¿Por qué Trump nos odia tanto?

  • Norma Angélica Cuéllar
México el patio trasero; un ejemplo, el Plan Mérida. Solución: que USA saque las manos de CA.

La respuesta no es sencilla. Lo primero que tenemos que entender es que Donald Trump no es un loco solitario, en realidad él representa a un gran sector de la población estadounidense que ve en la migración la principal causa del cierre de fuentes de trabajo, de la inseguridad y que quiere devolverle a los WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant o blanco, anglosajón y protestante) las glorias pasadas. Un sondeo del Pew Center realizado en 2016 reveló que el 36 por ciento de los estadounidenses apoya la construcción del muro fronterizo.

Me habría gustado que durante el segundo debate, los cuatro candidatos a la Presidencia de la República hubieran ahondado en sus estrategias para hacerle frente al problema migratorio en territorio nacional y allende las fronteras, pero todos fueron muy básicos y ninguno demostró dominio ni conocimiento profundo del tema. Habría que recordar que el debate estuvo centrado en el tema de política exterior, con los subtemas: Comercio exterior e inversión, seguridad fronteriza y combate al crimen trasnacional y derechos humanos de los migrantes.

Pero vayamos al tema que nos ocupa. Para Trump, México es el patio trasero donde se pone freno a la migración proveniente de Centroamérica. Es un país que desde septiembre de 2001, después del ataque al World Trade Center, se ocupa de hacer el trabajo sucio de ellos para detener la migración indocumentada y frenar sus riesgos a la seguridad nacional.

Desde años, se han venido poniendo en marcha diversos mecanismos de colaboración como la Iniciativa Mérida, para establecer nuevos paradigmas de seguridad como las fronteras inteligentes, plataformas informáticas para el registro de datos biométricos en la frontera sur, sistemas de intercomunicación, capacitación para los agentes migratorios y hasta el nuevo sistema de justicia penal. En realidad, no conocemos el alcance de todo lo que se negoció desde los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y el actual, Enrique Peña Nieto.

En julio de 2014, bajo este mismo esquema de colaboración, se puso en marcha el Programa Frontera Sur, que prometía proteger los derechos humanos de los migrantes sin documentos que transitan por México para llegar a Estados Unidos, pero que en la práctica implicó un aumento gradual de detenciones.

El Plan Frontera Sur trajo consigo redadas masivas para detener los migrantes, en las que participan agentes del INM, corporaciones policiacas, el Ejército y la Marina, aunque el uso de la fuerza castrense por parte de México para contener el flujo migratorio data de, al menos, el año 2006.

De acuerdo con cifras de la Unidad de Política Migratoria, durante el año 2013, el primer año de gobierno de Peña Nieto, el Instituto Nacional de Migración (INM) detuvo a 86 mil 298 migrantes. En 2014, la cifra aumentó 47 por ciento al detener a 127 mil 149 migrantes de tránsito.

En 2015, se detuvieron a 198 mil 141 migrantes. De hecho, en ese año México detuvo a más migrantes centroamericanos que la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, de acuerdo con datos oficiales de ambos países. Y en 2016, el ritmo se mantuvo estable con 186 mil 216 detenciones, pero fue 115 por ciento más que en 2013.

Para 2017, ya con Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, el ritmo de detenciones del Instituto Nacional de Migración cayó a 95 mil 497, pero para los primeros tres primeros meses de 2018, las capturas han comenzado a aumentar para tener 32 mil 714, una cifra que supera en 35 por ciento, lo ocurrido en el primer trimestre de 2017.

Pero los planes del Imperio para México no paran ahí. Hay suficientes datos para pensar que hay fuertes presiones para que nuestro país abra su política de asilo y recepción de los migrantes que antes venían de paso.

A penas la semana pasada, el representante de la agencia de la ONU para los Refugiados en México, Mark Manly, dijo que México enfrenta una nueva realidad en materia de movilidad humana. Pues además de ser país de tránsito de personas migrantes, se ha convertido en país de destino para personas que huyen de la violencia y la persecución, es decir, un país de destino para personas refugiadas.

De acuerdo con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) el número de solicitantes de la condición de refugiado pasó de mil 296 en 2013 a 14 mil 956 en 2017, provenientes de Honduras, El Salvador y, ahora también, de Venezuela.

Según la óptica de este funcionario internacional, esta nueva realidad requiere de una respuesta distinta por parte de las autoridades mexicanas y para ello resulta prioritario ajustar la política migratoria y de protección a refugiados. Si se considera la población del país, el número de personas refugiadas en México sigue siendo reducido: hay una persona solicitando la condición de refugiado por cada 9 mil mexicanos y, en 2016, México no figuraba ni siquiera entre los primeros 100 países receptores de personas refugiadas a nivel mundial en términos per cápita.

El problema es que México no tiene para cuándo acabar con sus problemas de seguridad y pobreza. Un escenario poco halagüeño para adoptar una política de adopción a la migración Centroamericana.

Y es que la complicada realidad de los países del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador), al igual que la de México, no es  sólo producto de la corrupción o la mala administración gubernamental. Es una historia mucho más larga de siglos de racismo y de violencia institucionalizada; los patrones actuales de migración están relacionados con la imposición de sistemas coloniales y autoritarios que favorecieron a minorías ricas a expensas de una mayoría pobre.

Cada mes leemos noticias terribles sobre las mineras, el despojo y el aumento de la violencia en el Triángulo Norte. La solución no es poner a México como receptor de toda esa población que sale huyendo para encontrar una vida digna en otro lado. La solución es que EU saque las manos de aquí y de Centroamérica.

Si eso no sucede, tendremos que buscar la manera de acoger a nuestros hermanos centroamericanos que están huyendo de un capitalismo atroz que produjo a esos grupos criminales que Trump llamó animales y que han convertido a Honduras y El Salvador en un infierno.

norcudi@gmail.com

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Norma Angélica Cuéllar

Periodista egresada de la UNAM, especializada en política, derechos humanos, religión y migración, con artículos publicados en revistas y diversos medios nacionales. Doctora en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP.

 
 

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