Reflexiones sobre aprendizaje emancipador
- Manuel Antonio Silva de la Rosa
El libro Escuela de aprendices de Marina Garcés, plantea que el aprendizaje emancipador es el sustrato de la convivencia en donde se disputa el futuro. Se me hace interesante la manera en que aborda la educación como el taller donde se van ensayando las distintas formas de vidas posibles desde la alianza entre los aprendices: alianza de encuentro, de aprecio mutuo, donde funciona por composición y no por competencia.
La alianza de los aprendices es encontrarse para generar vínculos y no simple conexiones; acoger al otro o a la otra desde la diferencia; transformar en colectividad y crear sentido compartido. Esta alianza de los aprendices no genera unidad sólida, inquebrantable; sino que potencializa un campo de tensiones plurales, de antagonismo y conflicto constante; pero es desde esta fuerza que genera nuevas realidades transformadoras.
El o la aprendiz no solamente se puede definir como el alumnado, el estudiantado; tampoco es el objeto que produce el profesorado. Cada vez estoy más convencido que los y las aprendices no son el resultado de una cadena de producción que puede ser evaluada en términos de calidad y cantidad de ese producto. Más bien, es quien de todas las relaciones que va componiendo el aprendizaje; independiente de nuestras funciones o cargos profesionales o laborales.
Bajo esto que planteo, es necesario cambiar de preguntas, pues en la actualidad la pregunta que me he percatado en varios congresos o investigaciones sobre la educación es: ¿cómo educar? Sin embargo, creo que tiene mayor sentido, siguiendo a Marina Garcés, preguntarnos, ¿cómo queremos ser educados?; pues debajo de esa inquietud está la apuesta por tratar de responder cómo y de qué forma queremos forjar nuestra subjetividad ante este mundo que estamos viviendo.
Cuando nos preguntamos cómo queremos ser educados, ¿quién es el sujeto que se pregunta? ¿Existe un nosotros o nosotras? Si sí: ¿quiénes serían ese nosotros? ¿Quién o quiénes podrían sostener ese discurso y quiénes no pueden hablar? ¿Quiénes pueden estar o no estar en esta pregunta? ¿Cómo queremos construir nuestra subjetividad ante este mundo que estamos viviendo?
No educamos sino estamos siendo educados al mismo tiempo; pero en esta educación puede existir un nosotros que cierra distancias, una educación elitista excluyente, o podemos forjar una educación emancipadora que incluya y que abra las distancias para la cercanía. Ante esto, es necesario realizar una geopolítica de los espacios educativos para poder analizar: ¿Qué nosotros hablan en los espacios de investigación y conversatorios de la educación? ¿Cuáles son las alianzas que pueden conspirar y de qué están hechas estas alianzas?
Podemos ver las cantidades de siglas de institutos, centros y grupos que se centran en la investigación educativa y que nos permiten identificar a quiénes pertenecen; cuáles son sus líneas de interés, qué tipo de investigación educativa se realiza desde estos espacios; si en lugar de cerrar estas investigaciones, podemos alterar el mapa de las alianzas posibles problematizando: ¿Cómo queremos ser educados? Y, de esta manera, recoger una constelación de sentido para poder explorar nuevos caminos.
Ante esto, es necesario construir un aprendizaje colectivo que pueda abrir nuevas rutas y nuevas tensiones. Y no reducir el aprender y la formación humana a simplemente uniformar e informar desde un conocimiento sin criticidad.
El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Licenciado y Maestro en Filosofía y Ciencias Sociales; e Ingeniero en Electrónica. Se desempeña como Coordinador del Programa Universitario Ignaciano en la Ibero Puebla y es profesor de cursos vinculados con Filosofía. Entre sus líneas de investigación se encuentran la Filosofía contemporánea, y de la Educación.