La ley es justicia; su negación, tiranía

  • Ociel Mora
El desempeño de los buenos gobiernos está en función de la presencia reguladora de la legalidad

¿De qué dependen los buenos gobiernos? Los que proveen regímenes de prosperidad, libertades y un estado de concordia general y confianza.

¿Depende de los hombres que los encabezan o de las instituciones que los rigen? ¿O son los hombres providenciales o es la rigidez del Estado de derecho que somete por igual a todos, sin distingos de nada; el paradigma de la justicia ciega?

¿Es el gobierno fundado en Hombres Fuertes o es la magia que al final del día obran las instituciones? ¿Es la buena voluntad de los gobernantes o es el ejercicio de derechos de los ciudadanos, amparados en un supremo poder judicial independiente?

Me parece que ésta es la cuestión de fondo ahora que estamos en los umbrales de nuevas gestiones: federal, estatal y municipal y nuevos congresos.

El buen o mal desempeño de los dirigentes políticos depende en mucho de los equipos que los acompañan en los principales puestos. El viejo dilema y su contradicción entre nombrar a los técnicos o los compadres. Los cómplices o los expertos.  A costa del bienestar de las mayorías.

La señora Claudia Sheinbaum, presidente electa, ha cautivado la atención de tirios y troyanos con la designación de un grupo de personas que ocuparán cargos de gabinete en la próxima administración federal.

En Puebla también se han balbuceado nombres a partir de quienes hacen las tareas del proceso administrativo de entrega-recepción, entre el gobierno saliente y el entrante, entre Alejandro Armenta y Sergio Salomón Céspedes.

Esos mismos que aquí especulan también aclaran que estar ahí no implica ocupar la dependencia en cuestión. No en automático. Pero no por eso dejan de ser señales de por donde se mueven los ánimos del próximo gobernador.

Vuelvo. ¿Es suficiente para hacer un buen gobierno contar con una lista de buenos prospectos para los principales cargos?

Los observadores, incluso algunos críticos acérrimos, ven con buenos ojos la incorporación al gabinete de Marcelo Ebrard. Así sea en la Secretaría de Economía. Una dependencia técnica y no política, tratándose en su caso de un político-político.

Ebrard conoce a Donald Trump, a quien este gobierno hace el seguro próximo presidente de los Estados Unidos. Más temprano que tarde México tendrá que toparse con él y qué mejor que hacerlo con uno que ya lo ha tratado.

Citan también que el grupo de los recién nombrados promete ser mejor que el presente. Se pondera la experiencia y el perfil técnico. La experiencia de cada cual calza con las responsabilidades del puesto.

No se ve ese criterio técnico y de congruencia administrativa en el caso de Puebla, si nos atenemos, como digo, a los primeros balbuceados.

Se celebra que se haya omitido la fórmula de “eficiencia” del presidente Andrés Manuel López Obrador que exige “90 por ciento de lealtad y 10 experiencia”, toda vez que gobernar no requiere de ninguna ciencia. Dichos muy suyos.

Otro mérito del que se dice poco pero que puede resultar determinante, es que hasta ahora ninguno de los mencionados para el gabinete federal proviene de las filas de los duros-duros del partido Morena, como se temía (Batres en Gobernación y Noroña en Educación).

En general los críticos-críticos ven en los hombres y mujeres designados la promesa de que las cosas marcharan mejor que en el presente, y que incluso puede haber rectificaciones de fondo en cuanto la señora Sheinbaum toque la silla presidencial y obre en su persona el hechizo de que nada ni nadie limita los deseos del Presidente.

Estamos, sin embargo, en el mundo de lo deseable. Un mundo un tanto engañoso, para no decir que declaradamente engañoso. En el que han caído hasta los más osados en el oficio del comentario.

Para hacer un guiso de pato se requiere un pato. De poco sirve tener a los mejores cocineros, unos buenos menjurjes, los condimentos, y las buenas cacerolas para pasar a las parrillas. Sin pato no hay guiso de pato.

Por encima de los méritos de los recién elegidos para ocupar cargos sustantivos en la nueva administración, por encima de la honorabilidad de cada uno, por encima de su experiencia, sobre su cabeza pende sujeta de un pelo de gato la espada de Damocles del Plan C.

El paquete de reformas a la Constitución presentado al Congreso por el presidente López Obrador que suprime los contrapesos legales, captura el Poder Judicial, extingue la democracia constitucional y sobre sus cenizas funda un nuevo régimen político autoritario, centrado en la mano de un solo hombre.

De poco sirve tener a los mejores cuando las reformas en proceso a la Constitución socavan el corazón del régimen.

Volvemos al principio. La disputa sobre cuál es el mejor gobierno, el de los hombres o el de las leyes, es tan antigua que se puede rastrear entre los primeros pensadores que se cuestionan en serio sobre la mejor organización política.

La vieja contraposición entre los gobiernos buenos y los gobiernos malos, el de los hombres y el de las leyes. La tiranía y la democracia.

Esto ha llevado a ponderar que allí donde gobiernan las leyes priva el reino de la justicia; y donde gobiernan los hombres reina ensoberbecida la tiranía.

Uno de los criterios para definir la tiranía, siguiendo la literatura especializada, es que el tirano ejerce el gobierno por encima de las leyes; y no son las leyes las que se colocan por encima de los gobernantes y los constriñen.

Los griegos utilizaban el término “isonomía” para ponderar la supremacía de la ley y la igualdad de los hombres frente a ella. El desempeño de los buenos gobiernos está en función de la presencia reguladora de la legalidad.

Ya en la baja Edad Media se tenía por doctrina del Estado la superioridad de la ley por encima, incluso, de la voluntad del príncipe. “Porque el Hombre no puede estar sometido al hombre sino a Dios y la Ley, porque la Ley hace al Rey”.

Cinco siglos antes de la presente era, Eurípides ya se quejaba a través de Las suplicantes, una de sus tragedias.

No hay nada más hostil para un ciudadano que un tirano, cuando no existen leyes generales, y un solo hombre está en el poder. Convirtiéndose a sí mismo en la ley.

Luego entonces no hay nada nuevo bajo el sol mexicano.

(Los conceptos utilizados aquí fueron tomados del Diccionario de Política, dirigido por Norberto Bobbio, S. XXI, 1991)

Chayo News

Uno de los temas que evidencia las pulsiones de ilegalidad de este gobierno es la sobrerrepresentación que busca adjudicarse en la Cámara de Diputados. El anuncio fue hecho por la Secretaría de Gobernación, como en los tiempos de Manuel Bartlett. Con el 54.7% de los votos obtenidos por Morena y partidos aliados, Gobernación quiere que su partido tenga una representación del 74%, veinte puntos por encima de los obtenidos en las boletas. Esto le permitirá al partido oficialista 373 escaños, mayoría calificada para –ahora sí– cambiar a placer la Constitución.

@ocielmora

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Ociel Mora

Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.