El cerebro de las madres humanas cambia de manera permanente
- José Ramón Eguibar Cuenca
La maternidad es una etapa importante en las mujeres y el uso de nuevas tecnologías de observación del cerebro, como el denominado mapeo cerebral a través del uso de la resonancia magnética cerebral funcional nos ha permitido escudriñar a los cerebros sanos bajo distintas circunstancias. Tomando ventaja de esta tecnología un grupo de investigadores españoles de la Universidad Autónoma de Barcelona, en un estudio publicado en Nature Neuroscience, han mostrado que la experiencia materna, independientemente de que la concepción haya sido natural o mediante reproducción asistida cambia de manera permanente el cerebro. Los investigadores mostraron que el grosor de la materia gris disminuye en las áreas cerebrales relacionadas con las relaciones interpersonales y la denominada cognición social, esto es, las áreas del cerebro que nos permiten convivir en grupo y tener empatía.
La posible causa del cambio en el grosor de la corteza cerebral es que se produce una poda de las dendritas, unas protuberancias en forma de árbol que permiten a las células del cerebro (neuronas) comunicarse entre sí. La poda del árbol dendrítico permitiría entonces que la madre se focalice en la atención hacia su hijo. De hecho los autores del estudio muestran que no hay deterioro cognitivo en las madres, que las zonas de empatía son específicamente activadas por la cara de su hijo y no por la de otros bebes; de manera importante los cambios no se producen en los padres, esto es, no se deben a la presencia del bebe en la familia. De manera muy importante los cambios en la estructura de la corteza cerebral persisten hasta por dos años después del nacimiento del hijo.
Estos datos se correlacionan con otros obtenidos en ratas madres por el Dr. Craig Kinsley en la Universidad de Richmond, quién mostró que las ratas hembras que han parido mejoran su memoria espacial, son más eficientes para recordar lugares con disponibilidad de comida, son más agresivas ante extraños, pero muestran alto vínculo con sus crías. Los mecanismos evolutivos son similares y por ende fueron afinados para asegurar la sobrevivencia de la siguiente generación ya que en ambos casos los críos son neoténicos, esto es, requieren de cuidados después de nacer para poder sobrevivir, en el caso de las ratas por un mes y en el de los humanos por un par de décadas.
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Médico de profesión, maestro en Ciencias Fisiológicas por la BUAP y doctor en Neurociencias por el CINVESTAV del IPN. Es miembro del SNI y de la Academia Nacional de Medicina. Actualmente es director General de Internacionalización de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.