Una y otra vez en este país se repiten las viejas y desafortunadas historias, ésas que hemos atestiguado quienes vimos la privatización de la banca o de Telmex.

México no aprende de su pasado y por ello lo repite invariablemente, como si fuera una vieja maldición que nos enreda y nos lleva a caer en esos errores de los que no aprendemos.

La reciente aprobación de la reforma energética genera división de opiniones, propias en un país donde el grueso de sus habitantes leemos poco y nos “desinformamos” con esos medios de comunicación acotados, subjetivos o parciales que nos dan a cuenta gotas, lo que necesitamos saber para entender que definitivamente México está en el umbral de una transformación.

La pregunta que muchos nos hacemos es ¿cuál será el golpe letal para nuestro país con la apertura de PEMEX.

Algunos extremistas, otros conservadores y algunos más en el equilibrio de querer entender lo que aprobaron diputados y senadores, manifiestan esa necesidad básica de saber qué cambiará a partir de ese voto fast track que cambiará el destino del sector energético en México.

Muchos ciudadanos nos preguntamos qué garantías existen para no repetir las historias de terror del pasado, cuando se privatizaron los bancos y la novela concluyó con ese rescate millonario llamado Fobaproa, que concentró los capitales bancarios en unas cuantas manos.

Ahí también está el capítulo Telmex privatizada a la salud del “Señor Slim” quien fortaleció un monopolio gracias al cual tenemos una de las telefonías mundiales más caras.

Entonces, con estos antecedentes, el temor está latente, pues no vaya a ser que al rato esos jugosos contratos de empresas privadas nos lleven a personajes como Pedro Aspe o a la cercanía letal con el mismo Luis Videgaray.

El show que diputados y senadores montaron en sus respectivas sedes está de más; sabemos que el cabildeo y acuerdos se pactan fuera de esos shows mediáticos donde los cercos, golpizas, desnudos, pancartas y lo que se acumule no nos alcanzan para manifestar una inconformidad ahogada.

¿A qué hora y en qué momento nos preguntó  nuestro honorable Presidente Enrique Peña si queríamos su rimbombante reforma?.

¿Dónde nos explicaron detalle a detalle cada uno de estos cambios?

¿Quiénes asesoraron a los diputados y senadores para entender conceptos muy técnicos como los que maneja la paraestatal?

Interrogantes a la que sumo tal vez la más importante: ¿Y dónde estamos todos? ¿A qué hora dejaremos de ser pasivos ciudadanos para expresarnos como sociedad civil?.

Después de un largo análisis entiendo que en este tema, las redes sociales le impregnaron un toque fugaz y viral a la llamada reforma.

Sin embargo, los comentarios y críticas así como surgen se desvanecen, dando pie a una aceptación silenciosa, tal vez por nuestra falta de conocimiento en el tema, o bien, porque somos presas de esos distractores sociales que pesan tanto en esta sociedad con opiniones tan volátiles.

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