Universidad y futbol

  • Guillermo Nares
Carolinos en el 67, hoy Lobos de la Buap, la universidad pública empata con deporte profesional.

La combinación universidad-deporte no siempre ha sido exitosa en nuestro país. Si extendemos el esquema hacia el futbol profesional las cosas no pintan mejor. Salvando casos como el de la Universidad Nacional Autónoma de México y universidades de provincia con recursos estatales fuertes como la Universidad Autónoma de Nuevo León, la fórmula universidad-futbol profesional, sigue siendo el gran ausente.

La incursión de las instituciones de Educación superior en los circuitos de deportes profesionales o de alto rendimiento aún es un escenario de oportunidad en relación a lo que ocurre en países con producto Interno bruto incluso más bajo del mexicano. Naciones con menor crecimiento económico tienen desempeños óptimos en justas deportivas internacionales. Basta ver el cuadro de medallas de las  olimpiadas de Rio de Janeiro para percatarse de ello.

¿Deben las IES participar en ligas profesionales? Desde luego. El fomento de toda actividad deportiva es una de sus obligaciones sociales. Una nación sana, una nación en desarrollo se mide por los alcances de sus deportistas en justas internacionales y en ello las universidades en todo el mundo son el referente por excelencia…excepto en México.

No es desdeñable incentivar las participación de la universidad en el deporte profesional, máxime por el arraigo que tiene el deporte del balompié en nuestro país.

El fútbol es el deporte popular con más afición nacional. sin embargo su práctica deportiva masiva se caracteriza por ser des-conexa. Por un lado encontramos una infinidad de equipos de todo tipo que más bien pululan en actividades deportivas dominicales, sin ser soporte de nada. Todo mundo sabe que los denominados clubes profesionales de primera división, en realidad son grandes corporativos asociados a medios de comunicación. No nutren sus filas de lo que masivamente ocurre en los campos llaneros y en la infinidad de ligas de futbolistas a lo largo y ancho del país. Los equipos profesionales de  futbol en realidad se han movido en la medianía. No hay que dejar de decirlo, ni son producto de una estructura deportiva masiva ni ellos mismos son generadores de escuelas que hagan la función de ser su cantera de cuadros en todo el territorio nacional.

El modelo de desarrollo de los equipos profesionales del deporte más practicado en México, considera la búsqueda de individualidades talentosas, que no es negativo, pero dejan totalmente de lado, salvando las consabidas particularidades, la formación de futbolistas desde la etapa infantil. Muy pocos equipos mantienen escuelas formadoras de talentos desde temprana edad. Una cosa es tener una o dos escuelas de fuerzas básicas (así les denominan) y otra muy distinta es mantener un sistema de escuelas deportivas.

La competitividad deportiva de México sigue siendo una quimera, adolece de planes de largo plazo porque la perspectiva de los barones del futbol mexicano es más bien mercantil y depredadora.

Por ello resulta altamente meritorio y ejemplar el  trabajo que ha hecho nuestra máxima Casa de estudios durante décadas para consolidar en los circuitos profesionales un equipo de futbol competitivo, triunfador.

El camino no ha sido sencillo, tampoco es una iniciativa actual. La experiencia acumulada data  desde los sesentas.

El 28 de mayo de 1967 se funda con un patronato de la Universidad Autónoma de Puebla. El equipo es denominado por lo prensa "carolinos" y es aceptado por la Federación Mexicana de Fútbol  para formar, con 15 más, la tercera división  profesional. En 1969 queda en manos del Departamento de Educación Física de la máxima  institución poblana. Razones más, razones menos, el equipo desaparece en 1971.

La iniciativa es retomada en 1996. En ese tiempo nace el nombre de "Lobos de la BUAP". La propuesta contempla el modelo de operación y administración similar a los Pumas de la UNAM, a pesar de ello el funcionamiento del equipo no ha estado exento de problemas económicos. Desaparecido en varios periodos, a partir del 2002 inicia un camino sostenido, brillante y exitoso en esta fase reciente.

Hecho popular como Lobos BUAP, campeón de Torneo Clausura 2017 y en la antesala del ascenso al máximo circuito profesional, es un proyecto en el cual confluyen un sinnúmero de esfuerzos, fundamentalmente de la universidad, pero también gubernamentales y de colaboración con la iniciativa privada.

El equipo de futbol profesional es una extensión del intenso y efectivo trabajo de nuestras autoridades universitarias. No se explica de otro modo. No podría la BUAP ser sostén de un equipo profesional exitoso al margen o a contracorriente  de los niveles de calidad académica en investigación, docencia y extensión de la cultura. Tampoco se podría explicar si nuestra institución navegara sin rumbo o con una vida académica estancada, sin calidad, con desorden en la gestión y en su vida interna.

Válido es reiterarlo. En las funciones sustantivas universitarias hay dirección, orientación, metas muy bien definidas, capacidad de readecuación de las mismas conforme a los requerimientos que la sociedad exige. Los nichos de excelencia académica de la educación superior prohíjan condiciones para el desarrollo de buenos equipos profesionales. Son pocas las universidades del país que pueden con orgullo afirmarse como la casa de excelentes equipos de futbol profesionales. La nuestra es una de ellas.

Hoy Lobos de la BUAP, en la antesala del ascenso al máximo circuito de nuestro país,  alimenta la aspiración social de tener en ligas profesionales más y mejores equipos que rompan la inercia que significa ver un espectáculo que ha sido catalogado por expertos serios, campo de la mediocridad y el mercantilismo. El ascenso de Lobos BUAP sería una verdadera proeza. Es lo que espera la afición poblana. Felicidades por ser ya un equipo ganador. 

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Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior