Economía y política en el gobierno federal

  • Guillermo Nares
El segundo hecho fue el escándalo protagonizado por dos destacados senadores de MORENA

En las notas nacionales llamaron la atención dos eventos significativos: el primero fue respecto a las expectativas de crecimiento. El Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, anunció que, en el segundo trimestre del año, el Producto Interno Bruto creció 0.1%.

El segundo hecho fue el escándalo protagonizado por dos destacados senadores del Movimiento de Regeneración Nacional, Martí Batres y Ricardo Monreal. Ambas circunstancias, el bajo crecimiento económico y la disputa en la cámara senatorial, no son casuísticas una de otra, se mueven en circunstancias distintas, sin embargo, son relevantes por sus efectos en la eficacia del gobierno actual para cumplir con el Plan de Desarrollo.

El crecimiento de la economía condiciona el cumplimiento de la función sustantiva de los gobiernos: conseguir bienestar a su sociedad. Para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos debe atender los requerimientos de trabajo, educación, salud y vivienda. Hay otro tipo de problemas que, si bien se presentan como de urgente solución, como es el caso de la inseguridad, la mejora de la calidad de vida no deja de ser prioridad. Los límites a la criminalidad dependen por entero de la acción estatal. No ocurre lo mismo con la búsqueda del bienestar familiar, para su mejoramiento intervienen factores que no dependen del todo de la acción del Estado. En el orden mundial contemporáneo, el comportamiento de las economías nacionales se encuentra sujeto a los vaivenes de la producción, del mercado, de los capitales financieros. Los estados nacionales precisan (relativamente) políticas orientadas a incentivar el crecimiento económico para redistribuir beneficios, pero los criterios macroeconómicos son definidos por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para el Comercio y Desarrollo Económico, entre otros. Las políticas nacionales, salvo en contados países, atienden cabalmente las orientaciones regulaciones y metas que establecen fuera de sus fronteras.

El caso mexicano no es la excepción. Se impusieron como política económica los dictados de organismos externos, desde 1982. Los gobiernos posteriores han seguido al pie de la letra sus orientaciones, incluido el actual. Los efectos que tienen en la economía han sido variables. En los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León, el crecimiento en promedio fue de 4 y 3.4% respectivamente. En el sexenio de Vicente Fox la economía creció en promedio 2.3%, similar desempeño tuvo en el periodo de Felipe Calderón, 2.2%. Y, en el sexenio pasado, el crecimiento llegó al 2.17%. El bajo crecimiento económico tiene una traducción elemental. La economía mexicana no puede ofrecer fuentes de empleo suficientes a su sociedad.

La nota que dio a conocer INEGI la semana pasada, si bien despeja técnicamente el calificativo de economía en recisión (es decir tres trimestres seguidos sin crecimiento), no es alentadora. Si no hay crecimiento o es bajo, hay un impacto desfavorable para las expectativas de vida de los mexicanos. Tampoco es un escenario nuevo. Salvando el periodo salinista, cuyo incrementó del Producto Interno Bruto fue artificioso y por ello sobrevino el desastre de la devaluación del peso mexicano en un 300%, en diciembre de 1994, nuestro desarrollo económico es deficitario: alto desempleo, escasez de fuentes laborales, salarios de hambre, déficit de vivienda, exclusión de los sistemas de salud y del educativo. En pocas palabras imposibilidad de cumplir con la mejora de la calidad de vida.

No hay duda, el modelo de desarrollo económico que se inauguró en 1982, ha llegado a su fin. Esta colapsando. En parte porque nos anclamos a un modelo de país maquila que privilegió las exportaciones hacia un solo mercado, el estadounidense. Nuestra relativa autonomía fue totalmente liquidada al renunciar de hecho a potenciar el mercado interno y privilegiar las exportaciones. Estamos atenidos a las necesidades de nuestros clientes del norte y estos presentan problemas derivados de su guerra comercial con China, la desvalorización del dólar y el débil crecimiento de su economía.

Entre los lineamientos externos para definir la política económica, los problemas de la economía de Norte América y no volver la mirada hacia el consumidor nacional, el margen de eficacia gubernamental que tendrá la 4T para cumplir con el bienestar de las familias mexicanas es reducido. Quedan en la agenda de este gobierno atender, sin más dilaciones, los reductos del pasado: la violencia criminal, el combate con nombre y apellido de la corrupción, atención a las violaciones a los Derechos humanos. La celeridad en la atención de estas problemáticas, depende del grado de cohesión que llegue a tener la coalición gubernamental.

Eso es lo que ha mostrado el enfrentamiento en el Senado de la República entre los dos actores mencionado. El gobierno actual avanza muy lento, su eficacia decisional es baja en el arranque por su falta de cohesión. Si bien los factores externos le reducen sus capacidades gubernamentales de mediano plazo, los conflictos internos que asomaron públicamente, le impiden ser efectivo en la resolución de conflictos de impacto social inmediato.

Hay una explicación sustancial. Morena, aunque tiene la estructura organizacional formal de un partido político, su funcionamiento es de un frente político en donde caben todas las expresiones posibles de imaginar, en su interior pululan grupos, facciones, fracciones, liderazgos nacionales decentes, indecentes, operadores del régimen autoritario de todos los matices, arribistas, intelectuales, artistas, mercenarios de todo tipo, los cuales están imposibilitados para construir una perspectiva ideológica de largo plazo, básica para otorgar identidad, disciplina e institucionalidad a una organización política, condición necesaria aquí y en cualquier parte del Mundo para conseguir  viabilidad política.

Dicho de otra manera, Morena es gobierno, pero es oposición a sí misma, más fuerte que la que ejercen el PRI y el PAN. Su amplia composición, hace inútil su estructura, normas, mecanismos de disciplina; se amenazan a sí mismos y después se desdicen. Ahí donde está por definirse una candidatura, ahí saltan inmediatamente sus distintas expresiones no para cerrar filas, sino para obstaculizar a los más avanzados. Su escenario interno es similar a una guerra de posiciones. Disputan encarnizadamente cada centímetro, cosa que no hacen en las elecciones constitucionales, como lo mostró el escenario poblano.

En pocas palabras, el gran frente que es Morena, se coaliga a la sombra de López Obrador. Esa es su institucionalización. No tiene baja, mediana o alta institucionalidad partidaria porque no es un partido, es un gran frente cuya base social y representación política gira alrededor del presidente de la República. El enfrentamiento en el senado y su imposible contención mediática y partidaria dibujó el destino probable de Morena.

Primero, al defenestrar al senador Martí Batres de la presidencia del órgano legislativo, Ricardo Monreal hecho a andar dispositivos políticos y mediáticos tendientes a preparar una ruta que lo conduzca a postularse como candidato presidencial para el 2024, cuenta para ello con la redes (puentes) que ha tendido con la oposición en el Senado; opera a su favor el margen para negociar con el ejecutivo acuerdos senatoriales a cambio de colocar incondicionales en la cámara de diputados, federal, estatales y titulares en los gobiernos estatales.

Segundo, la plataforma política del senador zacatecano no es Morena, es la reproducción del modelo de frente amplio al margen o en su contra. Monreal es la figura que puede aglutinar a la oposición de todo tipo, representaría dinamita interna al proyecto político transexenal del presidente Obrador. La trayectoria del exgobernador no es precisamente ejemplo dechado de lealtad política. En este escenario el futuro para Morena es su configuración en un partido político desde la oposición porque en esa condición, saltarían inmediatamente los convenencieros.

La otra posibilidad es abortar, desde el ejecutivo federal, la misión de Monreal, mandándolo de embajador. De otro modo el escenario se torna más accidentado por ser el enfrentamiento de Morena vs. Morena.

gnares301@hotmail.com

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Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior