De la indignación por el presente a la incertidumbre por el futuro

  • María de la Fe Torres Parada
Pesimismo sobre la situación presente. El mundo estará en sus manos y ellos ni idea de lo que harán.

 

De nuevo volví a hacer el mismo coraje de cada examen parcial, nuevamente varios de mis alumnos llegaron tarde y otros ni siquiera se presentaron a examen, algunos de ellos fueron a mi oficina a buscarme para pedirme que les hiciera el examen y al saber de mi postura inflexible, unos guardaron silencio, otros renegaron, hubo quien manoteo y varios me dijeron injusta. Sí, injusta porque no solapé su impuntualidad, su flojera, su falta de proactividad y su poca voluntad de portarse medianamente profesionales.

 De nuevo me enojé, me indigné y volví a sentir esa enorme impotencia, ¿Cómo es que no les importa tirar a la basura medio millón de pesos? ¿Por qué no se esfuerzan por hacer la cosas bien si de esto depende en gran medida su futuro? ¿Por qué se les hace tan complicado sacrificar cinco minutos más de sueño a cambio de un mejor futuro y terminan haciéndolo al revés? De nuevo me asaltó una letanía de preguntas y en una especie de terapia catártica terminé escribiendo  a mis contactos en Facebook: Los millenials no agarran la onda de lo que se juegan al llegar tarde a un examen... se aceptan sugerencias para hacérselos entender, y llovieron las propuestas, algunos decían que tal cual la clave es una disciplina dura, dejarlos afuera y reprobarlos, otros decían que la opción es la evaluación clase tras clase, otro amigo me recomendó hacer una especie “reprobación”  previa para forzarlos así a que den su máximo esfuerzo antes de concluir la materia etc. Total que me di cuenta que definitivamente mi frustración es compartida aunque como bien dice mi mamá: Mal de muchos consuelo de tontos.

Hoy de nuevo se repitió la historia y de nuevo en un momento de introspección traté de entender por qué esto me causa tanto conflicto y no tardé en llegar a la conclusión: en realidad su futuro profesional no me importa, si tiran el dinero o desperdician el tiempo serán ellos quienes paguen las consecuencias y si prefieren dormir, o salir de fiesta en lugar de dar su mejor esfuerzo para estar “al cien” en la escuela, pues será su problema con todo lo que eso les ocasione, pero lo que en realidad siento es miedo, una sensación de profunda incertidumbre y al mismo tiempo un sentimiento de impotencia.

En unos cuantos años el mundo estará en sus manos, mis tramites gubernamentales, la salud de miles de personas, la enseñanza de la nuevas generaciones,  el crecimiento de las nuevas empresas todo eso dependerá de estos jóvenes, de los que llegan con la cara sin lavar, con la cruda a todo lo que da y en otros casos de plano borrachos, cosas realmente trascendentes dependerán de quienes hoy antes de siquiera abrir un libro ya están preguntando si tiene dibujos o si existe la versión película porque leer “ya no es lo de hoy” y sí, sí me da miedo, apenas hace unos días vimos cómo unos diputados se dieron el lujo de faltarle al respeto a un lugar, a una investidura y al mismo tiempo a una persona que era su compañera de trabajo por el hecho de disentir en una toma de decisiones, esos que cobran una millonada  y que tienen cuanto bono se les ocurre, esos que hoy escriben las leyes para legislar supuestamente en pro de la nación y que pertenecen a una generación donde se decía que había un poco más de seriedad, esos que hoy hacen lo que hacen y pronto entregarán la estafeta a los que hoy consideran que injusto no aplaudirles su cinismo.

Me intriga saber si así como hoy tan fácil dejan de hacer una tarea porque “no sintieron ganas de hacerla” mañana serán capaces de abandonar un proyecto en la NASA,  dejarán a un paciente en plena cirugía, cerrarán un negocio o dejarán un caso inconcluso porque “se les acabaron las ganas de seguir”.

Cada día que pasa siento que puedo hacer menos al respecto, les hablo, les escribo, les explico, le exijo y las cosas siguen igual.  Me queda claro que poco podré yo hacer en unos cuantos años para modificar hábitos y conductas que llevan años arraigándose  y las cuales nadie ha tratado de modificar, contrario a ello en muchos casos han sido aceptadas e incluso toleradas por quienes se suponía debieron ser corregida o modificadas.

¿Qué va a ser de ellos con esa falta de amor por la vida? ¿Qué va a pasar con esos jóvenes a los que hoy nada les preocupa y ni lo trascendente ni lo pragmático le representa lo suficiente como tratar de ser mejores? No lo sé y lo más triste es que ya no tardan en recibir las riendas del mundo, un mundo que ya de por si se ve caótico y complicado, y no quiero ser fatalista pero en días como este no encuentro muchas opciones. Quién sabe lo que nos falte por ver.

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María de la Fe Torres Parada

Docente universitaria egresada de la licenciatura en Ciencias y técnicas de la comunicación por la UNIVA y maestra en Gestión del talento humano por la  Universidad Panamericana, docente diversas materias en el área de comunicación, con experiencia en periodismo y comunicación organizacional y gubernamental. Crítica, directa, aficionada a la fotografía, fiel creyente de que se puede hacer de México un mejor país y del mundo un mejor lugar para vivir