Fernando Cardenal y la espiritualidad de liberación Latinoamericana

  • Alejandro Ortiz Cotte

Murió el 20 de febrero de este año, a los 82 años de edad, Fernando Cardenal, sacerdote jesuita nicaragüense y hombre clave para comprender la llamada “espiritualidad de liberación latinoamericana”. Esta espiritualidad es como todas, una fuerza que impulsa a vivir bajo determinado modo, forma o carisma la existencia humana. Esto significa que hay una fuerza, un ánimo, un espíritu, que impulsa un estilo determinado de vida. La espiritualidad cristiana será aquella fuerza que hace vivir a cualquier cristiano según los criterios de Jesús. Una espiritualidad (cristiana) franciscana será aquel modo de vivir que según San Francisco de Asís pensaba que era el mejor modo de seguir a Jesús y era a través, o sobre todo, de la pobreza, de ahí que los franciscanos se distinguen en su seguimiento a Cristo, frente a otras órdenes religiosas, por seguir a Jesús desde la pobreza. De modo, que una espiritualidad de liberación latinoamericana era (es) aquel modo de vivir cristiano, que si bien todavía existe, se dio sobre todo en las décadas de los sesenta a los noventa en América Latina, y que se caracterizaba por su compromiso por liberar a los más pobres y excluidos. Era el otro lado de la teología de la liberación, por un lado la teología expresaba teóricamente lo que se vivía “espiritualmente” en el mundo latinoamericano de la pobreza y exclusión. La espiritualidad era ese modo de vivir que hacía que las clases medias y ricas dejaran sus comodidades y futuros asegurados y se insertaran en las colonias populares y en las periferias para construir todos juntos el “hombre nuevo”, utopía de un nuevo modelo de ser humano sin pobreza ni exclusión.

La fuerza, el Espíritu, que hacía existir a la espiritualidad de liberación latinoamericana era el mismo evangelio, la misma práctica histórica de Jesús, y por ello no había nada más grande que la buena noticia a los pobres. Esto produjo prácticas sociales, eclesiales, litúrgicas, económicas y políticas llenas de fraternidad, alegría y testimonio cristiano. La misa era un festín lleno de color y de canciones comprometidas donde el ofertorio eran “despensas” para los más pobres de las comunidades. Las parroquias tenían una vitalidad gracias a las comunidades eclesiales de base, donde los pobres aprendían a leer el evangelio y a defender sus derechos humanos.

Un excelente ejemplo de lo anterior fue Fernando Cardenal. Él fue un religioso comprometido con su pueblo, en concreto con el pueblo nicaragüense que luchaba por su liberación de la dictadura ejercida por los Somoza. Después de que en 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional ganó la guerra, él fue parte de un grupo de personas claves, entre ellos varios religiosos, que hicieron posible construir y organizar un país desecho por la guerra en un país con futuro y con utopía. Fueron momentos de gran euforia y optimismo social que se confundía fácilmente con el proyecto del Reinado de Dios hecho historia. Fue cuando el primer gobierno revolucionario le pidió ser el ministro de educación de Nicaragua, a su hermano Ernesto, le pidieron ser el ministro de cultura y así, era un gobierno diferente, utópico, liberador.

El problema se suscitó cuando la conferencia episcopal de ese país entra en un diálogo ríspido con Fernando, ya que no podía aceptar, siendo religioso, el cargo de ministro, por tanto le pedían, sus obispos nicaragüenses, no aceptar el cargo y el no obedeció. En una carta famosa titulada “carta a mis amigos” Fernando explicaba con detalle el proceso de los obispos que tuvieron con él, en verdad un proceso con poco diálogo, detallando de manera clara lo que en teología y en otras ramas disciplinares existe como “objeción de conciencia” es decir no obedecer la orden de los obispos, por considerar, desde una revisión profunda y serena, que la petición estaba subordinada a algo mayor que era la coherencia de vivir el evangelio y no dejar a su pueblo. El, como otros pensaba que venía un fuerte ataque contra la revolución y el gobierno triunfante y no podía abandonarlo en esos momentos (y así fue, recordemos la contrarrevolución ejercida por estados unidos, incluido un bloqueo comercial) y aunque fue a Roma a poder hablar con su superior, no sirvió de mucho. Por tanto explicando claramente su objeción de obedecer por ser consciente que no tocaba asumir esa orden, decidió aceptar la orden que lo sacaba de la compañía de Jesús (los jesuitas) por apoyar al gobierno revolucionario. Situación que le fue muy agradecida por la gente ya que tiempo después hizo una campaña de alfabetización nacional haciendo que más del 90% de la población dejará de ser analfabeta. Dejó la orden pero no dejó de vivir como jesuita. Vivió célibe y en comunidad. Tiempo después fue el primer denunciante de la corrupción del partido y de los primeros en retirarse de la militancia del frente sandinista. Nunca tuvo miedo de acusar a sus líderes, ya que por la misma razón que se quedó de ministro y renunció a la compañía de Jesús (jesuitas), será la misma cuando salga del gobierno: su espiritualidad de liberación. Siempre es mayor el Reino de Dios, siempre.

Tiempo después fue director de los institutos Fe y Alegría, escuelas populares para pobres que tienen los jesuitas en casi todo el continente. Posteriormente decidió pedir permiso para ingresar a la orden y tuvo que volver a entrar como novicio, siendo quien era, con una actitud de sencillez y humildad volvió a ser jesuita, ya que jamás dejó de serlo, todo por amor a los pobres. Fernando Cardenal ejemplo claro de los hombres y mujeres que vivieron una espiritualidad de liberación, y que gracias a ella ayudaron, en favor de los pobres, a transformar la historia en América Latina. Hoy cómo nos hace falta esa espiritualidad para seguir transformando desde el espíritu de liberación de Jesús nuestro continente.

 

 

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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Alejandro Ortiz Cotte

Doctor en Educación por la IBERO Puebla, maestro en Teología y Mundo Contemporáneo (IBERO Ciudad de México) y licenciado en Administración de Empresas por la UNAM. Sus líneas de investigación: Teología de la Liberación, análisis socio-cultural latinoamericano, procesos educativos, y mundos juveniles.