Tres tristes tigres…

  • Felipe Flores Núñez

Esa parece ser la historia en Puebla de las tres principales fuerzas políticas.

Panorama nada halagador para el PRD, el PAN y el PRI.

Escenarios y actores distintos, pero un mismo hilo conductor.

Igual motivación.

Que no es otra que la prevalencia de intereses personales o de grupos.

Todo por encima del propio instituto político.

Y de los principios partidistas.

Unos más que otros, pero sometidos a un mismo guion.

Proyectos de hoy, para el futuro.

Con la mira en el 2015, diputaciones federales; 2016, la “mini-gubernatura”; 2018, la gubernatura y… la grande, la elección Presidencial.

En el Partido de la Revolución Democrática, su propio histórico líder moral Cuauhtémoc Cárdenas lo describe a cabalidad.

Durante su reciente visita, afirma que “el PRD en Puebla es el claro ejemplo de las divisiones que enfrentamos a nivel nacional y que nos llevarán a una confrontación en la renovación de la dirigencia nacional”.

Y va más allá.

“Es evidente la ruptura entre corrientes”.

Y menciona que al evento local para celebrar los 25 años la fundación de su partido, acude sólo una parte de la militancia, una de las muchas tribus.

Y que además, dice sorprendido, el acto es sido presidido por el gobernador panista Rafael Moreno Valle, quien aprovecha la ocasión para criticar las posturas radicales de la izquierda.

Discurso contrario al suyo, al del propio Cárdenas, quien en la víspera, precisamente, había exhortado en la necesidad de que el PRD “sea un partido de izquierda radical”.

Esta circunstancia abona irremediablemente a que los diferentes grupúsculos perredistas no encuentren un factor de unidad.

Y enrarece aún más la próxima elección de la dirigencia nacional, cuyos aspirantes son el propio Cuauhtémoc Cárdenas, apoyado entre otros por el Senador poblano Luis Miguel Barbosa; Carlos Navarrete, impulsado por el temible grupo de los “Chuchos”, encabezado por Jesús Zambrano y Jesús Ortega, y Marcelo Ebrard, muy disminuido a partir del escándalo por la línea 12 de Metro de la capital del país.

Cárdenas, apoyado además por René Bejarano, líder de la llamada Izquierda Democrática Nacional,  ha dicho una y otra vez que sólo iría a la contienda interna si es propuesto como candidato de unidad, lo que parece definitivamente improbable.

Enredos pues, deslealtades y adhesiones a espaldas de principios de la izquierda tradicional.

En Acción Nacional ocurre algo similar.

La elección interna de su dirigente ha polarizado.

En torno a una severa crisis tras la derrota electoral del 2012, por primera vez en su larga historia la militancia elegirá en forma directa a su dirigente nacional.

Por un lado, Ernesto Cordero y Juan Manuel Oliva mantienen como eje discursivo la urgencia de recuperar valores y principios, volver a ser referente de honestidad.

Por el otro, Francisco Madero y Ricardo Anaya pregonan ser factor de unidad y hasta auguran que en el 2018 recuperarán la Presidencia de la República, “porque cuando nos ven unidos, el PRI se pone a temblar”.

No han faltado las acusaciones mutuas, guerra sucia, lodo que ensucia las redes sociales.

De Cordero dicen que ni panista es, que no tiene autoridad moral.

De Madero, que sirve más al PRI y a Peña Nieto que a su militancia; que carece de probidad, que en su gestión el PAN perdió la Presidencia, gubernaturas, alcaldías y decenas de posiciones en el Congreso federal.

Roces que provocan chispas, conato de incendio.

El proceso interno rebota y tiene eco estridente en Puebla.

Aquí más que en otras latitudes.

El mandatario estatal, razones obvias, en el ojo del huracán.

Da de qué hablar, con la elección a la vuelta de la esquina.

El epílogo, para el próximo domingo.

Unos dicen que aventajan con holgura, otros estiman un empate técnico; la guerra de encuestas confunde.

Digamos que el resultado es, por ahora, impredecible.

Reelección o cambio radical, nuevo rumbo.

Lo cierto es que la contienda interesa, pero divide, fracciona, lastima.

Así no era Acción Nacional.

Y qué decir del PRI, que posterga decisiones, que hace vacío.

Un PRI en Puebla que no sabe ser oposición.

O que sabe, pero actúa a conveniencia.

Un PRI hueco, sin dirigentes, sin líderes.

Un PRI que no se renueva, que no salta a la cancha.

Que le piensa si es hoy o esperar al 2014, al 16 o al 18…

Todos a medio gas, en la simulación.

Su pasividad es pasmosa, asombra.

Falta el manotazo.

Digamos que la sugerencia, la instrucción, la línea.

La orden desde arriba.

Piramidal, a la vieja usanza.

Igual para todos.

Sin distinciones, ni puntos medios.

Tampoco condiciones.

Nada de negociar.

Nada que me das y te doy.

Te ajustas, acatas, obedeces, o te vas.

Disciplina y rigor, no hay más.

Lo mismo para Blanca que para Doger.

Igual para Lastiri que para Armenta.

También para Zavala, Olmedo, Deloya, Morales, Merino, Giorgana, Marín, Jiménez, Chidiac o Fernández…

Su fortaleza: el apoyo del gobierno federal.

La debilidad: el recelo, el interés de grupos, las individualidades.

El escenario: adverso, el gobierno local en el poder irá por todo, es natural.

La premisa: unidad.

La tarea: promover avenencias, desechar intereses; no a la simulación ni al doble discurso.

La actitud: un PRI activo, combatiente,  aguerrido.

El discurso: duro, crítico, sustentado.

La duda: ¿lo harán?

Mientras, queda claro, no hay en Puebla, no por ahora, un partido político fuerte, unido, activo.

Tres tristes tigres, esa es la percepción.

O la realidad.  

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Felipe Flores Núñez

Con una trayectoria de 40 años en medios de comunicación, ha sido reportero y Director de Comunicación Social de la Confederación Deportiva Mexicana, H. Ayuntamiento de Puebla, H. Congreso del Estado de Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Gobierno del Estado de Puebla y Universidad de las Américas-Puebla; en ésta última fue docente durante 16 años. Actualmente es Director General de la Agencia Doble Efe, Comunicación Integral, que ofrece servicios de publicidad, redes sociales y de asesoría en medios.