El día de las elecciones está cada vez más cerca y los candidatos a cualquiera de los puestos en disputa redoblan esfuerzos por lograr la simpatía del electorado. Las calles se inundan de fotos con caras sonrientes que invitan a votar por alguno de los contendientes, en los semáforos se regalan calcomanías, y en los mítines los candidatos prometen la luna y las estrellas.

Toda esta parafernalia es para que en las urnas el ciudadano confíe en el candidato y vote por él. En efecto, votar es un acto de confianza y, como tal, ésta se gana. Sin embargo, este es justo el principal problema: El mexicano promedio no confía en la clase política. Por ejemplo, el “Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México”  (presentado el año pasado por el todavía Instituto Federal Electoral) señala que los actores políticos con los peores índices de confianza (menos del 20%) son los diputados y los partidos políticos.

Bajo este panorama, los aspirantes a uno de los puestos de elección popular deberían preocuparse por esta situación y, en lugar de regalar playeras y gorras, hacer algo para recuperar algo de la confianza perdida. Una opción es sumarse a la iniciativa “Candidato Transparente”, en la que se invita a todos los candidatos a que presenten su declaración patrimonial, fiscal y de conflicto de intereses.

No obstante, tal parece que los candidatos le tienen fobia a la transparencia, porque su participación en dicha plataforma es casi nula. Al menos así lo indican los números: Hasta el pasado viernes 22 de mayo, de los 146 candidatos a diputados federales de mayoría relativa que compiten en Puebla, apenas nueve habían compartido su información; lo que representa apenas el 6.16%. En el caso de los que van por la vía plurinominal, de los 382 candidatos de la Circunscripción 4 (integrada por el Distrito Federal, Guerrero, Morelos, Puebla y Tlaxcala) sólo tres habían participado (0.78%); ninguno de los cuales es poblano.

Además de “Candidato Transparente”, la COPARMEX Puebla lanzó una plataforma similar llamada “Desnúdalos”; cuyo fin es que los candidatos compartan información sobre su trayectoria profesional y académica, además de sus propuestas en temas como seguridad y educación. Aquí la participación hasta ese mismo día era todavía menor: Únicamente cuatro de los 146 candidatos habían respondido; es decir, sólo el 2.73%.

Aunado a lo anterior, la información disponible sobre muchos de los candidatos es muy limitada. Y es que al hacer una búsqueda aleatoria en internet, resulta que varios no cuentan con una página de su campaña, ni siquiera un perfil en redes sociales. Es más, no son mencionados en notas periodísticas, ni para bien ni para mal. En concreto, son prácticamente unos desconocidos para el electorado.

 Los datos hablan por sí mismos y son contundentes: La aplastante mayoría de los candidatos le tiene fobia a la transparencia. Tal parece que lo suyo, lo suyo es la opacidad y el ostracismo. Si bien legalmente no están obligados a compartir ese tipo de información, lo cual es la principal justificación de más de alguno, tampoco es un argumento válido cuando – nuevamente - lo que buscan es ganarse la confianza del ciudadano.

Aquí vale la pena recordarles que la confianza no se merece, se gana con acciones. Y si son renuentes a este acto simbólico de buena voluntad cuando aún no ganan nada, qué se puede esperar de ellos si es que llegan al puesto que buscan.