Los dilemas de la gobernabilidad en la Puebla de hoy

  • Guillermo Nares
"Gobernar es oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados".

Guillermo Nares Rodríguez

 

En el ejercicio de la función pública en nuestro país, no todo es programa, objetivos, metas, acciones de corto y largo plazo, anuncios espectaculares, frases rimbombantes, eventos de impacto mediático; hace falta la experiencia que proviene del conocimiento de las profundidades que rodean los entretelones, y el funcionamiento real del complejo estatal mexicano.

Son pocos los políticos, que han llegado a entender a cabalidad cómo funciona la política en México. Uno de ellos fue Fernando Gutiérrez Barrios. El exgobernador veracruzano fue un personaje mítico para el priismo, influyente en grupos y camarillas que emergieron al amparo o en contra del poder sexenal.

La experiencia acumulada por este personaje, es muy actual para los nuevos tiempos que corren. En su etapa final como político, a manera de crítica de la pretensión del salinismo, de presentarse como lo novedosamente correcto en la política mexicana, soltó el siguiente punto de vista: “gobernar exige experiencia, serenidad y vocación; gobernar es, sobre todo, tener la mirada y el oído alertas; gobernar es oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios”.

En los tiempos actuales la política en nuestro país se llenó de advenedizos, de improvisados. De la noche a la mañana, aprovechándose de las circunstancias, del esfuerzo opositor de pocos, de modo por demás oportunista y convenenciero, se montaron en la ola del hartazgo social.

La inexperiencia y temor de quienes en su faceta de opositores nunca imaginaron lo que significa gobernar. La administración pública, ha hecho fuertes y poderosos a los conversos del autoritarismo, detractores siempre de la democracia y por vocación vividores de la política.

Se han hecho más fuertes, justo porque el segmento que fue genuinamente partidario del cambio político, de la democracia, de un modo nuevo, honesto de hacer política, no ha tenido “la mirada y el oído alertas” o bien han hecho caso omiso del daño potencial que harán a los afanes renovadores por cambiar las pretensiones de un buen gobierno. En vez de hacerle caso a Gutiérrez Barrios adaptaron en sentido inverso la frase salinista: a quienes fueron sus más acérrimos adversarios, los escuchan, los ven y los apapachan.

El problema no es la inexperiencia en sí misma. La condición neonata es natural porque en el ascenso de nuevas elites siempre hay una curva de aprendizaje. Por otro lado, los múltiples compromisos hechos en campaña con grupos, organizaciones y actores nacionales y locales provocan mayor complejidad en el ejercicio gubernamental.

La combinación inexperiencia-soberbia, es de suma negativa en la política. Si a la falta de conocimiento de la cosa pública se le agrega la altanería, la insolencia, el desplante, el efecto es: el fracaso, la derrota, la humillación. No son pocos los políticos que ascendieron en la última elección y que han dado sobradas muestras de ineptitud. Son abundantes las escenas de soberbia supina.

Lo delicado del asunto es que, para cubrir su incapacidad, han hecho caso a los cantos de sirena de los personeros del pasado manteniéndolos en el aparato gubernamental. Hay casos excepcionales, desde luego, pero es indudable: el traje que vislumbró el extinto político veracruzano bien puede quedar a muchos noveles políticos. Vale decir, “a quien le quede el saco que se lo ponga”…

Es probable que ello sea la razón por la cual, en vez de desmontar la estructura morenovallista en el gobierno estatal, hoy veamos figuras del pasado incrustados en él. La nueva clase política, además de inexperta y soberbia es ingenua. Con ellos compartiendo el poder no se podrá desmontar nada. ¿Y la militancia de Morena? en el silencio. Se ha desdibujado en muy corto tiempo. Muy pocos advierten los riesgos de mantener intacta la red de intereses, conductas clientelares y relaciones mafiosas personalizadas por un cúmulo de operadores de medio cuño, que en muy corto tiempo se han vuelto intocables ante la pasividad y autocomplacencia de mentes que tendrían que ser activas e incisivas en el nuevo gobierno. Por el contrario, han optado por los aplausos fáciles, el elogio y la auto marginación, sepultando las aspiraciones legítimas de un partido que al menos en Puebla, no acaba de consolidarse, que ha sido condenado a quedar en los márgenes del poder público gracias a la inexperiencia y soberbia de la nueva elite política.

Pareciera tener razón el actual director del Fondo de Cultura Económica y prominente miembro fundador de Morena, Paco Ignacio Taibo II, al señalar que Morena, “…se ha convertido en un partido blandengue, burocrático, electoralista, busca chambas, de ascenso de la pirámide…y su dirección, parece dirección de la Lotería Nacional y no de un partido político...”

La gobernabilidad requiere de identidad partidaria para maximizar la operación de movimiento de los nervios gubernamentales.

¿Qué nos queda? Confiar que la experiencia, capacidad y visión de Luis Miguel Barbosa Huerta permitan corregir el rumbo.

El uso de mercenarios de la política para sustituir experiencia, siempre tendrá efectos nocivos, y si no al tiempo…

gnares301@hotmail.com

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Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior