Blanca Alcalá y Enrique Doger 2016… la llave para el 2018

  • Alejandro Rodríguez

Pasado el tercer año de gobierno estatal, Blanca Alcalá y Enrique Doger -primero y segundo lugar en popularidad dentro la temprana lista de aspirantes a suceder a Moreno Valle- deben saber que es tiempo de empezar a mover fichas con miras a ser considerados como la mujer o el hombre que pueden devolver al tricolor a Casa Puebla.

Silenciosos ambos, por ahora sólo han alzado la mano a través de columnas a modo y plumas enviadas, pues en los hechos ninguno de los dos ha demostrado ser oposición  o ser el líder que hace falta en un partido local que vive en la orfandad absoluta y desesperado por encontrar a un guía.

Ninguno de estos dos priistas obedece al grupo del presidente Enrique Peña Nieto, más ocupado en sacar adelante un gobierno que poco a poco sube décimas de popularidad en un país donde como en el resto del mundo, la economía es la que manda a la hora de medir desempeños. Blanca Alcalá y Enrique Doger –quien hasta ayer no había sido recibido por la enviada de Ivonne Ortega en la delegación estatal del PRI- se han encomendado a las poderosas manos de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, quienes no precisamente tienen todo el aval de Los Pinos para mover ficha alguna, aunque hay que decirlo: no existe veto para ambos y si algo piden en los grandes círculos priístas, es que demuestren cuanto antes lo que son y lo pueden hacer por su partido.

Y eso es precisamente lo que al parecer ambos priistas desean demostrar desde ya. Algunas voces aseguran que Blanca Alcalá iniciará una gira por la entidad so pretexto de su puesto en el Senado. Otros dicen que Enrique Doger se mueve silencioso en las altas esferas aprovechando su delegación tricolor en el DF, donde al fin podrá notarse más gracias a la caída de Cuauhtémoc Gutiérrez. Ya veremos, aunque da la impresión que ambos –erróneamente- desempeñarán una estrategia de conocimiento cuando ese no es su problema ni lo que se requiere.

Blanca y Enrique tienen en sus manos su futuro. Ambos han ganado todas sus elecciones y más allá de sus defectos (una acusada de jugar siempre solo para su beneficio y el otro de “traicionar” o carecer de gente que lo apoye –su más valioso alfil tiene un hijo diputado en el PRD-) están a tiempo de construir cuanto antes una pre candidatura sólida con miras inmediatas a la elección del 2016, la del llamado “gobernador interino”.  

Si lo hacen con inteligencia, si llegan con estrategia a ocupar esa candidatura, deben saber que tendrán una lucha complicada: el gobernador tiene la sartén por el mango y aún con los ojos encima de la Federación, hará hasta lo imposible por que su “gallo” de 2016 gane la elección. Por el PAN, muchos ven en la pelea de ese entonces a Cabalán Macari, secretario de Infraestructura; pero no hay que descartar el hecho de que en caso de que este no logre subir en preferencias electorales en “¡año y medio!”, el mandatario echará mano del alcalde Tony Gali. Y es que si algo le gusta a Rafael Moreno Valle -y lo sabe hacer bien- es ganar. Y a esas irá.

Para el candidato priista del 2016, no todo debe ser temor a perder por enfrentar una maquinaria que han visto operar de cerca. No. Si son inteligentes, si saben medir los tiempos  y las emociones del morador de Los Pinos, deben saber que  la elección del mini gobernador puede ser su mejor puerta para competir de nuevo por el mismo cargo en el 2018.

 Y es que de hacer un papel decoroso en una elección donde no hay que compartir créditos con nadie más –no habrá elección a alcaldes o diputados-  su popularidad acabará por los cielos, podrá ser ese líder moral que busca el PRI si se vuelve fiero e inteligente crítico de un gobernador que aunque nuevo se irá en tan solo 18 meses de gestión, y con una buena estrategia y campaña de comunicación aprovechará los millones que se utilizaron en su campaña pasada para convertirse en el aspirante natural del tricolor argumentando que la derrota anterior enfrentó a la maquinaria oficial, pero que en 2018 le toca el turno de revertir la situación de la mano de un tricolor nacional al que ayudará a repetir en la Presidencia.

Ese esquema de saber administrar la derrota electoral le ha dado el triunfo a Danilo Medina en Dominicana; a Lula Da Silva en Brasil; o a Ollanta Humala en Perú. En Puebla la distancia entre una elección y la otra no es para nada larga. Y tanto Blanca Alcalá como Enrique Doger –o los ahora insípidos Pepe Chedraui o Juan Carlos Lastiri- deben saber que todo sistema democrático implica intrínsecamente la posibilidad de que las minorías se conviertan en el futuro en mayorías y las mayorías en minorías;  que en una socie­dad diversa y com­pleja “el indi­vi­duo que se levanta, des­pués de haberse caído una o varias veces, es aún más grande que el que nunca ha caído”; y que el fracaso electoral de hoy, puede ser potencialmente la base del éxito del mañana.

Ya sólo falta los suspirantes priistas lo empiecen a creer y hagan trabajo de estrategia.

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