Eco-espiritualidad frente al espíritu capitalista

  • Manuel Antonio Silva de la Rosa
Es necesario una espiritualidad que esté situada en interdependencia con la naturaleza

La pandemia global Covid-19 no sólo ha puesto en evidencia la vulnerabilidad socioeconómica, vital y ambiental de nuestro planeta, sino que la ha agravado. Ante esta complejidad, vemos necesario re-pensar la espiritualidad como un medio para relacionarnos con la vida humana y no humana desde otra manera, desmontando la espiritualidad con la religión, el deber moral y desde los imperativos categóricos que dicta la norma de una doctrina religiosa. Más bien, queremos entender la espiritualidad como modo de sentir, pensar, imaginar y creer, en relación con el mundo. Sin pretender en profundizar y ampliar, la espiritualidad se forja en la interrelación que tiene el ser humano y su contexto social y natural. La espiritualidad no es un don divino que cae del cielo, sino que se constituye desde una construcción histórica-cultural.

No hay una sola espiritualidad. Más bien, existen diferentes espiritualidades y dependen de la manera en la que nos relacionamos con el entorno. Nosotros, los humanos, pensamos, imaginamos, sentimos y actuamos dependiendo de nuestra manera de habitar el mundo. Sin embargo, existen espiritualidades hegemónicas; una de ellas es el espíritu que sostiene este sistema capital en el que nos encontramos inmersos, provocando despojo y violencia. La lógica que provoca este espíritu de acumulación capital, históricamente se ha manifestado por una dinámica de expansión, control y apropiación de la naturaleza humana para convertirla en valor y, de esta manera, garantizar su reproducción. Nutrir esta espiritualidad es seguir nutriendo a políticas extractivistas para el control, explotación y mercantilización de la naturaleza. Como sociedad fincada en el capital, construimos una espiritualidad que sostiene un sistema injustamente estructurado. Enriquece la base de asimetría del poder estructural de la sociedad que opera para los que se benefician, como posible, plausible y, sobre todo, legítimo. Además, potencializa la explotación de recursos naturales, particularmente de los pueblos indígenas originarios. La posesión exclusiva de unos cuantos nos ha llevado a seguir alimentando la devastación de la naturaleza y la destrucción misma de los más desfavorecidos de la sociedad. Ante esto, es necesario una espiritualidad que esté situada en interdependencia con la naturaleza para poder buscar creativamente saberes, habilidades y sabiduría.

Con base en esto, es necesario examinar los modelos de dominación socio-ambiental colonial/moderno/capitalista que impone una espiritualidad capitalista, con la finalidad de abdicar sus fuerzas y comprender lo valioso que es la resistencia decolonial por la justicia socioambiental. Para ello, lo primero que podríamos hacer, es revindicar la espiritualidad, tomando distancia de cualquier aspecto religioso, la espiritualidad es una forma de asumir nuestra vida. En este sentido, nuestro espíritu se va forjando en aquello en lo que nos posicionamos a cada instante. Es decir, nos vamos construyendo espiritualmente, a partir de la manera en que habitamos el mundo.

Sin embargo, no basta revindicar qué entendemos por espiritualidad, sino que debemos de examinar los modelos de dominación socio-ambiental colonial/moderno/capitalista que impone una espiritualidad capitalista con la finalidad de abdicar su fuerza y reconocer la deshumanización que provoca esta espiritualidad dominante. Hay que hacerle frente a esta espiritualidad capitalista que deshumaniza. Esta espiritualidad construye una sola mirada. Nuestros ojos están atrapados bajo una sola óptica; entendernos como espectadores. Somos el centro de nuestras relaciones. Nos gusta ver al mundo de lejos sin comprometernos, como sujetos que presenciamos la vida sin implicarnos en ella. El capitalismo nos ha provocado una sensación de que somos inmunes ante las desgracias de nuestra sociedad. El pensar que la vida tiene que ser así y, sólo así, de esa manera, no es solamente el resultado de nuestra condición histórica y política. En el fondo, es nuestra manera de asumir la vida, es nuestra espiritualidad que está enfocada en una construcción de subjetividad adormecida por el consumo y centrada en la búsqueda de felicidad personal. Este espíritu capitalista posibilita estructuralmente actividades que paulatinamente van acabando con la naturaleza.

Ante esto, es necesario una espiritualidad que esté situada en interdependencia con la naturaleza para poder buscar creativamente habilidades y sabiduría, cuidarnos unos a otros y sobre todo cuidar entre todas y todos, la casa común en donde habitamos.

El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Manuel Antonio Silva de la Rosa

Licenciado y Maestro en Filosofía y Ciencias Sociales; e Ingeniero en Electrónica. Se desempeña como Coordinador del Programa Universitario Ignaciano en la Ibero Puebla y es profesor de cursos vinculados con Filosofía. Entre sus líneas de investigación se encuentran la Filosofía contemporánea, y de la Educación.