es el mero trámite, aunque se trata del partido gobernante. En este caso entran en juego distintas variables, en las que nadie ha reparado, y que tampoco lo haré yo.

Sólo recuerdo que en el caso de Puebla le pesan a Morena, los malos gobernantes locales y federales.

El proceso electoral llega a su fin con un mal sabor de boca. Queda la sensación de que los grandes problemas de la entidad no se discutieron, y en algunos casos ni siquiera se tocaron. Ganó la compostura; y perdió Puebla.

Un candidato que se niega a debatir públicamente los problemas de la ciudad que se propone gobernar, como ocurrió en el caso de la capital, no se merece la confianza de los electores. Yo no le daré mi voto.

Sin embargo, el dato duro, el que nadie quiso tocar, es que por primera vez en la historia moderna la violencia política asomó sus fauces más siniestras, e incluso cobró la vida de candidatos.

 

Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no representan necesariamente la línea editorial de e-consulta.

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Ociel Mora

Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.