Los saldos electorales del 2016

  • Guillermo Nares
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En los recuentos analíticos de los procesos electorales, no es raro que la esfera de mayor importancia en la sociedad –sus procesos de ciudadanía- quede al margen, muy por debajo de la inmediata rentabilidad electoral.

En aras de lo inmediato, del cálculo de la ganancia electoral de todos aquellos actores que compiten por el poder, desaparece del interés de la clase política, la discusión y consecuente elaboración de las agendas constructoras de ciudadanía.

El componente principal de la democracia moderna, representativa, es el Ciudadano, cuya noción se deriva de procesos históricos de larga duración y de elaboraciones teóricas que son distintivas en la construcción del orden público moderno. Visto bien y en dimensión amplia de la política, el término va más allá del ejercicio electoral. Le precede, es (debería ser) causa del voto, cuyo efecto, la representación política –distribución y transferencia pacífica del poder- tendría que generar un efecto virtuoso para ampliar las prácticas cívicas y obtener mejores resultados en la administración de la cosa pública. No siempre es así porque los rasgos de virtud republicana se encuentran en tensión permanente con el cálculo interesado de las elites de la política.

En la democracia moderna, Ciudadano es aquel que distingue el interés público del privado, en contraposición del súbdito, que no participa ni tampoco sabe de la cosa pública, de su interés y de los mecanismos para contrarrestar los excesos de poder. El súbdito solo obedece.

El criterio discriminatorio para saber cuál es la esfera pública y la privada, el distinguir con claridad sus respectivos límites, constituye uno de los principales problemas de los regímenes democráticos. La cosa pública, el bien público se encuentra asociado al modelo cívico republicano, que justamente encuentra en sus contenidos, en el sistema de división de poderes, en los  pesos y contrapesos, la fórmula menos equívoca para que la convivencia entre los individuos y el poder del estado sea pacífica y limitativa respecto a la proclividad y tentación permanente para gobernar con excesos autocráticos, dictatoriales o autoritarios.

La condición de ciudadanía es efecto de procesos históricos de largo aliento. Los individuos tardan en hacer suyos los valores políticos derivados de los derechos de libertad e igualdad política, mismos que, no exentos de accidentes, tensiones y rupturas sociales, han construido a contrasentido de las elites políticas, controles horizontales y verticales para el buen ejercicio del poder público. A menor ciudadanía mayor abuso del poder público. A mayor ciudadanía, mayor profundidad y amplitud de los derechos y prerrogativas de la sociedad respecto al interés público, así como mayores controles en la administración de los bienes públicos y mejores leyes des incentivadoras de ejercicios no democráticos de la cosa pública.

Hay precondiciones para la adquisición de virtudes ciudadanas. Una es la publicidad permanente de sus cualidades y su contrastación permanente en los procesos políticos y sociales. Se requiere para ello una opinión pública fuerte, vigorosa. Protegida y alentada por la ley.

En democracias endebles, como la mexicana, la línea del interés privado constantemente es sobrepuesta al interés público.  No es extraño encontrar gobernantes que administren la cosa pública como si fuera de interés privado. Nuestro país es deficitario de ciudadanía. Las precondiciones para su adquisición enfrentan la hostilidad permanente de la actual clase política mexicana, que ha visto, paradójicamente, en los escenarios electorales, el espacio de oportunidad para restringir su desarrollo.

El valor social de las elecciones se tendría que medir por la calidad del aporte de los actores de la arena electoral a derechos políticos, sociales, humanos; por el enriquecimiento de la esfera mediática con la discusión libre, crítica, de propuestas de gobierno, por la discusión libre, sin cortapisas de los temas de mayor sensibilidad social.

Más allá de ganadores y perdedores, ¿Qué aportó el proceso electoral de la mini gubernatura poblana para la mejora de ciudadanía?

Sin duda fue deficitario con respecto a las exigencias de la sociedad. Los compromisos para la defensa y ampliación de derechos no aparecieron por ningún lado y cuando emergieron fueron avasallados por la prensa y los pasquines oficialistas sin que recibieran respuestas serias, consistentes.

La oposición, sobre todo la emergente, a contrapelo de su crecimiento, no fue capaz de evidenciar la negligencia e incapacidad de la elite gubernamental, para resolver problemas derivados de la política extractiva de recursos y que ha generado malestar social. No fueron lo suficientemente incisivos en el señalamiento de los déficits respecto a los derechos humanos. Los sectores lastimados de la sociedad se sintieron abandonados por los actores políticos y con la percepción de que seguirán pagando costos en derechos humanos, deterioro del medio ambiente, inseguridad y extracción de recursos económicos.

La opacidad en el gasto público tampoco fue tema relevante. El programa de extracción de recursos vía multas, no fue motivo de compromisos para transparentar y hacer eficiente su utilidad social.

La discusión sobre la mejora de la democracia, de plano fue expulsada de la campaña electoral. Si uno de los problemas que presentan los estados en el país, se derivan de las excesivas atribuciones que concentran los ejecutivos, porque no fue objeto de propuesta la reducción de las atribuciones de discrecionalidad que mantiene el poder ejecutivo estatal?

La discusión en el espacio público quedó severamente restringida. El avasallamiento, la descalificación política, la misoginia, el chovinismo regionalista e incluso la discriminación racial, hicieron acto de presencia. Se hicieron visibles patologías sociales hacia la oposición a través de las peores voces anti ciudadanas, quienes cubrieron la mayor parte de los espacios mediáticos y electrónicos.

A pesar de las características peculiares, el proceso electoral fue capaz de evidenciar las debilidades de las elites políticas.

La búsqueda y práctica de ciudadanía tiene un largo camino que recorrer. Lo mejor es que, a pesar de todo, mantiene un camino ascendente, a través de actores emergentes.

gnares301@hotmail.com

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Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior