Nosotros los de entonces… fuimos ternura
- Román Sánchez Zamora
Él llegó al mismo bar de siempre… Meseras, show nocturno, música leve, un lugar que no llamaba la atención; por eso comenzó a ser su favorito, porque nunca encontraría a alguien conocido, y tomar una copa.
De cerveza pasó al ron, luego al vodka, y allí quedó siempre uno con tonos ácidos, ese fue el que pedía y que ahora tenían con regularidad.
Un día le miró a ella, ella le sonrió como a cualquier cliente y se fue a sentar con él.
Él hablaba de su trabajo, pero sobre todo de sueños. Nunca trató de besarle, era el cliente ideal; además, al final pagaba las notas, las fichas imaginarias, no bailaba y una propina que sacaba de su saco y le agradecía por su atención.
Después de un tiempo, de sus visitas esporádicas, ella le pidió su número de teléfono; que le parecía muy agradable, que quizá en otro espacio pudieran verse.
-En estos sitios no hay gente como tú, y he pensado mucho en ti.
Ella le dijo, él sonrió, y un día se vieron para comer hablaron mucho como de costumbre.
-Yo deseo que te quedes en mi vida, no tengo mucho, pero sin duda que siempre te pienso.
Él sonrió, suspiró y le dijo:
-Entre los dos todo estuvo permitido y un día te dije que no te enamoraras y tu reíste de mí, fue la primera noche en que te conocí y solo te traté como me gusta que me traten con respeto y la armonía necesaria.
-Entonces, ¿no?
-Eres una encantadora, con la figura ideal de un comercial o una película, pero yo no soy lo que requieres.
Ella cambió su semblante.
-Yo estoy para dejar, no para que me dejen.
Se volvió una furia… le dio una bofetada. Nunca más volvieron a verse.
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