Abandonar la formación no es opción

  • María de la Fe Torres Parada
La historia de un perfil vocacional. Lo que implica estudiar y trabajar. Recuerdos y proyecciones.

Hace unos días un alumno me preguntó: ¿Usted no piensa dejar de estudiar nunca? Y La respuesta tajante fue: no, ese es un lujo que no nos podemos dar ni tú ni yo; en el mundo ya hay mucha ignorancia, hay que trabajar por combatirla.

Recuerdo muy bien que desde muy pequeña yo tenía muy claro lo que quería hacer “cuando fuera grande” y siempre perseguí esa idea. Lo mío eran los medios, el radio, el periodismo, la parte de la producción en televisión, las fotografías…

Sin duda me estaba enfrentado a un sueño que no era sencillo ni barato pero el solo hecho de pensar en poder lograrlo ya me hacía muy feliz. Crecí y me di cuenta de que la carrera que yo estaba eligiendo era muy competida y también muy costosa pero esas no fueron razones suficientes para dejar de lado aquello a lo que yo quería llegar.

Ese afán por hacer lo que tanto me gustaba me llevó a poder encontrar oportunidades que para mí fueron muy valiosas en esa etapa de la vida, yo ya estaba haciendo publicaciones en medios impresos, conducía con otros amigos un programa de radio para niños y pude cubrir la Última visita de S.S. Juan Pablo II a México.  Yo aún no era mayor de edad y ya había tenidos mis primeros acercamientos al mundo real de la comunicación mediática.

Yo trabajo desde que tengo 15 años, a los 18 empecé a trabajar tiempo completo, cuando terminé la preparatoria pasé dos años  sin estudiar porque no tenía los recursos suficientes para poder entrar a una escuela particular; la licenciatura en comunicación nunca se abrió en la universidad del estado donde yo vivía, y  algo tenía muy claro: voy a estudiar eso pero no será en una universidad “Patito” ya si me voy a esforzar,  decía yo, que sea por algo que valga la pena, y así sucedió. Mi alma mater que es muy reconocida por el prestigio en esa licenciatura arrancó la primera generación de un programa especialmente pensado en gente que estudiaba y trabajaba así que en cuanto supe de la opción fui y me inscribí.

Platiqué con mis papás de lo que estaba emprendiendo, recuerdo perfectamente su reacción y las palabras que me dijo mi papá: Me da mucho gusto que quieras estudiar una licenciatura, yo sé que es algo que deseas hacer desde hace mucho tiempo, pero lo que sí te digo es que yo no me comprometo a pagártela porque tú sabes que lo que gano no es mucho y tampoco es una cuota fija que me permita echarme compromisos como ese, a tus hermanos y a ti les he dado siempre lo mismo y no pienso quitarles a los demás por darle a uno solo; si eso es lo que quieres te apoyamos, piensa bien antes de pedir un crédito o algo así porque tú vas a tener que responder, y de nuestra parte lo que te  podemos decir que tendrás casa y comida, con nuestras limitaciones pero ahí estará.

Y empecé la aventura, trabajaba de 9 de la mañana a 6 de la tarde y estudiaba por las noches de 7 a 10, me acuerdo de que salía de la universidad con un cansancio que apenas y me dejaba dar paso pero descansar no era opción porque todavía tenía que llegar a hacer la tarea, muchas veces prefería no cenar para poder disponer de más tiempo para hacer la tarea.

Muchas veces amanecí haciendo tarea y solo me daba tiempo de bañarme, arreglarme, comer, desayunar algo simple, guardar la comida que me llevaría para medio día y salir corriendo a trabajar. También muchas veces se me olvidaba comer porque a la hora de comer intentaba avanzar un poco con las tareas (para poder tener un poco más de tiempo para dormir) y comía hasta que salía del trabajo, en los trayectos a la escuela, siempre y cuando el camión no fuera muy lleno, de lo contrario comía mientras caminaba en el recorrido que hacía de la parada del camión al salón de clases, o definitivamente hasta salir de la escuela a las 10.

Hoy no me explico con facilidad cómo es que me rendía el dinero, la mitad de mi sueldo se iba íntegro para pagar la colegiatura, otra parte la entregaba a mi casa porque todos aportábamos para el gasto familiar y lo que restaba era para libros, copias, material para las clases, etc., pero como para este último tema quedaba poco dinero y había gastos fuertes para los que tenía que ahorrar (como la cámara fotográfica), entonces vendía dulces y con lo que ganaba de ahí completaba el dinero necesario, todos los días cargaba mi inconfundible caja de herramientas, era grande, de plástico rojo con azul y la agarradera amarilla, siempre estaba bien surtida y tenía variedad, mis compañeros de la escuela y del trabajo eran muy buenos clientes y así nos ayudábamos entre sí, yo les ayudaba a mitigar el hambre que se sentía después de varias horas de haber comido mientras podían llegar a sus casas y yo juntaba lo necesario para seguir con la escuela.

El transporte era una aventura en sí mismo, tenía que llegar  a horarios muy precisos a las paradas del camión porque si se pasaba el que yo esperaba llegaría tarde a la escuela o al trabajo y eso seguramente me traería problemas. Mi complexión era muy delgada y mi cargamento era casi un ancla, llevaba siempre conmigo la mochila, mi caja llena de dulces y mi cámara en estuche por un buen tiempo, correr para alcanzar el camión cuando no se había detenido era casi un deporte extremo, después cuando el camión iba muy lleno tenía que ir en la puerta colgada, me ponía la mochila en la espalda, me cruzaba el estuche de la cámara, con una mano llevaba la famosa caja y con la otra intentaba no salir volando. Cuando  lograba estar adentro era muy difícil poder caminar entre la gente con tanta cosa haciendo bulto,  hoy me acuerdo y me da risa, a veces éramos tantos en el camión que no había forma de poder tomar las agarraderas que hay en los respaldos de cada asiento así que intentaba tomar con mi única mano libre uno de los tubos horizontales, tomar asiento tampoco era cosa fácil, una persona, un estuche de cámara fotográfica, y una caja de herramientas ocupan bastante espacio, pero también logré tener una estrategia, me sentaba, entre los pies ponía la caja, sobre las piernas la mochila, encima de eso el estuche y si no había comido veía la forma de aprovechar en eso el transcurso o estudiaba en caso de tener próximos exámenes.

Aprendí a dormir estando de pie, así que a veces también dormía en los trayectos, ya sabía cómo guardar las cosas de valor para evitar desfalcos y dormitaba un poco, ya tenía tal dominio que sabía exactamente en qué momento despertar para no pasarme de la parada en que debía bajar y para poder caminar entre el gentío hasta llegar a la puerta, aunque varias veces azoté sobre otros pasajeros porque no lograba guardar el equilibrio al soltar la agarradera para poder tocar el timbre y al mismo tiempo el chofer frenaba de forma intempestiva, así que no me quedaba de otra que decir a todos los afectados: Perdón, no fue adrede, perdón, gracias. A eso debo agregar que en temporal de aguas usaba un impermeable tipo capa con el cual lograba cubrir todo mi cargamento, pero eso no es suficiente cuando los camiones o autos levantas grandes olas de agua  sucia remojando a quien espera en las banquetas.

Los sábados y los domingos eran días de más tareas, proyectos en equipo y talleres escolares cuando la materia así lo requería

Yo seguía con la idea clara de a dónde iba, opte titularme por promedio porque era la forma más rápida y más económica y sabía que para lograrlo no podía escatimar en esfuerzos y finalmente después de tres años y medio ese día llego, era viernes 17 de diciembre ya las 10 de la noche vi el reloj, finalmente esa aventura había terminado,  lo que seguía era asistir al acto académico y 6 meses después al evento de titulación.

Fueron años difíciles pero también divertidos y de mucho aprendizaje, mucho en lo académico pero bastante más en cosas que trascienden para la vida; de todo eso me acordé ayer con lujo de detalle  y creo que es por esta experiencia que cuando mis alumnos me dicen que van a dar de baja materias, o de plano no quieren seguir estudiando porque no pueden con la carga,  me molesto y les reclamo preguntando: ¿sabes distinguir entre el no poder y el no querer?

Ahora tengo que plantearme con seriedad dónde y sobre qué haré el doctorado, para ser honesta es algo que aún me causa mucha confusión, y el no tener definido esto me llena de mucha frustración, pero como le dije a mi alumno, dejar de estudiar no es una opción, porque si bien ya hay mucha ignorancia en el mundo un buen inicio es empezar por combatir la propia.

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María de la Fe Torres Parada

Docente universitaria egresada de la licenciatura en Ciencias y técnicas de la comunicación por la UNIVA y maestra en Gestión del talento humano por la  Universidad Panamericana, docente diversas materias en el área de comunicación, con experiencia en periodismo y comunicación organizacional y gubernamental. Crítica, directa, aficionada a la fotografía, fiel creyente de que se puede hacer de México un mejor país y del mundo un mejor lugar para vivir