Ciencia y la 4T: crónica de un desencuentro

  • Lorenzo Diaz Cruz
Es necesario que se supere el alejamiento entre la comunidad científica y el gobierno de la 4T

Una de las grandes sorpresas de este sexenio ha sido el desacuerdo entre la comunidad científica y el gobierno de la denominada 4T. Esta situación la podemos palpar simplemente con observar la reacción de dicha comunidad ante diferentes medidas que ha tomado el gobierno, con su reflejo inmediato en la prensa. Así, en el transcurso del sexenio se ha ido pasando de una polémica a la otra, con situaciones tan extremas como el intento de llevar a prisión a diversos directivos de pasadas administraciones del sector científico, o la más reciente acción contra un centro de investigación como el CIDE, repudiada por un amplio sector de académicos y estudiantes.  Toda esta situación es un problema complejo que requiere una mirada desde diferentes ángulos.

De inicio podemos preguntarnos cuáles podrían ser los resortes que mueven al gobierno de AMLO para tomar diversas medidas que lo han llevado a confrontarse con un amplio sector de creadores de conocimiento y la cultura. Es algo sorpresivo, dado el enorme respaldo que obtuvo su candidatura desde 2006, tanto en los centros de investigación como en las universidades públicas y privadas. Una primera pista nos la podría dar la opinión misma del Presidente, cuando ha dicho que debe usar el presupuesto para atender a los sectores menos favorecidos en anteriores sexenios, por ejemplo, para atender las muchas necesidades de los maestros de la Sierra Tarahumara. En ese sentido puede afirmarse que el Presidente se ha tomado muy en serio su papel como representante de esos sectores. Más aún, pareciera que no se siente identificado ni simpatiza con el sector científico, al grado de que ha llegado a referirse a ellos como “sabiondos”, o incluso en alguna de las mañaneras los comparó con los “científicos del porfirismo”. Quizás las elites académicas nunca imaginaron que podría llegar a la presidencia alguien que fuera tan diferente de ellos. No hay cariño pues.

Sin embargo, esa comunidad científica es muy diversa y las opiniones cubren un amplio espectro. Hay una parte de la comunidad que sigue creyendo en el proyecto de la 4T, es una parte que cree y apoya por completo a este gobierno, que no siente identificado con los sectores opuestos a la Cuarta Transformación. Incluso, puede ser que un sector de la academia se haya sentido excluido por los sectores con mejores condiciones para hacer investigación en pasadas administraciones. Eso podría ocurrir ya sea al nivel individual o incluso al nivel institucional o regional, lo cual en cierto modo es una consecuencia de la enorme desigualdad que campea por todo nuestro país. Esa situación la ilustra, por ejemplo, el gasto por alumno de las instituciones universitarias de la Ciudad de México, mayor en 2 a 3 veces el gasto correspondiente de las instituciones de educación superior de otras regiones. Entonces, resulta explicable que un sector de la academia vea en buenos términos que ahora sí se llame a cuentas a esa “clase privilegiada”, sin considerar el origen ni los méritos de sus colegas.

Hay otro sector de la academia que se ha sentido agraviado por el tono y las medidas que han implementado las autoridades federales de Ciencia y Educación superior. Incluso se puede decir que una parte simpatiza con otras expresiones políticas, lo cual es normal y hasta sano en una democracia; pero por la falta de una tradición para llevar un debate sano, con datos y contexto, ocurre que muchas de las opiniones que circulan en redes sociales, a favor o en contra de la 4T, pueden pasar fácilmente al insulto y la descalificación, o incluso que se basen en el recurso de las fake news.

Por otra parte, cabe decir que el Presidente tiene una tendencia a simplificar una problemática, misma que parece menospreciar la cultura y el conocimiento especializado.  Y de alguna manera, esa actitud encuentra simpatía entre un sector de la población, que le reprocha al aparato científico su poca relevancia ante la problemática nacional.  A favor de esa argumentación se podría mencionar el aporte económico de los mexicanos migrantes al PIB. Un porcentaje bastante significativo que proviene de ese grupo de mexicanas y mexicanos con poca educación formal pero que, con grandes esfuerzos y sacrificios, logra hacerse de un ingreso que les permite paliar la pobreza extrema de sus familias, o incluso generar una movilidad social. Sin embargo, hay mucho de tragedia humana detrás de esas cifras, y se esperaría que un proyecto de país más incluyente generara mejores condiciones de vida para todos, a tal grado que hiciera poco atractivo dejar el país para ese sector de la población.

¿Cómo podríamos hacer entre todos para superar esta situación de crítica y desencuentro? Tal vez la manera más sencilla de hacerlo sería mirar los retos que enfrenta nuestro país, y tomar conciencia de que se necesita del aporte de todos para superarlos.

El Presidente debe saber que las medidas tan justas que ha implementado su gobierno, como los apoyos a adultos mayores y jóvenes, son apenas el primer piso del edificio que se busca construir, pero es muy posible que, con la actual estructura económica del país, no nos alcance para construir los siguientes pisos de un sistema social, ya no digamos como el de Dinamarca, sino siquiera como el de España o Portugal.

Hay un consenso universal sobre el camino para lograr mejores condiciones de vida y desarrollo, y ese camino se basa en un buen sistema educativo. Un sistema que provea una buena educación, entendida en un sentido amplio como aquella que permite a los ciudadanos adquirir los conocimientos básicos sobre el funcionamiento de la naturaleza, que provee una instrucción para acceder a un trabajo digno, pero que permita también el desarrollo de una sensibilidad para apreciar y practicar las artes y las humanidades. Todo ello de acuerdo con el criterio que dispone nuestra Constitución:

“El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.” (Artículo 3ro, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos)

Así pues, si hay una problemática que requiere urgentemente el concurso de todos los sectores del país, y en particular de los científicos de todas las áreas del conocimiento es la educación. Ese sería el equivalente del Proyecto Manhattan o el viaje a la luna, que se planteó Estados Unidos como metas prioritarias en diferentes periodos de su historia. Pero como lo ilustra la misma historia, emprender proyectos de tal envergadura no se pueden dejar a la buena del esfuerzo individual y aislado de los académicos y científicos. Tienen que surgir como una iniciativa de las autoridades, que convoquen a toda la academia para aportar la experiencia y conocimientos de cada cual. Lamentablemente nuestro país no cuenta con experiencia en tales proyectos.

La situación de la pandemia del COVID-19, que tanto sufrimiento ha causado a la población en pérdidas de vidas y patrimonio para las familias, nos ilustra lo desvalido que se encuentra un país que no cuenta con una ciencia fuerte, pues hasta la fecha seguimos dependiendo del primer mundo para el acceso a las vacunas, que han resultado la única salida ante esta problemática. Imaginemos que en el futuro llegara otra pandemia, cuyas vacunas fueran más caras y escasas; estaríamos inermes ante esas fuerzas de la naturaleza. 

El sistema educativo, además de educar a la población en general, debe también crear las condiciones para que surjan nuevos científicos. Sin embargo, para los jóvenes de sectores marginados del campo o la ciudad, es una cuesta tan difícil de subir, que hace casi imposible lograrlo. 

Para tener éxito en una carrera de investigación es crucial empezar con las mejores condiciones iniciales. No implica el mismo grado de dificultad, por ejemplo, escribir un artículo en inglés para un egresado de un buen bachillerato privado, que para uno de una prepa popular. Sin embargo, hay un sector del mundo académico de origen proletario que, gracias al esfuerzo individual, más una buena dosis de talento, logra equilibrar la cancha y así participa en ese sistema tan competitivo que es el mundo de la ciencia. De hecho, hasta hace pocos años era atractivo participar en un trabajo tan demandante, justamente porque era una de las áreas de actividad profesional donde se podía acceder a una forma de movilidad social. El sistema científico logró crecer en el pasado, pero hace falta mucho por hacer o incluso abrir nuevas opciones para trabajar en la ciencia con un mayor acercamiento a la sociedad.

En conclusión, podemos afirmar que en la actualidad existe un malestar en la comunidad científica, que no se puede esconder. Sin embargo, quienes más están sufriendo con la situación actual son los jóvenes, esos nuevos investigadores que se formaron en un sistema que de alguna manera les daba cabida para desarrollar sus capacidades. Ahora que ya se han graduado, el sistema ha cambiado, aunque no se les diga abiertamente, y se encuentran de pronto que no hay plazas ni trabajo. Son como ese astronauta ruso, que se quedó olvidado en la estación espacial, cuando ocurrió la caída de la URSS. Es necesario que la sociedad mexicana les dé una oportunidad de contribuir al desarrollo de nuestro país, antes de que otro país lo haga.

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Lorenzo Diaz Cruz

Doctor en Física (Universidad de Michigan). Premio Estatal Puebla de Ciencia y Tecnología (2009); ganador de la Medalla de la DPyC-SMF en 2023 por su trayectoria en Física de Altas Energías. Miembro del SNI, Nivel lll. Estudios en temas de educación en el Seminario CIDE-Yale de Alto Nivel (2016).