Curiosidad 2.0: tecnologías para explorar el mundo

  • Cintia Fernández Vázquez
Reflexiones sobre el equilibrio entre nuestra naturaleza curiosa y el buen uso de la tecnología

Recientemente y con impulso de las redes sociales se viralizó la noticia de la implosión de un sumergible que transportaba turistas multimillonarios a las profundidades del océano para observar los restos del naufragio del Titanic. Independientemente de que la cobertura de esta noticia pudo haber sido exagerada, pone de manifiesto una realidad humana: la curiosidad y los avances tecnológicos tienen una relación muy cercana.

Por una parte, la curiosidad es un rasgo humano innato que impulsa el deseo de conocer, descubrir y comprender el mundo que nos rodea, ya sea como científico o ingeniero que diseña un sumergible, como turista que desea conocer el Titanic o como público en general que sigue el desarrollo de un ciclo noticioso de principio fin.

Este estado mental y emocional que motiva a las personas a buscar información, explorar nuevas ideas, hacer preguntas y buscar respuestas es lo que ha convertido a Internet en una herramienta sin la cual ya no concebimos la vida, y también en una mina de oro para emprendedores e inversionistas.

La curiosidad se caracteriza por el interés genuino y la avidez por aprender, experimentar y adquirir conocimientos en diversos ámbitos, desde la ciencia y la tecnología hasta el arte, la historia, la cultura y también por profundizar en los detalles de eventos deportivos o faranduleros por más superficiales que parezcan.

La curiosidad es un motor por excelencia del aprendizaje y el crecimiento personal, ya que cuando se estimula positivamente fomenta la investigación, la creatividad y el pensamiento crítico. La curiosidad puede manifestarse de diferentes maneras, desde hacer preguntas y buscar explicaciones hasta explorar, observar y experimentar activamente el entorno a través del olfato, el tacto y el movimiento.

Pero, ¿qué pasa cuando este rasgo humano se estimula negativamente? Desde mi punto de vista, este camino puede llevar a las personas a tomar decisiones arriesgadas, como a pagar medio millón de dólares para sumergirte 4 km en el océano en un vehículo experimental, o bien, a pasar noches en vela viendo videos de chismes de celebridades en las redes sociales.

Es decir, la curiosidad que no se canaliza hacia un propósito que dé significado a la vida, que sea auténtico y se conecte con la esencia y los talentos únicos de una persona, puede llevarla a perder el balance y en el peor de los casos, la vida.

Es por ello que el binomio curiosidad / tecnología es un fenómeno digno de estudio desde la perspectiva de diversas disciplinas: filosofía/ingeniería, educación/informática, psicología/ciencia de datos, entre otras áreas de conocimiento. Hoy más que nunca, es imperativo que diversas profesiones dialoguen con la mente abierta para facilitar una exploración de la realidad que responda a la complejidad de la naturaleza humana y al impacto que los avances tecnológicos han tenido en la sociedad y el medio ambiente en los últimos cien años, tanto para bien como para mal.

La historia nos ha enseñado que la soberbia tecnológica puede hundirnos, como al Titanic, pero que la negación de nuestra naturaleza curiosa nos puede llevar al oscurantismo, como en los tiempos de la Santa Inquisición. Mantener el equilibrio es uno de los grandes desafíos de nuestros tiempos.

Busquemos juntos este equilibrio en nuestra columna #CiudadDigital

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Cintia Fernández Vázquez

Maestra en Calidad de la Educación por la UDLAP, ingeniera industrial y coach humanista y organizacional por la Ibero Puebla. Actualmente es académica de tiempo en la Coordinación de Educación Virtual de la Dirección de Innovación e Internacionalización Educativa. Ha impartido materias como Innovación Tecnológica